Puedo escribir esta noche los versos mas tristes
Pablo Neruda
Lloraba, y sus lágrimas caían angustiosamente formando regueros de dolor en sus mejillas. Moría, y el alma huía corriendo de aquel escenario de dolor llevado por las alas del sufrimiento.
Su vida no había sido larga, bonita o buena, sino corta y muy jodida. Pensó en su madre, esperándole para cenar, manteniendo la sopa caliente, mirando el reloj con impaciencia... ¿Lloraría su muerte o se sentiría aliviada?
Le ardía el vientre y la lengua estaba tan seca que se le pegaba al paladar. Dolía, y el dolor era bienvenido porque mientras durase significaba que aun vivía, que su corazón aun golpeaba con fuerza en su pecho. La gente gritaba a su alrededor, pero las palabras sonaban vacías y sin significado; ninguna voz era distinta a las demás, todas eran frías, distantes, anodinas como el sonido del altavoz anunciando la llegada de un nuevo tren en la estación.
Moría, la vida se fugaba de su cuerpo esparciéndose con el charco de sangre que rellenaba las fisuras del empedrado, dibujando en el suelo figuras carmesí.
Su muerte no tenia sentido, ni motivo, ni razón; aunque seguro que las malas lenguas dirían que se lo tenía merecido, que no se puede vivir como él quiso hacerlo sin pagar un precio.
Siempre supo que se iría así; los duendes se lo susurraban cada noche cuando cerraba los ojos: con las tripas desparramadas formando cenefas.
Sexo, drogas y rock'n'roll. Casi era irónico que el causante de su muerte fuese el sexo, aunque hubiese preferido un polvo descomunal antes que una navaja...
Jamás debió fijarse en Agnes; en sus muslos mojados, sus pechos revolucionarios, sus pezones siempre excitados... Caminaba calle arriba y calle abajo contoneándose, subida sobre tacones imposibles, con sus nalgas al aire proclamando la calidad de la mercancía.
Enamorado de una puta de 25 años. Y como todas las putas, tenía un dueño, un tipo bajito y calvo que gastaba una mala hostia impresionante.
Pero él era estúpido, ciego y romántico, un soñador que buscaba en las drogas y el alcohol sueños que nunca llegaron hasta que la encontró.
Pero al lado de Agnes se tornó pesadilla cuando abrió los ojos a la realidad oscura de la vida de esa mujer, transcurrida entre sábanas sucias y jeringuillas compartidas.
Intentó salvarla ¡cómo no! El caballero andante tenia que probarlo, pero su Mordred le esperó en el portal de su casa y con una sola puñalada se lo arrebató todo mientras le susurraba en el oído:
-Te equivocaste, chaval.
Y murió, con 22 años recién cumplidos, los sueños riéndose en su cara y cien enanos bailando a su alrededor.