Sobre el fango del norte

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― ¿Alguna vez lo has sentido?

― Qué ― Esa única palabra seca y monocorde, fue suficiente para saber que a su maestro no le interesaba su pregunta; pero él ignoraría su desinterés. Quería una respuesta.

La espada centelleaba en su mano derecha cobrándose la vida de todo aquello que encontrara su filo. El aullido moribundo de cinco inferis carbonizados provocó ondas en los charcos de la ciénaga.

―Ya sabes, ...esa, ... esa, ... sensación que las palabras siempre intentan describir sin resultado ...

Sin dirigirle una mirada al troll, las manos de su instructor le lanzaron sus dagas, dirigidas por un instinto grácil, pero letal. Sus ojos miraban de soslayo al aprendiz que cubría su franco izquierdo y ni siquiera el temblor de la tierra de un gigantesco cadáver al caer le hizo apartar la vista. Dagas en frente y entrepierna despertaron el lamento agónico lanzado a la noche

― Sí, ... eso que ... te hace temblar de pánico, aunque no estés en peligro, ... Los chasquidos de la lengua de fuego en la que convirtió su varita servía de disuasión a las acromántulas―. Que te posee, engulléndote en tal vorágine de contrariedades sin sentido que ... cuyo abrazo, en sí mismo, ya es pura contradicción ... Pues nunca, con nada antes, lo viste todo tan claro.

La caída sorda de los cadáveres, los ecos de almas desintegradas al paso de los hechizos, se sucedían al compás de las manos de su instructor. El joven asesinaba, blandía la muerte sin distinción, mirando a su aprendiz.

― Que ... que, ...no hace que consigas cualquier cosa, pero te inspira a intentarlo hasta tu último aliento. Hasta que la última gota de tu sangre nutra la tierra. Tus huesos y tu carne se extinguirán, consumidos por la fría caricia del tiempo, afilada e inmisericorde ante todo aquello destinado a perecer...y, aun así, ...con tu nombre ya engullido por el olvido, con todo recuerdo de tu existencia ya enterrado, con tu tumba erosionada por los besos del viento, que te barrerán elevándote al cielo convertido en polvo...aun así ... lo seguirías intentando.El mago envió su tímida sonrisa a las estrellas. Ausente bajo la belleza de sus guiños de luces, le pasó desapercibido el sonido del acero desenvainado―. Te das cuenta de que no existe lo imperdonable, que el acto más rastrero es justificable. Es la forma más febril de locura, te atrapa, te impregna en el sabor de un anhelo que jamás te supo tan dulce. Porque despiertas, porque nunca supiste lo muerto que estabas... porque por ella, sólo por ella ... te dejarías matar.

La punta plateada surgió de la coraza atravesándole la piel, el pecho ... y el corazón. Ensartado por la espalda, la katana era lo único que lo mantenía de pie mientras bajaba la vista. La hoja le salía por el pecho grotesca, agresiva, pintada con su propia sangre. Entre tinieblas, en sus ojos se reflejaban los hilos escarlatas que paseaban sobre el metal, acumulándose espesos; cayendo por él, viscosos, moteando sus palmas y escurriéndose tibios entre sus dedos.

A su alrededor el viento paró, la oscuridad hizo más cerrada la noche y el hedor del agua estancada se perdió entre el olor metálico de su propia sangre derramada. Aún escuchaba los espasmos cada vez más débiles de su corazón luchando por palpitar abrazado al acero, provocándole una agonía aguda con cada intento mientras su maestro le extraía la espada. Los orbes blancos se alzaron al cielo. Sabían que esa sería la última vez que contemplarían algo que no fuera el vacío angosto de la nada. Su fluido vital goteando en el fango con su elegante y rítmico sonido rompía el silencio. Los enemigos desaparecieron, pero no su agresor.

Sosteniéndolo por la nuca el que fue su mentor tiraba lentamente del mango, recreándose con el temblor del cuerpo y la sensación del metal deslizándose entre las vísceras de su aprendiz. Tras liberarlo de su agarre, torció la boca mientras el chico se desplomaba ante él como un muñeco roto.

Sobre el fango del norteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora