Sesenta poemas.

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Esto no es un poema.
En estos tres primeros poemarios he dejado fluir una parte de mí que no sabía que existía. Lloré, me reí, me enfurecí, escribí y borré, me deprimí, me aceleré, me calmé, y sobre todo: Me conocí.
Casi me doy por vencida, varias veces. Escribir no es fácil, sobre todo porque para escribir hay que estar dispuesto a abrirse al mundo del lenguaje. Conocí partes de mí que esperé no existieran.
Lo cierto es que no he vivido demasiado. No tengo tanta experiencia, ni mi escritura es perfecta, poca gente me lee y aún no logro redactar decentemente; pero lo cierto es que jamás he amado tanto algo en mi vida, como lo que amo escribir.
Le agradezco de todo corazón a cada persona que me regaló un segundo de su valioso tiempo para leer alguna frase que he escrito, porque lo cierto es que lo leyeron directamente desde el fondo de mi ser.
Así no me convierta en escritora ni publique algún libro, en mi mala memoria siempre habrá un espacio para este bello arte que es escribir. Para mí, esto sin lugar a dudas lo es todo.
Espero a partir de aquí comenzar una nueva etapa. Puliré mis poemas, ampliaré mi jerga y mejoraré mi retórica, para así persuadirlos así sea de lo más incoherente que se me ocurra.

Sin ser más, doy por terminados mis primeros tres poemarios: Cafeína, Nicotina y Cebada.
Muchas gracias.
Con amor,

Valeria.

Cebada. (3/3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora