Un beso

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La historia empieza con nervios, unos nervios ansiosos de salir, unos nervios que revolotean por todo nuestro estómago como unas mariposas. Fuera de aquellos nervios habían dos jóvenes, una bellísima chica con el rostro blanquecino como la mantequilla y suave como la seda, rodeado de una sopa de pecas especialmente bien repartidas por su cara. Sus ojos eran el fruto de una pelea de un verde y un gris, cuyo resultado era, unos ojos preciosos que también estaban envueltos en ese nerviosismo. En su hermosa nariz había un fino aro grisáceo.

Resumidamente: Era perfecta.

En cambio el apuesto joven que estaba delante de ella no es digno de ser recordado su rostro.

A lo lejos se escuchaban los gritos de sus alborotadores amigos, lejos de poder contemplar el gran milagro que se iba a presenciar en esa escena.

-Entonces que hacemos?

-Tú quieres?...

Los nervios se movían con mayor velocidad.

El corazón, palpitaba cada vez más fuerte en cada uno de sus pechos, haciendo parecer que se escaparian volando en cualquier momento.

No recuerdo las palabras exactas, pero recuerdo que a ese trepidante joven le gustaba muchísimo aquella pequeña perfección hecha mujer y su decisión era lo más esperado que él hubiera estado esperando jamás..

Entonces aquella respuesta, AQUELLA PERFECTA RESPUESTA para nuestro apuesto joven, llego al alcance de su oído. No puedo decir que echó a llorar de la emoción porque estaría mintiendo, pero notó tantas emociones en un mismo instante que se sintio en el mismisimo paraíso.

Derrepente sin que se diera cuenta alguna, tenía a la joven belleza justo encima suya. Él no se lo podía creer. Era el hombre más feliz del mundo. Y no podían acabar esta historia con el mejor y más largo de los besos entre estos dos jóvenes.

-¿Siguen aún juntos yayo?- Preguntó con muchas ganas la niña.

-¿Tu que crees Noe?- Respondió con tono de burla el abuelo.

-Que si- Dijo con firmeza.

-Así es - La felicidad se reflejaba en su rostro.

-¿Y cómo se llamaban?- Preguntó con curiosidad.

- Nuria y Jaime- El tono del abuelo denotaba orgullo y un pequeño soplido enamoradizo.

La pequeña niña de 6 años se quedo plasmada mirando a su abuelo bocabierta y luego movió su cabeza y fijo la vista en el sofá donde se encontraba su abuela. Soltó una risotada típica de una niña y siguió pidiéndole a su abuelo más historias sobre él y su gran y preciosa amada.

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