Mine

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Lo primero que hizo al despertar Marco como cada mañana fue sentarse en la cama y tratar de enfocar la mirada frunciendo el ceño y achicando los ojos. Él sabía que necesitaba lentes, sus amigos lo sabían, los profesores lo sabían, hasta el perro del vecino se daba cuenta de su ceguera pero aun así seguía sin anteojos ni receta. Algún momento se los mandaría hacer, y esperaba que sucediera antes de chocar contra algo en la calle o matarse bajando las escaleras de la universidad.

Primero, y como siempre, sólo pudo ver la pared al fondo, luego los puntos se hicieron marcos de fotos y al final sintió que parte de sueño había desaparecido cuando pudo detallar el tomo de metal en la puerta de madera.

Bostezó. Cerró levemente los ojos y peló los dientes aún adormilado antes de prepararse para un nuevo día.

Para su sorpresa algo le retuvo. O mejor dicho alguien.

—¿A dónde vas? —susurró una voz tras su espalda al tiempo que unos brazos se envolvían en su cintura.

La primera pregunta fue quién, luego qué, luego cómo, luego si debía correr o gritar o si su brazo llegaría lo suficientemente rápido a su teléfono para llamar a la policía estando al lado de su camisa y los pantalones arrugados de Jean que había dejado por accidente en...

Oh... pensó abriendo los ojos.

Recuerdos de anoche volvieron como un flash y ahora varias cosas tuvieron más sentido mientras que otras no tanto. ¿Pero qué importaba? Lento y sin apuro una tierna y gran sonrisa nació en su rostro, mientras tomaba entre sus dedos los antebrazos del otro y suspiraba contento. Él seguía en su cama, no se había ido.

Por fin despertaba con el verdadero rubio a su lado en vez de una cama vacía.

—Humm, vuelve —murmuró de nuevo, dejando reposar su coronilla en la parte baja de la espalda de Marco y dando un casto beso a la columna luego de unos segundos.

Marco siguió sonriendo, pero ahora sí sacó los pies de la cama y dio una pequeña palmada a los brazos alrededor suyo cuando el dueño hizo un sonido de queja.

—Desayuno —dijo en respuesta obteniendo otro quejido.

—Agh... Noooo —se quejó y restregó más su cabeza contra la espalda. Pequeños escalofríos recorrieron a Marco cada vez que lo hizo. Se preguntó si acaso el adormilamiento causaba efectos de sedación en su amigo—. Esperé demasiado por esto, una comida no me va a alejar de ti ahora —sentenció.

Marco sólo se pudo hallar tragando cuando el aleteo de su corazón aumentó. Demasiado hermoso, demasiado perfecto. Por fin se dignó a voltear la cabeza, y detrás de él pudo ver el cuerpo contraído de Jean sujetado al suyo y dejándole a la vista su nuca y espalda.

Sus hombros delineados y contraídos. Donde iniciaba el cabello amarillo ceniza de su cabeza. Ahora recordaba sorprendiéndole de ayer que el cabello de su amigo era natural (lo había visto), y no como varias personas acostumbraban a negar.

También recordó que no había dicho todo lo que tenía que decir anoche. 

—Te amo —dijo con sinceridad. Al instante los brazos saltaron en su sitio sorprendidos.

—¿Eh? ¡Tú!... Yo... —le cayó con un beso en su nuca expuesta y disfrutó como la piel tembló cuando sus labios hicieron contacto. Tal vez era de cobardes, pero quería mantener esta ilusión por el mayor tiempo posible.

Dio otra palmada a los brazos, pero esta vez sí salió de la cama deteniéndose en el marco de la puerta sólo para ver la figura del hombre hecho un ovillo y con ambas manos cubriendo su nuca.

MineWhere stories live. Discover now