Había una vez dos chicas, una no era muy feliz y otra era muy alegre.
Un día se conocieron por un grupo y al principio no le dieron mucha importancia, al final se empezaron a hablar y se cayeron bien, hasta que se formaron mejores amigas, eran perfectas entre ellas, y siempre se alegraban mutuamente, se querían conocer y romper ya la distancia, darse esos abrazos, contar todos esos problemas, llorar, reír, cantar, hacer el tonto, miles de cosas.
Poco a poco esas queridas amigas se fueron distanciando, y la otra empezaba a sentirse mal otra vez, se seguían hablando pero la chica notaba algo raro en ella, por fin le contó un problema suyo que tenía, y pensaba que desde ahí volverían a ser las mismas
Parece que no era así.
La chica todavía seguía sin casi hablarle o contarle todas las cosas que hacía.
Ella estaba triste.
Muy triste.
Ella dudaba si era mejor ir allá y conocerla, decirle todo lo que sentía cuando llegara el día, pero todavía no sabe lo que hacer, si romper la distancia o dejar pasar el tiempo.
Sentía que había perdido una de las cosas más importantes de su vida.
Ella le hablaba como si nada, pero ya no le respondía igual.
Un día no aguanto más, y lloro.
Lloro desde lo más profundo de su alma.
Ella no notaba que era lo más importante que había tenido y eso dolía.
Hasta que descubrió
Que llegó él y encontró a otros
y nada volvió a ser lo mismo.
Fin.