7. Una noche para no olvidar

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Narra Andrés

¡Mierda! Hace cuanto no tengo sexo. Hace cuanto no estoy con una mujer. Sin duda mucho tiempo desde aquella chica, y ahora debo ser el hombre más frustrante de esta tierra. Sin nada excitante que hacer, pero parece que eso fue hasta hoy. Mi pene duele y se queja como un condenado a muerte, y no sé si es por el olor a trago que nos impregna o es ella que simplemente me tiene excitado. Muy excitado y sin remedio. La barro con mi cuerpo, la tumbo de espaldas sobre el sofá, y la apreso con todo mi peso. Ella me mira con odio y grita improperios. Pero ya fue, ella empezó, así que busco sus labios, carnosos, delicados, y la beso acallando todas y cada una de sus quejas e improperios.

Al principio se niega como una remilgada, pero eso no me refrena. Me golpea con sus manos, quiere arrancarme el pelo a tirones como cuando me la eché al hombro para sacarla de sea loca fiesta y salvarla del tipo que quería llevársela como estaba. Al final cede y le meto la lengua obligándola a responderme por la falta de aire. Me presiono contra ella duro y responde abriendo sus piernas, abrazándome y refregándose contra mí. ¡Demonios! Sí sigue así voy a arrancarle la ropa; no termino de pensarlo cuando ella empieza quitarme la mía para mi grata sorpresa, y nos toma solo unos segundos deshacernos de todo lo que nos cubre y nos impide sentir la piel del otro, quedándonos en ropa interior.

Se lanza hacia mí, es agresiva. Eso me sorprende y más cuando sus dedos se clavan en mi espalda arañando mi piel haciendo que chille como una niña. Sus talones presionan en mis muslos. La detengo de su arrebato, tiene los ojos cerrados. Respira agitada, se revuelve debajo de mí como una gata en celo. La miro con deseo, y la urgencia me ciega. Arranco sus pantis y abro sus piernas. Siento la urgencia en su cuerpo también yo en mí miembro.

Abre sus ojos y me la agarra con su mano, sorprendiéndome y deteniéndome. Pide protección a gritos. Tampoco está tan loca, y tiene razón, lo había olvidado por la falta de uso. A regañadientes la dejo un momento mientras busco un maldito condón en la habitación que usaba Daniel en sus salidas furtivas. Busco y rebusco por todos lados hasta que los encuentro en una de las mesitas de noche de una de las habitaciones. Para mi felicidad hay montones, me llevo un paquete completo. En el camino de vuelta me quito los boxes y me coloco uno con algo de torpeza por la falta de práctica, finalmente logro ponérmelo.

La encuentro todavía en el sofá y me alegra que no se haya dormido. Si demora me posesiono nuevamente sobre ella que increíblemente me espera en la misma posición, y sin decir una palabra abro más sus piernas y la embisto sin demora, gime y grita cuando la penetro duró, y yo jadeo extasiado por lo que acabo de hacer. Era inimaginable para mí que termináramos en estas, pero se siente tan bien que me muevo con rapidez en su interior, y quiero seguir haciéndolo. Ella me sigue el ritmo volviéndome loco y que no quiera parar. La follo con el hambre de alguien que no ha cogido en su vida. La tomo de todas las formas inimaginables y posibles hasta que quedamos exhaustos. Me dejo caer sobre ella, y un brote nada superficial de protección... me hace acunarla, cuidarla. Cambio de posición y la echo sobre mí pecho.

Agotada y extrañamente silenciosa se queda rendida sobre mi pecho. Después de quedarnos quietos empieza a sentirse el frío, me levanto como puedo y cargo con ella hasta la habitación. La acomodo en la cama, y me acuesto a su lado. La contemplo mientras duerme tierna y apacible, como una niña pequeña. La atraigo a mi pecho, y ella se acurruca en mi pecho como en el sofá. Beso su pelo y retoza adorable. Me ofrece sus labios, no me resisto y la beso.

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Gracias por leer!!

Latte amor✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora