Es como estar cayendo, y nadie puede verte, nadie puede salvarte. Es como estar en una burbuja que te hace completamente invisible para los demás, y ahí los ves a todos; ves a tu familia riendo, ves a tus amigos disfrutando, ves a todos vivir su vida, pero tu simplemente no puedes hacer lo mismo.
Tu corazón está vacío, y tu mente está llena de cosas que te aterran, cosas malas, cosas que te matan día a día, que te destrozan, que se llevan todo, que se llevan a todos…
Y las cosas cambian, tú cambias. Ya no existe el silencio, siempre hay ruido, siempre hay gritos, siempre hay voces, incluso cuando no hay nadie alrededor.
Te sientes sola, y lo peor de todo, es que no lo estás. Las voces siempre están ahí, siempre están susurrándote al oído melodías suicidas, sientes que están detrás de ti todo el tiempo, sabes que te observan, sabes que están ahí, aunque al voltear no veas a nadie.
Jamás vas a atreverte a hablar de esto con alguien, nadie va a creerte, no van a ayudarte, y las voces van a enojarse, van a ponerse violentas, van a torturarte. No quieres eso, ¿cierto?
Así que mientes, actúas, pretendes… Ya no eres tú misma, te has perdido entre tantos pensamientos, entre tanto odio. Respiras por inercia pura, nada se siente real, te sientes apartada del mundo.
Te paras frente al espejo, y no te reconoces. Mira esos tristes ojos, esas ojeras… Ni un rastro de aquella sonrisa que alguna vez tuviste, solo hay lágrimas recorriendo tu rostro, solo hay cicatrices, heridas abiertas, más dolor del que cualquier ser humano merece.
Y en cierto momento, sientes que mejoras, sientes que puedes salir adelante. Dejas de lastimarte, intentas vivir de una manera diferente. Y una noche, despiertas, y las oyes. ¿Hay algo más aterrador que eso? ¿Algo más desesperante, más doloroso que darte cuenta de que estás condenada a este infierno mientras vivas?
“Lastímate, lo mereces. Eres insignificante, mátate. Nadie te quiere, hazlo. No hables, no comas, no nos menciones. Miente, aléjate de todos, lastímalos, hiérete. Consume esas drogas, toma toda esa botella de alcohol, fuma más cigarrillos, otro corte más, sigue, no te detengas, toma esas pastillas, ve a robarlas todas, culpa a otros, no importa. Destrúyete, lo mereces. No confíes en nadie, en realidad, ellos no te quieren, te usan, van a dañarte, van a ultrajarte, todos te odian, deberías odiarte también”
No puedes decirles a tus amigos, o a tu familia, a nadie. Esas voces te amenazan, te asustan, te hacen salir de control. Si abres la boca, todo empeorará. No hay salida, no hay camino, todo es oscuridad, caes y caes cada vez más hondo.
¿Por qué no puede simplemente todo terminar? ¿Por qué no puedo hacer que se callen? Quisiera poder ir y abrazar a alguien, y decirle: ¡Auxilio, por favor, ayúdame! Me están matando, por lo que más quieras, no me dejes sola, no me dejes con ellas, no se callan, no lo hacen nunca, me dicen cosas horribles, tengo tanto miedo, no te vayas, te suplico que no me abandones, abrázame, cura mis heridas, cura mi corazón, cuídame, protégeme, ámame, ¡lo necesito tanto!”
Todo está en tu cabeza. Los monstruos a los que temías de pequeña no están bajo la cama, no están en tu armario, están dentro de ti.
¿Cómo escapas de algo así? ¿Cómo te alejas de algo que yace en ti? “Destruye aquello que te destruye a ti” dicen, pero ¿qué si eres tú mismo quién lo hace?
Es como una guerra silenciosa que se libra en tu interior, y nadie puede notarlo, nadie puede ayudar, nadie puede hacer nada por ti. Y eso frustra, cansa.
No hay esperanzas, los demás piensan que estás bien, pero tú sabes que no es así. Gritas, nadie te escucha. Lloras, nadie lo nota. No vives, solo respiras.
¿Acaso cuenta como suicidio, si te sientes muerta antes de cometerlo?
Éste es el lugar en donde los ángeles vienen a morir, una vez dentro, nunca volverás a salir.