El lamento de un piano

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El cielo clama tu nombre, querido, ya no logro ver tus ojos, el piano suena en tu habitación y el canario canta tus melodías día y noche. Las flores miran mi lento caminar hacia el lago. El agua me cubre los hombros y las algas son manos que me aprisionan en la oscuridad. Ya no temo a la muerte. El cielo llora a lo lejos. Veo tu reflejo en un árbol cercano, pero tú ya no te acercas. Tus dedos se deslizan en la seda de sus acantilados, tus labios surcan sus facciones, y ya nada te importa, más que la lujuria de los amaneceres. Los cuerpos que se desgastan, los lunares que llaman a la traición, las curvas que son usadas eternamente.

Corazón, tú y yo ya no hablamos como antes, ¿acaso fui yo la que te lastimo? Escucha el lamento de las horas perdidas en lagrimas creadas por huesos que lastiman la existencia de un alma perdida en el mundo, que teniendo todo se siente miserable, que aun sufre por las heridas del pasado, que su locura no le permita continuar sin caer por su peso, que no soporta la idea de quedarse sola con su mente, que trae cartas del tiempo, que fueron rotas por sus nuevos dueños.

Las enredaderas crecen en mi ventana y se siente su latir en mi mejilla, que con las horas se endúrese contra un vidrio que muestra solo lo verde del bosque en el que alguna vez se sintió bella, se sintió amada y joven, en el que sus besos fueron más que solo palabras. Pero para ella, y aun que sea así, ese verde se transformó en fuego y dolor.

Una foto sopla los atisbos de un recuerdo, pero ella solo puede oír el piano, ese piano que se quema ante ella y grita piedad, que quiere seguir tocando su corazón, pero ella y yo ya no tenemos fuerzas para cargar las alas, sangre y lágrimas es el oxígeno que tiene en las manos, dentro de ese pozo y que cuelga de un andamio que alguna vez colgó sus sueños como fotografías.

Trata de ayudar a los demás, cultivando estrellas en las noches y colocándolas en sus corazones en la mañana, pero sus dedos están helados y su espalda arqueada, su peso es tal que las alas ya no se elevan y solo se arrastran. Corre, ya no permitas que nos hieran. Cierra las puertas y ventanas, no dejes que nadie te vea a los ojos, ya que son tu punto, nuestro punto, y nadie logra cerrarlos después de tu muerte, porque eres y serás por siempre la sombra de lo que muestras a la vida, siempre serás parte de la oscuridad y no la luz que aparentas ser.

El lamento de un pianoWhere stories live. Discover now