El dolor de su recuerdo

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Él es mi mejor amigo de la infancia, Charlie. Ha llorado día y noche desde el baile de otoño, y parece que no hay nada que le pueda subir el ánimo. Y ella es su hermana menor Lola, está internada en el hospital, además de su intoxicación, se había cortado la muñeca y se estaba desangrando. Iba a pasar mucho tiempo ahí.


Charlie y yo estábamos en la sala de espera del hospital junto con el señor Summer, que no paraba de caminar por el pasillo llorando en silencio. A mi lado, Charlie apretaba sus puños y lloraba sin consuelo. Me paré de mi asiento y hablé con el señor Summer, llevaría a Charlie a dar un paseo largo para despejarlo.


Ambos nos subimos a la camioneta, manejé hasta encontrar un parque de niños abandonado y lejos del hospital, los árboles consumían la luz del sol en su totalidad, los rayos del sol se reflejaban en los espacios que dejaban las hojas una entre otra, Charlie se sentó en un columpio y empezó a llorar descontroladamente, apretó las cadenas del columpio y después, tomó su camisa desde el pecho y la apretó con fuerza.


Me senté en el columpio azul de al lado, empecé a mecerme despacio, nuestras piernas quedaban totalmente dobladas en los oxidados asientos, el chirrido de mi movimiento no opacaba el llanto desesperanzado de Charlie, no me atrevía a verlo a sus ojos, y era lo que más me gustaba de él, ver sus pupilas dilatadas cuando estaba feliz.


Esta era la primera vez que lo escuchaba llorar tan amargamente, traté de mantener mi mente despejada de todo, pero lo único en lo que podía pensar era sobre cómo ayudar a mi gran y único amigo, no sabía qué hacer, nunca me había preparado para esto.


De repente se calló y volteé a verlo abruptamente, sus ojos clavaron sus pupilas en las mías, sus ojos estaban hinchados y rojos, las lágrimas escurrían aún, y su roja nariz estaba húmeda, sus manos volvieron a las cadenas oxidadas y después de un largo tiempo de puro silencio, empezamos a escuchar con detenimiento el sonido de las ramas de los árboles al danzar con el paso del viento.


Él no me había visto de esa manera antes, como si buscara una respuesta o algún indicio de mí, o tal vez no pensaba en nada y en todo a la vez, deseaba poder leer su mente tal y como él me leía, con sólo mirarme él sabía exactamente lo que sentía y pensaba. Interpreté su mirada a cielo como si fuera a decirme algo muy complejo, algo que quería hablar conmigo desde hace mucho. Yo siempre iba a estar para él cuando me necesitara, y aquí era cuando al fin podía servirle de algo a mi mejor amigo.


─ A veces... ─Comenzó con una voz ronca, habló alargando las sílabas con dulzura, como si le hablara a un niño pequeño que necesita recordar algo importante. ─...Pienso en irme muy lejos de este maldito lugar, pero no por un momento sino para siempre.


Mi corazón empezó a latir muy fuerte y mis manos sudaban a pesar de que hacía muchísimo frío, ninguno había traído una chamarra para abrigarse. Mi boca se secó y al tragar un poco de saliva sentí lo áspero de la crudeza de las palabras de Charlie.


─Yo he pensado en suicidarme. ─Confesó bajando la cabeza como si le pesaran sus propios pensamientos. Volteé a verlo asustado, él nunca había presentado síntomas de depresión o de tendencias suicidas, ese día me estaba mostrando una de sus caras más profundas y escondidas, y aunque me sentía halagado, tenía miedo. Él lo era todo para mí, mi infancia, mi felicidad, mis momentos graciosos, mi primer amor... No podía perderlo, no a él.


Como dije antes, él podía ver todo de mí con tan sólo mirarme, pero esta vez ni siquiera volteó a verme para saber que tenía miedo. Volteó con una sonrisa forzada que no duró mucho, estiró su mano sucia por el óxido y con el dorso de su mano secó una lágrima que se me había escapado. ─No me conoces realmente. ─Sentenció con una mirada seria, volví a tragar saliva, yo sabía que no lo conocía lo suficiente, a pesar de estar casi toda mi vida a su lado, por eso siempre quise saber más de él. Dejé soltar un suspiro, mi vista se había nublado por las lágrimas que se amontonaban, sólo distinguía su cabello rubio desenmarañado y su piel resplandeciendo por las luces que se movían por su cuerpo.


─Si me conocieras, sabrías que no podría hacerlo por más que lo anhelara. ─Tragó saliva. ─No sería capaz de abandonarte, ni de romper la promesa con mi madre. No sería capaz de hacerle esto a Lola, ella no lo merece, ella no merece todo lo que le ha pasado, ella no merece esto...


"Ella merece ser feliz" pude escuchar desde sus sollozos. Me paré del columpio y lo abracé, pronto sus lágrimas empaparon mi camisa, sus manos apretaron mi camisa con fuerza y su calor me hacía sentir que ambos éramos uno.


─Tú también... ─Lo acerqué a mi pecho un poco más y mis labios rozaban su oreja izquierda. ─Mereces ser feliz.


Me soltó despacio.


Alzó su cabeza y me miró de nuevo.


Sus labios se movieron, pero no salió ningún sonido de su boca.


Acostados en el pasto, saqué un porro para fumar, las estrellas se veían más brillantes así. Charlie me pidió un poco, y empezamos a fumar por un largo rato. Al menos ya no llorábamos, pero estaba bien llorar entre nosotros, no nos juzgábamos y podía entenderlo perfectamente. Empezó a sonreír ampliamente y después reía por momentos aleatorios. Estar en esa condición sólo me hacía apreciar todas sus facciones, desde sus cabellos brillantes hasta sus manos ásperas.


─Me alegra que Katherine haya salido conmigo. ─Balbuceó, aún tenía una sonrisa en su rostro. ─Adoraba cuando me besaba, porque yo sentía muy dentro de mí que sus labios encajaban perfectamente con los míos, aún puedo sentir sus pequeñas manos en mi rostro después de acostarnos en la cama diciéndome lo mucho que me amaba, sus palabras siguen quemando mi interior recordándome que jamás podré amar tanto a alguien como la amé. Quiero gritarle para que vuelva a mi lado, porque sé que en el fondo debe amarme, no pudo haber mentido sobre eso... Quiero creer eso, aunque se haya acostado con alguien más. Aún no sé por qué no fui lo suficientemente bueno para ella, ¿qué hice mal?


Se sentó y volteó a verme.


─Dime, Marv. ─Tomó mi camisa y me atrajo hasta él con violencia. ─ ¡DÍMELO AHORA!


El miedo me obligó a quedarme quieto.


─Dime por qué no me amó tanto como yo la amé.

Charlie y LolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora