Era invierno en Hogwarts y había llegado la mágica etapa del año cuando los alumnos dejaban el castillo para ir a sus hogares a pasar las fiestas… y les dejaban el castillo a unos pocos que disfrutaban de lo grande.
Pero no este año, créanme.
El tan apreciado director de Hogwarts (que no será tan apreciado luego de esto) decidió que había que hacer algo nuevo para celebrar la primera navidad luego de la derrota del lord oscuro.
Durante la cena del lunes, una semana antes de que los alumnos se retiraran a sus casas a descansar, el director se propuso hablar.
Todos los alumnos sabían que algo sucedería, porque la sonrisilla del director no pronosticaba nada bueno.
—Se acerca navidad, como ya saben… Bueno ¿Tú lo sabes, Severus?—el aludido frunció el ceño, confundido—. No parecería. Sigues con la misma cara amargada de siempre, muchacho.
Ante las palabras del director el Gran Comedor se llenó de risas que cesaron de forma tan repentina como habían llegado, ahogadas por la mirada asesina de Snape que prometió que los exámenes de esa semana ahora serian el doble de difíciles.
—Podrías sonreír de vez en cuanto—le comento Dumbledore al profesor, mirándole con su sonrisilla—.
—Y tu podrías meterte en tus propios asuntos, Albus—le contesto Severus en un gruñido, fijando la mirada en su plato de comida—.
El director hizo una mueca burlona a espaldas de Snape, la cual provoco otra gran ola de risitas.
—Vale, vale, no perdamos el punto, alumnos. Se acerca navidad, y este año decidí que era hora de traer al castillo mi tradición favorita—comento el vejete, y por su rostro se notó que no hablaba precisamente de decorar el árbol o hacer galletas—. Los elfos domésticos han llenado el castillo de…—hizo una pausa dramática para crear expectativa, lo que logro que los alumnos comenzaran a revolverse de forma nerviosa en sus asientos ¿Qué maldad habría hecho Dumbledore para estar tan feliz?—. ¡Muérdago!
Ante el anuncio prácticamente todos los alumnos suspiraron de alivio, desde el más joven de los alumnos de primero hasta el más viejo de los profesores (No le digan a McGonagall que me referí a ella como vieja, por favor, o me matara). La tradición de Dumbledore seria solo el tonto e inofensivo muérdago. ¿Qué podía salir mal con el muérdago? Si terminas parado bajo un muérdago con alguien que no te gusta, simplemente lo ignoran ¿No? Eso pensaron todos en el Gran Comedor. Pobres ilusos.
—No he terminado, alumnos—dijo el anciano director, aunque podría jurar que miro a Snape mientras hablaba—. Sé que muchos de ustedes suelen saltarse esa tradición ¿No es verdad? Pero esta vez, la tendrán complicada. Son muérdagos mágicos, los cuales solo les permitirán irse una vez que hayan cumplido con la tradición del beso, y están hechizados especialmente por mí, por lo que créanme cuando les digo que hay una sola persona en este castillo capaz de librarles de ellos, y podría jurar que no lo haría ni aunque prometieran limpiar los calderos durante el resto del año—la sonrisa burlona de Dumbledore hizo que el profesor Snape se encogiera aún más en su asiento. Lo que menos le emocionaba de las jodidas fiestas seria tener que estar escapando de malditos muérdagos hechizados por ese vejete chiflado que debería comprarse televisión por cable y dejar de molestar a los demás—. Les he agregado un par de sorpresas que seguro los entretendrán—dicho esto dio por terminado su discurso y se volvió a sentar dispuesto a cenar, sin prestar la mínima atención a los murmullos que llenaron el Gran Comedor de golpe—.
Los alumnos comenzaron a hablar de golpe y porrazo, especulando acerca de los muérdagos y esas supuestas sorpresas, preguntándose si habría reglas acerca de la edad, el sexo o entre alumnos-profesores… y, como no, más de una persona ya estaba planeando como utilizarlo a su favor. Chicas que querían besar a sus amores platónicos, chicos que querían besar a la tía buena que veían por los pasillos… hasta había un par de alumnos interesados en los profesores… bueno, no. Para ser más precisos, en un profesor. El nuevo profesor de defensa contra las artes oscuras, el guapo y joven profesor.
Harry Potter.
Luego de la guerra repetir el último año había sido opcional, y cuando el director se enteró de que Harry no lo repetiría no tuvo mejor idea que correr a ofrecerle el puesto de profesor contra las artes oscuras (lo que no le gusto para nada a Snape, como podrán imaginarse). El muchacho, ante ninguna mejor proposición, había aceptado. Luego de luchar contra la magia oscura y el señor que la dominaba, a Harry se le habían ido las ganas de ser auror, y él sentía que no había un verdadero lugar en el mundo mágico para él ahora que ya no lo necesitaban para salvar el mundo, así que ¿Por qué no? Poder vivir en Hogwarts era como un sueño hecho realidad, sobre todo ahora que él daría clases y no las tomaría.
—Oye, Dumbledore…—comenzó a murmurar el muchacho, sentado a la derecha del director—.
