-No me lo puedo creer -susurraba por lo bajo Abby tirándose de su larga melena.
-Se lo podemos explicar, señor. Todo ha sido un malentendido. No ha pasado nada, ¿verdad, chicas? -hablaba atropelladamente la morena, aquella que había creado el conflicto.
En menos de cinco minutos el coche policial se había detenido enfrente del pub del cual habían sido echadas las cuatro jóvenes. La mujer que había llamado a los oficiales había bajado, en bata y zapatillas de casa, para dar su testimonio mientras algunos valientes se habían congregado alrededor de la escena para cotillear.
Las chicas no daban crédito de lo que estaba sucediendo. Todas se preguntaban cómo habían llegado hasta ese punto de la noche.
Del coche salieron dos hombres, uno más mayor que el otro, y se podía notar que no estaban pasando una noche agradable, sino todo lo contrario.
-¡Oh, por favor, jovencita! ¡Qué malentendido ni qué leches! No intentéis engañar a la ley que nos protege todos los días -dijo la mujer con voz molesta-. Agentes, estas muchachas estaban montando un espectáculo inmoral delante de mi casa. Es algo totalmente inadmisible.
-La comprendemos, señora -dijo el agente de edad más avanzada-. Pero también necesitamos saber lo que ha ocurrido desde el punto de vista de ellas, ¿no le parece?
La mujer resopló por lo bajo. La había dejado sin un contraataque.
-Se lo está inventando todo. No ve que a esta señora se le ha acabado el Sálvame Deluxe y no tenía ningún entretenimiento -soltó Abby.
Entre el coro de personas que se habían acercado se oyó unas cuantas risas.
-¿Perdón? ¿Se están dando cuenta de cómo me habla esta descarada? ¡Es inadmisible! -exclamó la señora ofendida.
-Joven, si va a hablar para soltar comentarios impertinentes será mejor que no lo haga y usted, señora, no se altere -dijo el otro agente con un tono de voz duro.
-De acuerdo. ¿Quiere que vayamos al meollo de la cuestión para ahorrarnos tiempo? Nos han echado a todas del pub porque -señaló a la desconocida aclarándose la garganta- aquí presente, ella y yo hemos discutido -dijo Abby-. Y después hemos acabado revolcándonos por el suelo. Pero ellas dos no han tenido nada que ver -señaló finalmente a Tamara y Laura.
El hombre más joven no estaba para sandeces, por lo que miró a su compañero para saber si podían acabar con todo eso llevando a todas a la comisaría.
La desconocida morena no sabía adónde mirar. Tenía los ojos acuosos y le temblaban las manos y piernas, pero no porque sintiese frío, ya que la temperatura de esa noche sobrepasaba los treinta grados, sino por el temor de la reacción de sus padres. Se podía imaginar cómo la mirarían, la decepción en sus rostros y el rechazo hacia ella. Tenía miedo, miedo al abandono y a la pérdida.
Su vida había dado un giro de tres cientos sesenta grados desde hacía un par de años. Era una chica lista y guapa que tenía todo un gran camino hacia el éxito, pero que cometió un error y desde ese momento nada volvió a ser igual.
Nueva ciudad, nuevo año, nuevo curso, nuevos amigos. Así es como empezó todo. Conoció a un hombre que la enamoró en muy poco tiempo con sus miradas, sus sonrisas, sus palabras y su aliento. Parecía que no existía ningún otro hombre en el universo y tampoco ninguna otra mujer, sólo ellos dos sin necesidad de nada más. O eso era lo que pensaba Lucía. La fantasía pronto empezó a desvanecerse y se dio cuenta de que no era lo suficiente para su amante.
Empezó a sentirse invisible, celosa, depresiva y apagada cuando él no la llamaba ni le escribía durante días y cuando lo veía esas sensaciones no desaparecían. Aunque eso no duró mucho porque su novio sabía lo que necesitaba: diversión, y la diversión a la cual se refería eran los estupefacientes.
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Entre Policías
Teen FictionCumples dieciocho años y el verano acaba de empezar, ¿cuál sería la mejor manera para estrenarlos? ¿Celebrar una fiesta de cumpleaños por todo lo alto e invitar a Rihanna para un concierto privado? ¿Qué tus padres te compren un coche de gama alta o...