Todo era tan sospechosamente perfecto que debí haber imaginado que algo malo iba a suceder tarde o temprano. Pero abrazada a él, sintiendo cómo sostenía fuertemente mi cintura con sus brazos y viéndole tan tranquilo, como si no hubiera nada malo en su interior, ningún remordimiento o malos recuerdos de su pasado; como si nada en el mundo pudiera alterar su tranquilidad, fui incapaz de sospechar que todo acabaría mal algún día. Fui incapaz de ver su interior, y ese fue mi primer error, ya que él siempre supo todo acerca de mí.