—Harry, ahora eres un profesor, puedes llamarme Albus—le recordó el director, interrumpiendo—.
—Eh, si… Albus, ¿Crees que esto es una buena idea?—cuestiono Harry, dudoso. En esos pocos minutos que llevaban luego del anuncio de Dumbledore, los alumnos ya habían armado tal revuelo que estar en el Gran Comedor era ensordecedor—.
—Si no lo probamos, muchacho, nunca lo sabremos—contesto el director, más interesado en su puré de patatas que en Harry—.
—Pero… hay una brecha de edad muy grande entre los alumnos, Albus. Y no podemos dejar de tener en cuenta la sexualidad de cada uno de ellos… y hay alumnos muy tímidos; podrían sufrir ataques de nervios ante este tipo de situaciones…
—Severus, muchacho—dijo el director, interrumpiendo a Harry—, ¿Por qué no le contagias un poco de tu indiferencia a Harry, a ver si se calma?
El profesor bufo y le dirigió una mirada asesina a Harry.
Era verdad. Ambas personas a los costados de Dumbledore estaban en situaciones completamente opuestas. A la derecha, Harry, a punto de sufrir su propio ataque de nervio ante las posibilidades. A la izquierda, Severus, completamente indiferente por los alumnos, únicamente furioso por los estúpidos muérdagos. En medio, Dumbledore, quien miraba su comida como a un potencial amante.
—Hablo en serio—se quejó Harry, irritado por el poco interés del director—.
—Confía en que todo saldrá bien y todo lo hará, muchacho—aseguro Dumbledore—.
—Deja de venderme malas frases de autoayuda—le soltó Harry, molesto, antes de levantarse, dispuesto a irse de allí en ese instante. A decir verdad, se sintió un poco decepcionado cuando el director ni siquiera volteo a mirarle—.
El profesor se refugió en su habitación antes de que ningún alumno con las hormonas revolucionadas decidiera seguirle, y por ende se perdió toda la diversión.
En cuanto la cena termino, los muérdagos entraron en acción y pronto se revelo que eran aquellas sorpresas de las que hablaba Dumbledore.
No eran los típicos muérdagos de date un beso de patito y olvídalo, claro que no. El grandioso muérdago analizaba cuantas veces las dos personas habían ignorado la tradición, y en consecuencia les daba tareas que iban desde un beso hasta manosearse en medio del pasillo (apto para mayores de dieciocho, claro, que Hogwarts no quiere más denuncias. Luego de saber que el mismísimo Voldemort había estado en el colegio, claro que los padres no estuvieron felices, y no hay que darles más razones para enfurecerse). Había límites de edades, claro. No más de cinco de diferencia entre alumnos, dos para aquellos menores de trece años. Los profesores no tenían ninguno (por lo que Harry procuro mantenerse alejado de McGonagall un tiempo).
Menos de veinticuatro horas después de la aparición de los muérdagos ya eran el único tema sobre el cual se hablaba en la escuela.
Habían sucedido toda clase de cosas. Chicos besando chicas, chicas besando chicos… Chicas besando chicas, chicos besando chicos. Alumnos besando profesores… mentira, eso aún no sucedía. El único profesor que entraba en los límites de edad había estado enfurruñado en su habitación. Pero sí que había habido profesores besando profesores (se imaginaran que el rumor de que McGonagall y Snape en un mismo muérdago había corrido por el castillo a la velocidad de la luz, aunque Snape se había cargado la estúpida planta antes de verse obligado a nada).
Ahora que estamos en un maravilloso contexto, vayamos a la historia que realmente nos interesa:
La situación de los muérdagos apenas mejoro un poco cuando los alumnos se fueron a sus casas, al menos para Harry.
El profesor se las había arreglado para evitar los muérdagos toda la semana (lo que créanme que fue difícil, considerando que lo seguían decenas de chicos y chicas rogando a Merlín y Morgana por poder besarlo), pero los alumnos parecían cada vez más decididos a lograr su cometido, tanto que para vísperas de navidad un grupo de más de veinte chicos lo esperaba en la entrada del Gran Comedor, como soldados a punto de ir a la batalla.
Claro que Harry salió corriendo en dirección contraria, seguido por los alumnos a poca distancia. En cuanto doblo una esquina el muchacho saco de su túnica la capa de invisibilidad y se la puso de cualquier manera, viendo como los alumnos pasaban corriendo a su lado sin verle, maldiciendo por lo rápido que corría. ¿Qué clase de revolución de hormonas tenían esos adolescentes? ¡Tenían apenas uno o dos años menos que Harry, y sin duda el no correría así por intentar besar a absolutamente nadie!... vale, quizá lo haría por alguien, pero… pero eso no importaba. Ya no.
En cuanto el muchacho dejo de escuchar los pasos se fue en dirección contraria, planeando ir por los pasillos secundarios a la cocina. Allí seguro que nadie intentaría besarle…
Harry iba tan enfurruñado en su molestia contra los alumnos que no le dejaban disfrutar las fiestas en paz que ni siquiera vio a otra persona en el pasillo, y es obvio que esta otra persona tampoco lo vio porque aun llevaba la cama de invisibilidad.
Potter choco contra alguien y por poco se cae al suelo, pero sí que soltó un gritito sorprendido. Vaya, pero que varonil que eres, Potter.
—Potter—oh, no—.
El gruñido venia nada más y nada menos que de Severus Snape, quien lo miraba con completa furia. A pesar de que ahora ambos eran profesores Harry aún se sentía como un alumno aprueba junto a Snape, sobretodo porque este lo trataba como tal.
—Perdone, profesor—murmuro el muchacho, agachándose de inmediato a recoger su capa caída—.
—Por milésima vez, Potter, no soy tu profesor—gruño el hombre, molesto, en cuanto Potter se levantó. Ambos se quedaron allá parados y Snape enarco una ceja—. ¿Y bien?
—¡Oh, sí!—Potter de inmediato se corrió a un lado, con la mirada gacha. Desde la guerra la presencia de Severus Snape lo ponía más nervioso que de costumbre; ya ni siquiera podía mirarle a la cara más de un par de segundos—.
—¡Potter, no tengo tiempo para esto!—gruño el hombre. Harry levanto la mirada, confundido. ¿Qué quería Snape ahora? Se sorprendido al descubrir que seguía frente al hombre ¿No acaba de correrse a un lado?—. Da igual—gruño el profesor y se dispuso a rodear a Potter y seguir su camino, pero ¡Oh, sorpresa! No puedo—.
Ambos profesores se miraron y luego miraron hacia arriba al mismo tiempo. Se encontraron con un muérdago que parecía reírse de ellos.
Harry comenzó a sudar en frio mientras Snape maldecía. No, esto no podía ser así. Snape no podía… no podía ser…
—La próxima vez mira por donde caminas, Potter—gruño el profesor, sacando su varita y apuntando a la maldita planta. “El profesor Dumbledore le manda recuerdos” susurro el muérdago en su mente con tono burlón (¿Las plantas pueden tener tono burlón?). Snape volvió a gruñir como una bestia enfadada y le lanzo un hechizo a la planta para poder acudir a la cena y terminar con todo eso de una vez—.
Severus intento marcharse, pero se encontró con que no podía. “A Dumbledore no le ha gustado nada eso de que se salte la tradición. Ha reservado unos castigos especiales para usted” susurro nuevamente el muérdago en su mente.
Severus maldijo en voz alta, preocupando a Harry.
—¿Qué sucede?—cuestiono. No se había atrevido a moverse de su lugar—.
—Dumbledore, eso es lo que sucede—gruño el profesor—. No se ha tomado nada bien que destruya sus muérdagos.
Harry no podía creer su suerte ¿Realmente el primer muérdago que Snape no podía destruir era el que los aprisionaba juntos?
—Entonces… ¿Qué hacemos?—cuestiono Potter, pasándose las manos por el desordenado cabello—.
—¿Hacemos? Tu y yo no haremos nada—gruño el profesor. “Sabes que no es verdad. Vas a tener que besarlo, y mucho más” susurro el muérdago en su mente. Snape tuvo que controlarse para que su rostro no se tiñera de rojo tanto por la ira como por la vergüenza—.
—Pero…
—Sin peros, Potter.
—¿Qué propones que hagamos, entonces? No puedes librarnos del muérdago con magia, y no podemos quedarnos aquí toda la noche… había unos chicos persiguiéndome, y en cuanto me encuentren tendremos a toda la escuela esperando aquí a que nos besemos—replico Potter—.
—Ese es tu problema—contesto Snape, encogiéndose de hombros—. Como tú nos metiste en este problema, si quieres salir encárgate tú. Después de todo, eres el profesor de defensa contra las artes oscuras. Un muérdago no debe ser problema para ti.
—¿Sigues enfadado conmigo por eso? ¡No fue mi culpa! ¡No pedí el puesto, me lo ofrecieron!—replico Potter, casi con desesperación—.
—No es mi problema. Encárgate tú, Potter—gruño el hombre, y sin duda se sorprendido cuando, en respuesta, Potter lo abrazo—. ¡¿Qué haces?!
—Dijiste que me encargara—murmuro el muchacho contra su hombro, negándose a mirarlo a la cara—. Lo estoy haciendo.
—No pienso hacer…
—Solo cállate y terminemos con esto—gruño Potter, interrumpiéndolo—.
Los brazos de Potter rodearon el torso del hombre y su respiración calentó su cuello. Su cabeza reposo en el hueco entre el hombro y el cuello de Severus, casi escondida.
El corazón de Severus comenzó a latir más rápido de lo que el hombre pensó que seria posible.
—Potter…
—Cállate.
Lentamente Snape rodeo a Potter con sus propios brazos, completamente embriagado por la cercanía de Potter. La esencia del chico llenaba sus fosas nasales, su cabello de hacia cosquillas en la barbilla, su respiración calentaba su cuello, el ritmo acelerado de su corazón…
“Vamos, quieres bajar más las manos” susurro el muérdago y Severus ni siquiera se resistió. Bajo uno de sus brazos hasta la cintura de Potter y la estrecho, haciendo que cada parte de su cuerpo tocara a Potter. La otra mano la subió hasta la nuca de Harry y enredo lo dedos en su cabello, acariciándolo.
¿Potter notaria lo mucho que le afectaba aquello? Snape tenía que controlarse para no temblar, para no ir más lejos.
La cercanía de Potter lo estaba volviendo loco.
Lentamente Severus comenzó a subir y bajar su mano por la espalda de Harry, convenciéndose a sí mismo de que lo hacía porque el muérdago se lo decía, aunque este se había quedado callado. Dibujo círculos en la espalda del chico, preguntándose como se sentiría la piel del chico bajo sus dedos…
Lo embriagaba el deseo de que el muérdago le pidiera más, para así poder hacer más. Poder acariciar su piel, poder besar su piel… poder besarlo a él.
De repente Potter dejo de ser un ente inmóvil y beso el cuello de Severus, haciendo que al hombre lo recorrieran mil y un escalofríos. Los labios del chico subieron y subieron, dibujando una línea de besos en el cuello del hombre. Siguió besando su mandíbula y se detuvo, ya de puntitas, sin alcanzar los labios del profesor.
Ambos se miraron durante un segundo. Severus estaba aterrado de besarlo y que todo lo que sentía, todo lo que había reprimido tanto tiempo, se revelara en ese beso.
Sin esperar más, Potter tiro del cuello del hombre y lo beso.
Los labios de Potter y Snape se reconocieron de inmediato, las lenguas de Harry y Severus se abrieron paso para comenzar con una danza lenta y apasionada, las manos de ambos se aferraron al otro casi con desesperación. Severus atrajo aún más a Potter contra sí, deseando que entre sus cuerpos no hubiera espacio…
Snape se alejó abruptamente de Potter, limpiándose la boca con el dorso de la mano.
—Listo.
El profesor se alejó sin mirar atrás, dejando a Potter atrás.
El chico se apoyó contra la pared, jadeando. Se dejó caer al suelo, sintiéndose una mierda. Atrajo sus rodillas contra el pecho y las abrazó, sintiéndose vacío. Apoyo la frente en sus rodillas, reprimiendo las lágrimas.
Aquel había sido el peor error que podría haber cometido.
Lejos de allí, Severus se decía lo mismo.
¿Cómo podría haber sido tan tonto como para besarlo? Después de todo el tiempo que lo había evitado, después de todo el tiempo que había fingido indiferencia, allí estaba, besando a Harry… ¡No! No Harry. Potter.
Ya nunca más seria Harry para él.
Y por eso mismo había tenido que dejar de besarlo, porque si no lo hacía… se olvidaría de todo. Olvidaría todas las cosas que habían sucedido, olvidaría todos los problemas, olvidaría todas sus razones… y caería nuevamente a los pies de Harry.
Y no podía hacerlo. No tenía fuerza para volver a ser rechazado por Potter.
Su “lo que sea” había terminado hacía mucho tiempo, y así se quedaría.
Severus ya no estaba de humor para ir a la cena, por lo que volvió a su despacho a no-dormir e intentar olvidarlo todo.
. . .
Severus no volvió a ver a Potter. Se conformó con pensar que se había ido con la comadreja y Granger y lo aparto de su mente, aunque con cada día que pasaba no podía evitar sentir más y más preocupación por el paradero de Potter. Él simplemente se había ido en plena noche, sin previo aviso, contra todos los planes… ¿Seria por el beso? Claro que no. Potter lo había superado hacía mucho tiempo. ¿Qué podría haberlo ahuyentado así, entonces?
Severus lo… lo extrañaba, sentado al otro lado de Dumbledore, siempre dándole vida a la mesa…
¡Maldita sea, Snape, contrólate! Sabes que eso es parte del pasado.
Severus destruyo todos los muérdagos que se encontró luego del beso.
. . .
—¿Harry?—eran más de las tres A.M. ¿Qué hacía Harry allí?—.
El chico se mostraba pequeño y tembloroso en el umbral de la puerta, a punto de desmoronarse.
—Lo bese—dijo con voz temblorosa—.
—Oh, Harry…—Hermione lo abrazó. Como si eso le hubiera dado permiso de romperse, el chico abrazo a su mejor amiga y comenzó a llorar—.
Rato después Potter se encontraba sentado en el sofá de la chica, con una taza caliente en sus manos y sus dos mejores amigos flanqueando sus costados.
—¿Qué paso?—cuestiono Granger, pasando una mano por la espalda del chico y abrazándolo con cuidado—.
—Dumbledore hechizo los muérdagos del castillo. Él y yo quedamos atrapados en uno, y… no era un muérdago normal. Me susurraba cosas, como si supiera lo que siento, lo que pienso… y dijo que debía abrazarlo.
—¿Abrazarlo? Pero la tradición es darse un beso bajo el muérdago…
—Fue una sorpresa de Dumbledore—explico el profesor, sorbiéndose los mocos—. Cuando lo abrace fue como si el tiempo no hubiese pasado, como… y luego lo bese…
La voz de Potter se quebró.
—¿Qué sucedió?—cuestiono Ron. Su voz dejaba entrever su confusión. Era quien más confundido estaba acerca de todo ese tema, y eso ya era decir mucho—.
—Él simplemente se alejó y dijo “listo”. Como si hubiera sido solo un reto… porque para él fue simplemente fue eso, Mione—la voz de Harry volvió a quebrarse mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos—.
—Oh, Harry—su amiga lo abrazo, queriendo consolarlo—. Sé que no es lo que quieres oír, pero… ¿No crees que esto es una señal de que deberías olvidarlo? Es decir, sé que lo quieres, pero el sentimiento no parece ser mutuo… y ha pasado suficiente tiempo para que él te dijera algo luego del… del beso. El primero. ¿No lo crees?
La verdad es que todo había comenzado mucho antes de ese beso en el pasillo que había terminado tan mal para ambos.
Lugo de la guerra de Hogwarts y la derrota del señor tenebroso trasladaron inmediatamente a Harry a San Mungo. Eso de morir/revivir no era algo fácil, y nadie quería arriesgarse a que el-niño-que-vivió-y-venció muriera (lo que cualquiera debería hacer luego de que le lancen el maleficio asesino ¿No?).
No pudieron mantener a Harry más de dos días en la cama. Ya saben lo cabezotas que es el chico. Para poder tenerlo en un terreno controlaron, le pidieron que fuera voluntario un par de días. San Mungo rebalsaba de heridos y un poco de ayuda nunca venia mal. Harry, con su eterno complejo de héroe, claro que no pudo decir que no. Primer le pidieron que visitara algunos niños para entretenerlos, luego algunos ancianos para contarles historias, que diera un par de charlas para entretener a los enfermos… Harry no se atrevía a decirles que no a pesar de que lo usaran prácticamente como un payaso de entretenimiento.
Un día enviaron a Harry a visitar a un paciente especialmente difícil. No podrían ni imaginarse la cara de Potter cuando descubrió que ese “paciente difícil” era Severus Snape. Herido casi de muerte por la mordedura de Nagini, el hombre a duras penas seguía vivo y parecía aborrecer estarlo.
Harry se había sentido extremadamente culpable, lo que a Snape le había parecido ridículo, pero en su estado nada había podido hacer.
Desde ese momento Potter había convertido a Snape en “su proyecto de caridad”. Iba a verle todas las tardes, se aseguraba de que siempre estuviera cómodo, le leía… con el tiempo el que hablaran había sido imposible de evitar, y ninguno de los podría haber imaginado lo rápido que se volvieron amigos. Tenían mucho más en común de lo que ninguno habría imaginado, pero había algo más… Al menos para Potter lo había habido.
Un día, ya más de un mes luego de la primera tarde que Potter se había aparecido por la habitación de Snape, Potter había estado en la habitación de Severus como decenas de otras veces. Harry había bromeado sobre algo que habían publicado en el profeta y Severus se había reído. Habían estado sentados uno frente al otro, muy cerca, y la risa de Severus había cautivado a Harry sobrecogedoramente. El chico se había acercado al hombre, o el hombre se había acercado a él; no tenía idea. La cuestión es que, de una manera u otra, sus labios habían terminado unidos.
Había sido menos que un beso, un simple roce, pero al retirarse precipitadamente Potter había visto el gesto horrorizado de Severus.
Simplemente se había ido, sin mirar atrás, sin poderse creer lo que había pasado. Tardo días en poder analizar porque había hecho lo que había hecho, y otras tantas semanas para reunir el valor suficiente para ver al hombre a la cara.
Cuando lo vio, el hombre no lo ignoro, no lo evito. Lo miro a la cara… y siguió de largo, completamente indiferente. Ni siquiera le había importado el beso, esa mirada lo había demostrado, y eso destrozo a Potter, porque para él ese beso lo había significado todo.
Claro que en aquel momento ya fue tarde para decirle a Dumbledore que había cambiado de opinión y quería estar lo más lejos posible del castillo (y de cierto profesor).
No había hablado directamente con el hombre ni una sola vez desde San Mungo, rehuyendo su mirada, excusándose para huir de su presencia, utilizando a Dumbledore como barrera cada día.
—No lo entiendes—contesto Harry, negando levemente con la cabeza—.
Tanto Hermione como Ron se tragaron sus ganas de decirle que claro que no entendían nada. ¿Cómo podrían hacerlo? Harry nunca les había explicado realmente lo que había sucedido. El chico simplemente les habida dicho un día que estaba enamorado de alguien que había conocido en San Mundo y “él” no le correspondía. Nunca había habido un nombre o una explicación.
—Explícanoslo—contesto Ron, impaciente—.
Harry simplemente negó con la cabeza.
—De por si no puedes simplemente elegir olvidar a alguien que quieres—contesto el chico—, pero mucho menos podré hacerlo ahora.
—¿A qué te refieres?—cuestione Hermione, viendo indicios de algo más en la cara de su amigo—. ¿Es por el beso?
Harry negó nuevamente y trago saliva sonoramente. Hizo una pausa antes de explicarse.
—Luego de la guerra… vino a visitarme una mujer. Dijo que yo había salvado a su hijo, y que quería recompensarme… me dijo que era vidente, y que… que encontraría al amor de mi vida bajo un muérdago—Potter se mordió el labio—; que sería la próxima persona que me besara bajo un muérdago…
Hermione entendió por donde iba la cosa.
—Harry, no creerás que…
—No lo creía, pero meses después de que me dijera eso, le profeta público un artículo que honraba los cinco años de muerte de la vidente Cassandra Vablatsky y… había una foto suya. Era igual a la mujer que me había visitado.
—¡Es imposible, Harry!
—¡Ya sé cómo suena, Mione, pero se lo que vi! Cassandra Vablatsky fue quien me hizo es predicción, y nunca fallaba.
—¿Crees que él es el amor de tu vida?—Hermione se veía escéptica—.
—Sé cómo suena, ¿Vale? ¡Sé cómo suena! Sobre todo luego de todo lo que paso, pero luego de ese beso… si, lo creo.
—Harry, lo mejor sería que ahora mismo te lo pienses. Duerme un poco, espera un poco. Date tiempo de saber si lo que sientes es más que la adrenalina del momento—le aconsejo su amiga—.
—Hermione, no lo entiendes. Cuando lo bese… fue como ver en su interior ¿Si? Fue como si aquello fuera mucho más que nuestras bocas juntas y nuestros cuerpos abrazados. Fue… fue como si estuviera viendo su alma… y por favor, no me digas que solo estoy cansado.
—Harry, sé que lo quieres, y que quieres creer que realmente es el amor de tu vida, pero quizá… quizá las cosas tenían que ser así. Quizá ustedes dos no debían estar juntos. Él siempre te hizo daño, sea o no lo que se propusiera. Quizá sea hora de que… lo dejes ir.
—¿Al estilo si amas algo déjalo ir?—cuestiono Potter con condescendencia—.
—Al estilo si alguien no es bueno para ti, sácalo de tu vida—replico su amiga—.
Harry se froto las sienes. ¿Podría tener su amiga razón? ¿Podría estar tan desesperado por mantener a Severus en su vida que utilizaría cualquier excusa? ¿Podría ser…?
—Creo que tienes razón—dijo el muchacho por fin—. Tengo que dormir.
Se froto las sienes, cansado. No quería seguir pensando. Quería apagar su cerebro, y la voz de Hermione, y la mirada de Ron… y el silencio de Severus. Siempre el silencio de Severus.
. . .
Despertó en mitad de la noche y vio una rendija de luz que salía de la habitación de sus mejores amigos. Estaba dormido en su sofá.
¿Qué hacían despiertos en plena madrugada? Los oyó hablar.
—¿Crees en lo que dijo sobre la vidente?—pregunto la voz de Ron en un susurro—.
—Creo que tiene el corazón roto y esta tan desesperado por fingir que no es así que hará lo que sea, hasta romper aun más su corazón—contesto su amiga—.
Harry espero a que se durmieran y se fue.
. . .
Potter se encerró en su despacho sin hacer caso a las lechuzas que le llegaban o a la gente que tocaba su puerta. Quería estar solo. Quería pensar.
¿Estaba realmente tan desesperado por implicar a Severus en su vida que sería capaz de inventarse una vidente que predijera que justamente él sería el amor de su vida? Es decir, si sonaba a una historia de locos… pero Harry aun recordaba el rostro de la mujer, las cálidas manos de ella sosteniendo la de él, su sonrisa. ¿Podría ser todo eso también un invento de su mente?
Harry ya no tenía ni idea de que pensar. Lo único que sabía es que le dolía el pecho y que quería a Severus allí. Como solución a ambas se pasó prácticamente toda la semana ebrio.
¿Para qué estar sobrio? Eso solo le recordaba que era un jodido loco patéticamente desesperado por amor.
La noche del treinta y uno de diciembre Harry despertó bañado en sudor. Ni siquiera recordaba cuando se había dormido. Sin duda, no había esperado que dieran las doce y comenzara el nuevo año.
El estómago de Harry gruño y su cabeza palpito.
Necesitaba desesperadamente un sándwich y una aspirina.
Y una menta. La boca le sabía a diablos.
Eso es lo que te sacas por pasarte una jodida semana ebrio.
Harry encendió la luz y miro alrededor. ¿Cómo había llegado su habitación a tal grado de desorden?
¿Qué olía tan mal? ¡Joder, era él!
Harry suspiro. Se daría una ducha, se pondría ropa que no apestara a muerte e iría a la cocina a buscar comida.
Si. Eso haría.
Quince minutos después, Potter salía de su habitación, haciendo una nota mental: no volver a embriagarse durante una semana entera por tener el corazón roto.
Había hecho tal desastre dentro de su habitación que tardaría más en limpiarlo que en olvidar a Severus.
Los pasillos de Hogwarts estaban helados y desiertos. ¿Qué acaso ahora que el trio de oro había abandonado la escuela ya nadie se saltaba las normas y andaba fuera de sus casas luego de la medianoche? ¿Ni siquiera en año nuevo?
Harry escucho un correteo en un pasillo cercano y prácticamente al segundo siguiente había una chica sobre él, complemente desorientada.
—¡Profesor Potter!—murmuro la chica, completamente avergonzada. Harry no terminaba de saber si estaba avergonzada porque Harry, un profesor, la había atrapado fuera de la cama o porque lo había tirado al suelo… o porque llevaba orejas de gato. Orejas de gato reales—.
—Un placer, ¿Vienes siempre por aquí?—cuestiono Harry, haciendo una mueca—.
—¡Nunca rompo el toque de queda!—aseguro la chica, nerviosa—.
—Era solo un chiste—contesto Harry, soltando una risita—. ¿Estás bien?
—Si. Perdóneme por tirarlo—dijo la chica, levantándose de inmediato—.
—No hay problema. Yo que tu agradecería que no fue peor. Una vez yo me escape y me coche a Filtch—le conto Harry, recordando cómo casi se gana un año entero de castigos. De no ser por su maravillosa capa de invisibilidad, aun seguiría castigado—.
La chica rio. Pareció tener como quince años.
—Eso hubiera sido malo, considerando que hoy hacia guardia Snape.
Harry hizo una mueca al escuchar el nombre y se levantó. Como siempre que escuchaba el nombre de Snape últimamente, ya no tenía ganas de hablar.
—Ve a tu casa antes de que él te vea, entonces. Y… mañana ve a ver a Pomfrey por esas orejas—dijo Potter y la chica enrojeció—.
—¿No va a castigarme?
—Sería bastante hipócrita luego de lo que acabo de contarte ¿No crees?—cuestiono y la chica sonrio, aliviada—.
—Gracias, profesor.
Harry aún no se acostumbraba a que le llamasen así.
Espero a que la chica siguiera su camino, pero ella no se fue.
—¿Puedo ayudarte con algo más?—cuestiono Harry, frunciendo el ceño—.
La chica tenía los ojos abiertos de par en par. Señalo arriba.
Como no, había un jodido muérdago.
Harry ya había comenzado a odiarlos, sin duda.
—Joder—murmuro, irritado—. Si le dices de esto a alguien, hare que tengas que cumplir un mes de castigo con Filtch—amenazo el chico. Lo único que le faltaba es que andarán diciendo que beso una alumna ¡Ya de por si no le trataban con demasiada seriedad! Es decir, tenía dieciocho años. Daba clases a alumnos con más años que él—.
—No diré nada, lo juro.
Harry suspiro e ignoro los comentarios sarcásticos del muérdago en su cabeza. Tomo a la chica de los hombros y la beso sin más. Sus labios se movieron al mismo ritmo y sus alientos se mezclaron.
Y luego simplemente se retiró, porque ese beso había sido un mero trámite y simplemente quería irse.
—¿Incitando a las próximas generaciones a que sigan tus ejemplos de triste rebeldía, Potter?—cuestiono una sarcástica voz a su espalda, haciendo que lo recorriera un escalofrió—.
—No sé a qué te refieres—contesto Harry sin mirarle. Dejo caer sus manos a los costados y le dedico un intento de sonrisa tranquilizadora a la chica de orejas de gato, que estaba completamente horrorizada—.
—¿Estar en el pasillo, luego del toque de queda, con una alumna?
—Yo ya no tengo toque de queda, ni controlo a los que sí lo tienen—contesto en tono indiferente Harry—.
—¿Y por eso los besas?
—No. Yo simplemente cumplo las reglas de la estúpida tradición de Dumbledore, en lugar de destruir todos los muérdagos y provocar la ira de Dumbledore—dijo, dirigiéndole una mirada acusatoria a Snape. El hombre tenía cara de querer gritarle, pero dirigió su mirada a la chica con orejas de gato—.
—Smith, vete a tu cama. Luego hablaremos de tu castigo—gruño el hombre y la chica prácticamente salió corriendo, agitando una cola de gato—.
Snape y Harry se miraron con furia.
—¡Me desautorizas completamente frente a los alumnos!—replico Harry, furioso—.
—Yo no soy quien los besa—contesto en tono sarcástico el profesor de pociones—.
—¿Y a ti que más te da a quien bese?—cuestiono Harry, molesto—.
—¿Quién dijo que me importa?—cuestiono con frialdad Severus—.
—Pareces muy interesado en que bese a Smith—contesto Potter—.
—Es una alumna.
—¿Y? tiene tres años menos que yo. Bien podría ser, no sé, mi novia.
—¿Para cuándo la boda?—cuestiono Snape con frialdad—.
—Tranquilo, que aunque fuera no te diría cuando es—contesto Potter en tono rabioso—.
—Pero no será, porque eres más de los que besa una vez y se va ¿No?—cuestiono Snape, igual de furioso—.
—¿De qué rayos hablas?—cuestiono Harry, sin saber porque Snape estaba tan enojado con él—.
Como respuesta Severus lo empujo contra la pared, lo acorralo y lo besarlo.
Harry como respuesta inmediata rompió el beso, mirando a Snape con los ojos del tamaño del plato.
Ambos se miraron durante un segundo, sin ninguna idea de que hacer.
Luego Harry lo tomo del cuello de la túnica y volvió a besarlo.
La boca de ambos parecían igual de desesperadas por ese beso. Sus labios se movían a un compás desesperado mientras sus manos se aferraban como si no hubiera mañana. Severus había rodeado la cintura de Potter con una desesperante delicadeza mientras que Harry había enredado ambas manos en el cabello de Snape y tiraba de este sin remordimientos. La lengua de Snape se abrió paso a la boca de Harry y este le abrió el paso sin pensar en que estaba pasando; su mente estaba completamente nublada con la satisfacción del momento.
Potter deslizo sus manos bajo la túnica de Snape, palpando la piel de su espalda y su abdomen. Ya no le importaba ser indiscreto. Solo quería más. Más de Snape.
Los dedos de Severus trazaron la cadera de Potter, haciendo que el chico se estremeciera. Sus dedos helados acariciaron la columna vertebral de Potter.
Sin previo aviso Snape lo cargo como si pesara lo mismo que una pluma y lo aplasto aún más contra la pared, haciendo que la fricción entre fuera dolosamente excitante.
Los helados labios del hombre trazaron un camino por la mandíbula de Potter hasta su cuello, haciendo que este se estremeciera completamente.
—¿Dónde está tu habitación?—cuestiono Snape mientras mordisqueaba su cuello, haciéndolo gimotear—.
De golpe y porrazo Potter volvió a la realidad, como si le hubieran tirado un balde de agua helada encima.
—No voy a acostarme contigo—jadeo, sintiéndose sucio. ¿Cuándo se había convertido en la clase de chico que se deja hacer de todo en la oscuridad?—. Suéltame.
—¿Qué te suelte?—Snape estaba perplejo—.
—¡Si, suéltame!—replico Potter, a punto de comenzar a temblar. Una gran erección adornaba la entrepierna de Severus—.
El profesor de pociones lo soltó abruptamente. Harry se esperaba alguna pregunta. Una queja, al menos. Pero Snape simplemente se dio vuelta, dispuesto a irse.
—¡Te odio!—murmuro Potter sin poder evitarlo cuando el hombre estaba por abandonar el pasillo—.
—¿Por qué? ¿Por qué todo siempre es mi culpa?—cuestiono Snape, furioso—.
—¡Tú me besaste!
—¡Y tú me devolviste el beso!
—¡Pero tu querias acostarte conmigo!
—¿Y qué rayos querías tú? Porque tu erección dice que querías lo mismo que yo—gruño el hombre furioso—.
—Nunca quería lo mismo que tú.
—Oh, ¡Pues perdóname por no ser suficiente para el niño que vivió y venció, el grandioso Harry Potter!—dijo con la voz cargada de sarcasmo—.
—¡No se trata de eso, idiota!
—¿Y entonces de que se trata?
—Se trata… se trata de que no te importó.
—¿Qué rayos no me importo?
—El beso—susurro Potter mirando el sueño—.
—¿El beso?
—El beso.
—¿Dices ese luego del cual me miraste horrorizado y saliste huyendo?—cuestiono el hombre en tono sarcástico y molesto—.
—¿Ese luego del que me ignoraste completamente?—le devolvió la réplica Potter—.
—¿Ese luego del que no volviste?—Harry se sorprendió al notar dolor en la voz del hombre—.
Hizo una pausa.
—Pensé que no querrías que volviera—susurro—.
—Pensé que no querías volver.
—Nunca quise irme—dijo Potter sin proponérselo, y de inmediato bajo la mirada, completamente avergonzado—.
—Nunca quise que te fueras—susurro Severus en su oído, sobrecogiéndolo—.
Harry cerró los ojos, embriagado por la cercanía del profesor de pociones.
—No estoy jugando.
—Yo tampoco.
—No quiero ser un revolcón de una noche.
—¿Quién que te ha pedido que seas eso?—Potter podía sentir el aliento del profesor en su oído, y lo estaba volviendo loco—.
—¿Esto es en serio?—cuestiono Harry, sin atreverse a creer que aquello estuviera pasando—.
Severus hizo una pausa y luego volvió a susurrar en el oído de Harry.
—Te quiero.
Harry lo miro a los ojos. Los oscuros orbes que Severus llamaba ojos le devolvieron la mirada. En los ojos del hombre no había una pisca de broma.
—Repitelo—susurro Harry—.
Severus sonrio apenas.
—Te quiero.
En contestación Harry lo beso.
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¡Hello, people! He aquí por fin el especial de los mil seguidores. Me he pasado un poco del plazo, pero quería que quedara bien.
La idea del muérdago la había escuchado una vez, una chica me había preguntado por un fanfic casi y me había sonado muy interesante. La verdad es que nunca encontré la historia y decidí hacer mi propia versión.
Y bueno, eso (?) espero que les haya gustado el especial, nos vemos el próximo siglo.
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Tradiciones De Navidad
FanfictionDumbledore decide que la primera navidad luego de la derrota de quien-tu-sabes deberia ser memorable, por lo que decide incluir en Hogwarts su tradicion navideña favorita, la que genera que surjan a la luz los problemas de cierto chico con una pecul...