Constelación

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La incertidumbre del futuro más inmediato exige una altísima capacidad de adaptación al cambio y la aparición de lo imprevisto, acompañado de una gran tensión.

Hobsbawm



No sabes como ha ocurrido, el entendimiento escapa de tus manos por más que trates de tocarlo. Gritas. El dolor es algo ya parte de tu vida, ¿Por qué lo haces ahora? ¿Realmente duele? Tratas de engañarte, pero la verdad corre por tus piernas. Antes amabas ese color, ahora sólo te produce terror.

–Sasu, debes calmarte.

El rosto inexpresivo te pertenece a ti, no a él. ¿Por qué lo usa?

Intentas enfocar tu iris en los azulinos, ellos deben darte calma, otorgarte paz, pero sólo el lacerante dolor corre libre por todo tu cuerpo. En serio, tratas de comprender. Te han subido a una camilla, tus dedos no quieren el metal, sino la carne. Le llamas, él no se hace esperar. Lo tomas de la camisa y mascullas.

–No las quiero a ellas, Tsunade o Ino...

El látigo del sufrimiento hace notar su presencia, el bastardo cree que lo haz olvidado. Ingenuo. Nunca podrías. El Sharigan se activa, tus ojos arden al compás de tu corazón. Las piernas no las sientes. Vuelves a gritar, la lluvia de agresiones salen de tu boca a diestra y siniestra, la mayoría dirigida al causante de tu sufrimiento. No evitas la risa desquiciada al creer que todo iría bien, después de entregarte bajo la luna a sus caricias y colas peludas. Los colmillos rasgando tus labios, su piel quemando la tuya, su miembro reclamando tu ser. Tatuando su emblema.

El demonio se convirtió en ángel.

– ¡Uchiha, debes dejar que te toquemos!

–Tócame y date por muerta. – El fuego negro te escudo.

Ellas no iban a tocarte, ellas no iban a tocarlo. Ellas no.

Bastante te purgaba que se hayan confabulado para separar a tu guerrero de ti. Se atrevieron a tocarlo, a dejar sus huellas en algo que te pertenecía desde mucho antes de conocerse. A él, no lo iban a mancillar.

–Sasu, Tsunade-bachan tardara en llegar e Ino está a las afueras de la aldea, permite que te revisen.

El gruñido bastó para recibir un beso en tu sien. Si pudiste soportar a tu maestro con sus sádicos entrenamientos, esto no es nada. Abriste las piernas, apretaste cada ligamento que cubre tu cuerpo. Era demasiado, segundos parecían días. Nunca habías usado tu voz por tiempo prolongado y el celo de tu guerrero no contaba. ¡Oh, a la mierda! Dejaste vía libre a las lágrimas, todos a tu alrededor cesaron sus movimientos al ver los riachuelos. Tú nunca muestras nada, ahora permitías a tu niño llorar.

–Pequeño demonio, dañas tu cuerpo con tal de no permitirles tocarte. – Sus manos se fueron a tu rostro, sus ojos se clavaron en los tuyos. – ¿Tanto daño te han hecho?

No respondiste, basto tu tercer río carmesí naciendo de tus labios para contestar. Las puertas fueron abiertas con excesiva fuerza, dos mujeres entraban agitadas, un par de enfermeras cubrían sus ropas.

– ¡¿Por qué Uchiha sigue en habitación cuando debería estar en quirófano?! –Tsunade hace gala de su carácter.

– ¡Haruno, Hyuga, ¿Qué significa está incompetencia?! – ¿Desde cuándo Ino poseía tal voz de mando?

–No nos permite tocarlo.

–Entonces, ¿por qué mierdas siguen acá en lugar de buscar a otro médico? – Tsunade les amonesto.

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