Sueño eterno

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Todos somos capaces de soñar, pero esto no significa que estos mundos que creamos existan. Muchos desean desaparecer de aquel mundo y volver a la realidad, sin embargo yo no formó parte de ese grupo. Cada día empiezo una guerra contra mi cama intentando no despertar nunca y cada noche espero con ansias el momento de volver a ese mundo mágico que tanto amo, aunque puede que no sea eso sólo lo que disfruto.

«Please don't let me go...»

Las criaturas mágicas me rodean cada día y todos, en especial las hadas, se dan cuenta de mis ganas por desaparecer bajo las sábanas. Aquel chico de ojos azules y pelo rubio, que adora las hamburguesas, me estaba esperando.

«Take me in your arms...»

Otro día más, caminando hacia el trabajo y pensando en aquel hombre con el que deseo estar. Me desvío en una calle que me suena extrañamente conocida y entro a una farmacia. De forma automática busco las pastillas, las pago y salgo del lugar, con la sensación de que algo pasa. Camino por las calles, sin rumbo alguno. Personas a mi alrededor me miran desconcertadas mientras que mi vista se nubla. Esa voz conocida llamando mi nombre, las luces se apagan, el impacto contra el piso y una sonrisa en mi cara.

«Help me...»

El día había transcurrido normal. La farmacia se encontraba vacía hasta que entró un hombre que se me hacía extrañamente conocido. Aquel hombre rubio de ojos verdes se me hacía bastante familiar y no podía evitar pensar en la persona con la que había soñado desde hace meses.

Arthur...

Sin pensarlo corrí tras de él. Ese señor que había comprado una pastillas para dormir era el que se encontraba presente en todos mis sueños.

Sus pasos se hacían cada vez más lentos hasta que se desplomó en medio de la calle. Grité su nombre como si mi vida dependiera de ello y corrí a ayudarlo. Arthur Kirkland yacía desmayado entre mis brazos mientras que las lágrimas no paraban de salir. La gente que nos rodeaba me miraba con pena y, un grupo más alejado, se encargaba de llamar a la ambulancia.

«Please don't leave me...»

La luz me cegaba y lo único que quería era despertar. Al revés que el resto de los días este sueño había sido horrible. Una imagen borrosa rondaba en mi mente: Alfred F. Jones llorando junto a un hombre desconocido para mi. Cada vez que intentaba abrir los ojos cientos de cuchillas me los impedían y la voz de mi amado se escuchaba a la lejanía.

«Wake me up...»

Desperté en medio de una habitación completamente blanca. Una mano sostenía firmemente la mía. Intentaba descifrar la figura que descansaba a mi lado, pero me era imposible. Ese cabello, esa boca y esas gafas se me hacían especialmente conocidas.

-¡¡Arthur!!- exclamó este hombre despertando

-¡¡Alfred!!

«Hug me...»

«Kiss me...»

Como su todo fuera un hermoso sueño Alfred cortó la poca distancia que había entre nuestras bocas. Nuestro sueño se había hecho realidad. En aquel beso se podía sentir el amor que sentíamos por el otro. Con una suave mordida de su parte, nuestras lenguas se unieron en un baile que ninguno pensaba terminar. Todo era perfecto.

Así terminó todo, con un sueño cumplido que nunca llegó a su fin. A veces el sueño eterno no es la solución para nuestros problemas y las personas de nuestro alrededor nos lo pueden demostrar. Quién sabe, tal vez el amor no se encuentra sólo en tus sueños, esa persona puede estar a metros de distancia.

«We are living in dream, a fantastic dream.»

Sueños sin fin (UkUs/UsUk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora