Capítulo 2

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Ir a comprar un vestido no es tarea fácil

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Ir a comprar un vestido no es tarea fácil. Al menos para mí. Teniendo en cuenta que odio ir de compras y Eric era el que me acompañaba para la ocasión. En una semana era la boda de mi primo Félix. Brid y yo estábamos super ilusionadas porque ambas estábamos completamente enamoradas de la pareja que hacen mi primo y Elisabeth. Un amor envidiable, además que mi primo se ha llevado los mejores genes de la familia. Su novia es muy afortunada. O eso es lo que siempre dice mi madre. Por fin, por un día estaríamos toda la familia por parte de mi madre junta, una pena que sólo nos reunamos en celebraciones o cuando pasa algo malo. Tengo muchas ganas de ver a mis primos.

Ahora mismo estábamos en una tienda de zapatos, yo observaba la parte de las sandalias y zapatillas y Eric solo sabía quejarse de mí. Estoy segura que otra no lo hubiera soportado y hubiese hecho lo imposible por pegarle una colleja, ¡no había manera de callarlo!

— Y, por favor, coge unos tacones, no seas tan cómoda y simplona.

Señaló los estantes de tacones altos y los miré. Tragué saliva y me entró pánico. Ni de coña. La última vez que me puse un par acabé rodando por las escaleras de mi casa. A pesar de que estuve ensayando con ellos todo el día. Acabé sin ellos al instante y cogí mis zapatillas de la suerte.

— Eric. — susurré. — Los tacones y yo no somos buenos amigos, de verdad. — cogió uno de color azul eléctrico y rápidamente lo tomé yo, esperando que nadie lo hubiera visto flotar en el aire.

— Ese me encanta, es divino. — Idiota, lo hizo aposta. Le fulminé con la mirada queriendo pegarle dos bofetadas, una por cada tacón. — ¿Pides tu número y te lo pruebas? O, ¿prefieres este?—fue a coger otro, de un color rosa, pero lo paré antes de que hiciera nada raro.

— Recuérdame porqué te quiero tanto.

— Porque soy guapo y no puedes resistirte a mí, bebé.

Le fulminé con la mirada y fui a la dependienta para que buscara mi número. Eric la miró un poco anonadado. Normal, tenía unos ojos verdes preciosos, y no hablemos de su rubio pelo. Valía para modelo desde luego. Si en ese momento Eric fuera visible y tocable, le hubiera pegado un codazo en las costillas para que reaccionara. Solo me limité a sonreír exageradamente. Ella me miró un poco asustada y le pedí los tacones de mi número.

—¿No crees que primero tendría que haber elegido el vestido?— cogí el móvil para disimular e hice como si estuviera hablando con alguien. Para no parecer una loca hablándole a la nada, claro.

— ¿Con quién hablas?— preguntó él y rodé los ojos. ¿Con quién voy a hablar? ¿Con mi prima la de Cuenca?

— Contigo, pedazo de inútil. — la dependienta me sonrió como si me entendiera, casi pude leer en sus labios la palabra chicos junto con una mueca de incomprensión.

— Ah, pero si ya está elegido.

—¿Qué? — pregunté, había perdido el hilo de la conversación. La dependienta, que se llamaba Ashley,— lo ponía en el cartelito que tenía en la camiseta— puso la caja con mis tacones sobre la mesa y sonrió de nuevo. O era muy simpática, o le pagaban el doble por sonreír.

Mi amigo imaginarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora