El diario del Doctor

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El Diario del Doctor

3 de marzo 1794

En las primeras horas del día, la luz entraba por las rendijas de la ventana, la luz cálida del sol me despertó temprano por la mañana, luego de unos minutos recostado en mi cama me levanté y comencé mi rutina diaria, procedí a darme una ducha y desayunar algo ligero para comenzar mi día, soy un humilde doctor que hace un par de años tras terminar mi educación profesional decidi mudarme a este pacifico pueblo al norte de Europa, mi familia vive lejos de aquí, y es difícil para mí viajar solo para visitarlos, así que vivo solo, atiendo una clínica cerca de las afueras de esta ciudad. La gente aquí es muy amable y alegre, casi nunca tengo problemas con mis pacientes y generalmente me visitan por cosas tan simples y mundanas como leves resfriados o dolores de estómago causados por indigestión, claro que atiendo otros casos como partos y curo lesiones de los trabajadores de la zona que se lastiman en las mimas o en los campos de cultivo, sin embargo hoy parece ser uno de esos días en los que no tendré muchos pacientes.

Luego de desayunar, me dispuse a ir hacia mi consultorio; hace un tiempo cuando llegue al pueblo tuve la fortuna de encontrar este departamento con un local lo suficientemente grande para instalar mi consultorio, así que vivo exactamente en el mismo lugar en el que trabajo, la clínica está separada del departamento principal, pero cuenta con habitaciones para atender pacientes que, de ser necesario, deban quedarse.

Mientras tomaba mi suéter, alguien golpeo la puerta de mi casa, no esperaba ninguna visita en particular, los pacientes que atiendo generalmente esperan siempre en el consultorio y no tengo amigos que vengan a verme sin avisar con antelación, me pregunto, ¿Quién podrá ser?

-Buenos días Doctor. Al abrir la puerta, me encontré de frente con un hombre de mediana edad de apariencia algo sospechosa, llevaba un sombrero y abrigo de color café claro algo desgastado y un poco sucio a mi parecer, pero de gran calidad que lo hacia relucir como un tono similar al cobre gastado o algún tipo de metal de bronce. -¿Me recuerda? Me salvo la vida en el pasado. Al ver la cara del hombre, vagamente recuerdo su rostro.

–Hace un tiempo usted me salvo la vida, me desmaye en las afueras del pueblo debido a una insolación, y a pesar de saber que si usted me ayudaba podría haberse metido en algún tipo de problema, usted me ayudó. Me pregunto si esa es la naturaleza de los doctores, ayudar a todo aquel que lo necesite.

(Hace algún tiempo, en las afueras del pueblo)

Mientras me encontraba recogiendo algunas hierbas y plantas medicinales que usaba para fabricar los medicamentos para los malestares de mis pacientes, note como un hombre caía desmayado por el sol, ese verano había sido uno de los más calurosos que recuerdo, y ver desplomarse aquel hombre, hizo que instintivamente corriera hacia él, rápidamente lo traje a mi clínica y después de un par de horas el hombre se recuperó, de no haberlo ayudado, tal y como lo dice, él hubiese muerto, pues cerca de la zona en la que se desmayó no había nadie más que yo, y probablemente la insolación lo hubiese matado.

-Me disculpo por haberme marchado en ese momento sin agradecerle adecuadamente, como recordara me tuve que ir tan pronto como me sentí bien, pues tenía una importante cita de negocios y ya llevaba 2 días de retraso por quedarme en su clínica para recuperarme, hoy estaba cerca del pueblo y pensé que lo correcto sería venir y darle mi agradecimiento de forma educada y correcta.

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⏰ Última actualización: Jun 19, 2017 ⏰

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