Aim, Fire

Los resortes de una cama rechinando era el único sonido que llegaba hasta a él, y por un momento agradeció internamente que no escuchaba los sonidos de la pareja que presumiblemente no estaba jugando cartas sobre la cama de una manera entusiasta. Estaba consciente de todo a su alrededor, a pesar de que el día ameritaba un poco de descanso. Y aunque los sonidos sean lo suficientemente altos para mantenerlo despierto, desde luego no era eso lo que lo tenía desvelado. La causa era una que ya era rutina para Will, y no se alarmó cuando vio el reloj junto a su cama y marcaba 1:27 en números grandes y verdes. Cada noche, antes de empezar una nueva misión, se quedaba hasta muy tarde pensando en su futuro, y dudando cumplir con ella. ¿Valía la pena seguir arriesgándolo todo por alguien que no se preocupaba por él? Un simple desconocido que depositaba unos cuantos millones para que un pobre imbécil muriera en su lugar.

Una y otra vez se encontraba considerando la idea de arrojar todo por la ventana y simplemente dejar su trabajo. Pero creía que podía salvar una vida. Una vida. ¿Cómo podía él dejar que aquel desconocido corra peligro? ¿Y si tiene hijos, una familia? ¿Y si busca la redención y sentará cabeza después del peligro al que se enfrenta? ¿Y si...? Y si, y si, y si. Una y otra vez se encontraba jugando con la idea de dejar esa vida de gitano para arrepentirse de siquiera haberlo pensado. Una y otra vez conciliaba el sueño, para estar alerta al día siguiente, donde otra vida se pondrá en sus manos y será él quien tenga el honor de protegerla a toda costa.

Las delgadas paredes de la pobre habitación que pudo rentar para la noche dejaron de emitir sonidos, para abrir paso a las sirenas de los policías y unos cuantos autos cruzando la calle o casi derrapando y arruinando sus llantas en una maniobra. Era su canción de cuna predilecta. Mira el techo raído y con manchas de humedad, y es lo último que recuerda.

Esa noche, sueña con un hogar.