27. Momentos

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Tú eres mi persona favorita. Y aunque no siempre lo ando diciendo, es buen momento de decirte que te quiero. Te quiero, te quiero y siempre así será.
("Mi persona favorita", Río Roma)



Momentos que deberían ser eternos.

Momentos así deberían repetirse y no sólo en la memoria.

En momentos así debería detenerse el tiempo. Controlarlo para poder, al menos, regresar y revivirlo una y otra vez hasta memorizar la luz de tus ojos, tu sonrisa, el brillo de tu piel bajo las luces, la sensación de tu piel y mi piel...

Momentos así se viven sólo una vez, con una persona.

Magnus fue, es, y será mi persona.



"2013, mayo/junio:

Después de salir del segundo Museo, nos miramos unos minutos en silencio. Sin saber qué hacer o decir. Yo seguía molesto por haberlo visto con el alumno aquel...

—¿Celoso? —me preguntó, acercándose con lentitud, si mirada de mis ojos a mis labios, hasta que sus manos se encontraron con mi cuerpo, sus dedos acariciando, dibujando pequeños círculos en los huesos de mis caderas.

Yo tragué nervioso, olvidando incluso por qué estaba enojado, por qué no lo estaba besando, por qué no aprovechábamos el tiempo en una ciudad diferente...

Un carraspeo me sacó de mi burbuja. Magnus retiró sus manos, con una sonrisa descarada hacia el guardia, y me jaló lejos de ahí.

—¿A dónde quieres ir?

La mayoría de nuestros compañeros habían ido o a comer o a buscar librerías.

Claro que Magnus y yo amábamos los libros, aquello que nos unía tanto como nuestros corazones, pero yo quería estar solo con él, no quería ir con el montón. Yo quería un momento de los dos, sólo él y yo.

Así que simplemente me encogí de hombros y lo arrastré lejos de todos. Seguimos caminando en silencio un rato, por supuesto algunas personas nos miraban mal, pero no nos importaba, Magnus no me soltaba y yo era feliz así.

Estuvimos un rato caminando hasta que dimos con un grupo de danza folklórica, estaban en medio de un ritual, en una plaza pública, rodeados de espectadores. Atraído por lo colorido, Magnus me arrastró hasta ahí.

Estuvimos de la mano, apoyados uno en el otro, viéndolos bailar. En algún momento, sin soltarme, Magnus sacó su celular y comenzó a grabar. Era un vídeo especial que yo le pedí enseñarme repetidas veces, no porque apareciéramos nosotros o el baile me gustara tanto como a él, pero se escuchaban nuestras risas de fondo y, al final, justo antes de cortar, la voz de Magnas: ‹‹Te amo››.

Ese era mi vídeo favorito siempre.

Cuando nos fuimos de ahí, seguimos caminando sin saber realmente a dónde ir. Ninguno de los dos conocía la ciudad. Así que dimos vueltas por calles al azar, hasta que llegamos, como por casualidad, a una heladería.

Magnus me sonrió con picardía y tuve miedo, pero nunca supe decirle no.

Atendía una chica, muy guapa, alta, de ojos verdes, rubia, labios carmín.

Al entrar, solté a Magnus para ver los sabores que había. Había uno en especial que me llamaba la atención, la etiqueta decía: pasión prohibida.

—Así que —le decía la chica a Magnus, inclinada sobre el mostrador, cuando me acerqué—, ¿no eres de por aquí? Ese rostro y esos ojos no podría olvidarlos de haberlos visto antes...

Magnus sonrió, mirándome, haciendo saltar mi corazón. —No. No somos de por aquí...

—Lássstima —dijo ella, ignorándome, arrastrando la "s".

—¿Qué quieres? —me preguntó Magnus, tomando mi mano.

—Tú no has pedido —le dijo la chica.

—Mi prioridad es mi novio —le aclaró para después darme un beso que hizo que nos atendiera de mala gana.

—Eso no era necesario —medio tartamudeé, rojo seguramente, al salir del lugar.

—Lo era, amor mío —contestó, como si nada, disfrutando su helado—, tú lo habrías hecho por mí.

—Eh... —no que no amara a Magnus, pero no sabía si tendría el valor de hacer algo así.

—Cierto, tú, para empezar, ni te habrías dado cuenta que te coqueteaban...

—¡Oye! —le di un ligero golpe en el brazo, que mandó volando lejos su helado.

Sus ojos brillaban demasiado cuando voltearon hacia mí, su ceño fruncido, pero sonreía. —Mataste mi helado.

Me costó toda mi fuerza de voluntad no reírme a carcajadas de su cara y su tono.

—Lo siento —dije, apretando mis labios para no reír.

—Ahora me darás del tuyo.

—Es lo justo —le extendí el mío sin dudar.

Pero él lo ignoró. Negó con una sonrisa felina. —Así no.

—Entonces, ¿qué...?

Sus labios me callaron, su lengua delineando mi labio inferior en el proceso, haciéndome sonrojar, mientras una revolución comenzaba en mi estómago y se iba extendiendo por todo mi cuerpo.

—A-así —dijo, sin aliento, cuando nos separamos—, creo que este es mi sabor favorito..."




Y era correspondido. No había nada, nada en la vida, que supiera mejor para mí que sus besos.

Amor entre libros (Malec)/DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora