Pequeñas personas.

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Es normal que una familia que consiste en un padre, una madre, dos hijos y sus tres mascotas, se muden a una casa algo espaciosa, ¿verdad? Porque seguramente los padres quieren ver a sus hijos correr por el jardín, o lanzar la pelota al perro y gritar "¡Max, ve por ella". Todas las familias deberían de tener una vida normal, sin problemas.
Adam, un hombre de 46 años que trabaja en su propio negocio, una farmacia, se acababa de mudar con Alicia, su amada esposa de solo 40 años. La hermosa pareja también tenía dos hermosos retoños, Raul y Wendy, de nueve y siete años, respectivamente.
Los niños eran un amor, eran buenos estudiantes, hijos y hermanos. Se trataban unos a otros con mucho cariño y respeto, eran amados.
Alicia, la señora de la casa, propuso mudarse a una casa de dos plantas que si bien era un poco cara, valía la pena ya que se encontraba en un vecindario bueno, además era perfecta para sus hijos.
Tardaron un mes en arreglar todos los papeles y finalmente mudarse con los ahorros que habían tenido desde hace años, desde que nació Wendy.
Al llegar se dieron cuenta de lo mejor, que la casa no tenía ninguna fuga, humedad o falla eléctrica. Pronto bajaron los muebles del camión de mudanza que soltaba mucho humo negro de la parte trasera.
Un hombre regordete y uno delgado, ambos usando una gorra hacia atrás, bajaban el sofá juntos, dejándolo en la sala de la casa. Raul, el pequeño niño, miraba el patio trasero, un lugar lleno de árboles, césped brillante, una que otra flor, pero algo opacó todo. Se trataba de un viejo árbol muerto, sin hoja alguna en sus ramas que, apegado en el a su tronco, tenía una enorme piedra que parecía ocultar algo. Curioso como todo niño de su edad y además sintiéndose valiente, quiso mover aquella piedra pero de verdad pesaba demasiado.

-¡Raul! - Gritaba la pequeña Wendy detrás del niño, castaño y delgado con algunas pecas. El contrario ante tal grito inesperado, dio un gracioso salto por el susto, volteando a ver molesto a su hermana. -

-¿Que quieres? Estoy ocupado... Quiero saber que hay detrás de esta piedra, ¿me ayudas? - Con un tono mas amable se apartó y dejo ver la piedra, una que medía aproximadamente 50 cm. La pequeña niña pelirroja con cola de caballo para sujetar su cabello, se acercó a la piedra curiosa y miro el suelo. Aquella tierra seca tenía una lombriz retorciéndose, provocándole asco y apartándose.

-No... Guacala. Tal vez tenga mas gusanos allá abajo... Mejor ven, papá ya bajo nuestras cosas. - Tomo la mano de Raul y le forzó a ir a la casa de nuevo. Raul no pudo evitar ver hacía atrás, hacia aquel curioso arboles que movía las ramas por el aire, provocando un sonido extraño en el ambiente mientras el sol empezaba a ocultarse entre las nubes. Sus pasos resonaban en el pasto hasta que entraron a la casa. Wendy limpió sus pequeños zapatos rosas en el césped, para no manchar la casa de lodo. Al contrario Raul solo entró, manchando el suelo. - Mamá se va a enfadar... Uf. Tengo hambre... - Comentó la niña con una sonrisa muy linda, yendo directo a la sala, encontrándose con una caja de cartón llena de cosas que tenía escrito su nombre con plumón negro. Raul fue afuera, viendo como su madre entraba a su casa con una jaula portátil. Dentro se encontraba Azúcar,  su gato blanco regordete que estaba algo nervioso por la nueva mudanza, mirando a todos. Raul le sonrió y miro ahora a papá entrar con otra jaula, en esta, estaba Nuez, su chihuahua. Cuando todos los muebles estuvieron en casa, pagaron a los chicos de el camión de mudanza y entraron todos juntos a su nuevo hogar.

-Miren, las luces alumbran toda la casa, pero parece que en el patio no hay lámparas o algo así, estará oscuro por ahora. Por lo tanto, niños, no irán al patio cuando sea de noche o un insecto podría morderles, ¿entendido? - Preguntó Adam con firmeza, cruzado de brazos. Ambos niños asintieron obedientes y fueron a liberar a sus mascotas de las jaulas. Primero ambos animales estaban nerviosos, hasta que escucharon a la tercera mascota... Nani, un perico que pertenecía a la madre. La ave agitaba las alas en su jaula y se movía un poco, provocando algo de ruido.
Pronto las mascotas se acostumbraron a su nuevo hogar y ambos animales estaban encantados por el patio, yendo ahí de vez en cuando para jugar aunque fuera de noche. - No cierren las puertas del patio, así los animales podrán hacer sus necesidades libremente. - Dijo papá durante la cena.

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⏰ Última actualización: Jun 25, 2017 ⏰

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