MARCEL
Mamá y papá se dieron cuenta de la "pelea" con Nicolás, no les dije exactamente "lo que pasó", por que en realidad, no creo que les haya gustado el verdadero relato. Les conté lo mismo que a mis tíos, ahorrándome las partes verdaderamente fuertes. Nicolás en realidad no recuerda nada de nada. Y creo que es injusto estar enojada con él, pero que él no sepa lo que hizo.
Por eso estoy aquí.
En medio de un bonito jardín recién arreglado. El mío.
Don Pedro acaba de colocar unas flores nuevas que encargó mamá. Se ven realmente hermosas.
Como siempre... creo que Nicolás va a llegar tarde. Tal parece que es como una tradición para él.
Estaba aburrida.
Vi el árbol que está junto a mi ventana, él me pedía a gritos que lo escalará, así que lo hice.
Subí con cuidado por cada rama, poco a poco, contemplando la hermosa vista hacia abajo. He hecho esto durante años, desde que este árbol era pequeño, ha ido creciendo junto a mí, poco a poco, él sigue aquí y yo sigo con él. Cuando llegue a la última rama, mi pie se atoró, y tuve que colgarme de una rama, para no caer.
Y ahí estaba yo, pidiendo ayuda desde la última rama del árbol junto a mi ventana, disfrutando del hermoso dolor que me ocasionaba en los brazos soportar todo mi peso, tal vez se hagan más fuertes, en realidad lo dudo.
Al parecer nadie me escuchaba, nadie, ¡nadie! ¿qué hago? Si me dejo caer, juro que el pasto no me amortiguaría la caída. Podría llegar hasta el balcón de mi habitación, pero mis brazos comienzan a entumirse, no tengo fuerzas.
— ¡AYUDA! ¡AYUDA JODER!— ups, si mis padres me escucharon decir eso, será doble sermón; el primero: el como no debo subirme a los árboles, es demasiado peligroso. Segundo: como no debo decir malas palabras, no es digno de una señorita. — ¡NO HAY NADIE AQUI! ¡MALDICIÓN, MIS BRAZOS! ¡AYUDENME!— luche contra las ganas de dejarme caer de una buena vez. No he practicado aun caídas, y no estoy muy segura de que resulte bien. — ¡AYUDAAAAAA! ¡NECESITO A ALGUIEN AQUI, YA! ¡AYUDENMEEEE!.
— ¡Marcela! ¡¿Qué haces ahí arriba?!— chilló mamá, con los ojos fuera de sus orbitas.
—Disfrutando la vista mamá.— respondí con completo sarcasmo.
— ¡No me hables así!— me regañó, y estaba a punto de decir más pero se dio cuenta de que seguía colgada. Corrió hacia adentro gritando que iba a matarme. Qué exagerada.
Mi padre, hermano y primo salieron a toda velocidad a disfrutar del show "colgada de un árbol", con la protagonista a punto de dejar los brazos allí mismo. Casi podría quebrarme todos los huesos, pero o único que hicieron fue reír. Vaya, eso sí que ayuda.
Mamá estaba que les arrancaba la cabeza y cuando yo baje de aquí, sí que lo aré.
— ¡VAN A HACER ALGO O ME DEJO CAER DE UNA MALDITA VEZ!— chillé desesperada.
Nicolás entró a la casa y sacó de no sé dónde un trampolín desplegable. ¿Dónde teníamos eso?
Lo dejó justo debajo de mí y yo pude soltarme de una vez. Era como practicar con las porristas, sólo que un poco más alto. Gracias a la altura, y el tamaño del trampolín, reboté de más de lo necesario y de todos modos termine en el suelo. Mi madre acudió a mi inmediatamente y después de explicarle que estaba bien, nos dejaron a Nicolás y a mí solos.
— ¿Y bien?— preguntó.
— ¿Y bien qué?; acabo de caer de un árbol, quedándome casi sin mis pobres brazos, pero sí, todo bien.
Él sonrió y me abrazó muy fuerte, recalcando la palabra fuerte.—Ya extrañaba que me respondieras así. Tan... sarcástica como sólo tu sabes.
—Claro, pero si sigues abrazándome, lo que va a pasar es que yo voy a extrañar mis pulmones.
Me soltó y me sonrió entretenido. Era lindo volver a hacer esto después de seis semanas de ignorarnos completamente (ignorarlo completamente).
Él me miró y yo lo mire. — ¿Quieres las estupideces más grandes o las más chicas primero?— pregunté. Él me dedico una sonrisa con la línea de los labios. Sé que no quiere escuchar nada. Rasco su nuca y miro el piso.
—Necesito que me ayudes con algo.
—Depende.
— Acompáñame por alguien.
— ¿Por quién?
—Tus padres ya te dieron permiso, vamos al auto.
Me cruce de brazos y lo mire con una ceja alzada — ¿No tenias que preguntarme a mí primero?
Rasco su nuca de nuevo —Quería ahorrarme la parte difícil.
Negué con la cabeza pero lo seguí por detrás. Me despedí de mi familia con un grito y subimos al Jeep. Cuando me senté en el auto del copiloto, percibí un olor extraño.
— ¿Usas nuevo perfume?— pregunté curiosa.
—Oh, eso. Bueno, es... Duque.
— ¿Es el nombre de la colonia?
Él se colocó sus gafas de sol y comenzó a conducir —Duque es un perro Marcel.
˜***˜
Y como dijo; el tal Duque, resultó ser un perro, un gran perro.
Me llevó a una veterinaria, con una vieja amargada como secretaria. Dios, parecía que vivía con veinte gatos, aun toma el té y no ha dado su primer beso. Es horriblemente amargada.
Lo peor, tuve que soportarla media hora, y fue la media hora más larga de toda mi vida. Me hablaba de una nueva cita que tendría en dos días. Era un chico lindo «que para mí sería un tipo sin ningún sentido del humor ni gracia», de su misma edad «unos cincuenta años tal vez», de buena posición económica y no sé que tanto más. Y en realidad no se si me estaba presumiendo o queriendo que de verdad la escuchase. Me daban ganas de taparle la boca con la cinta adhesiva que tenía justo al lado del mouse del computador. Fue la mayor cosa que me han dado ganas de hacer y que no he hecho. Nunca creí que me encontraría en una situación así; podía escuchar las viejas historias de mamá, papá y los abuelos, pero esto, esto nunca lograré superarlo.
Cuando Nicolás salió con esa hermosura de perro con la correa entre sus manos, corrí hacia él y literalmente lo abrace para que me sacara de allí lo antes posible.
Y ahora estamos en un lugar especial para mascotas para comprarle comida a Duque.
Yo lo cuido mientras Nicolás compra lo que tenga que comprar.
Es totalmente hermoso, es grande, es café oscuro, es un Pastor Alemán, es tan tierno, es tranquilo, es una cosita hermosa. Lastima por lo que ahora tiene por dueño.
No se ha movido en todo el tiempo que tenemos esperando, deja que le haga cariños, y no se molesta ni se queja. He estado jugando con él un rato, y tal parece que hay una fila hasta el infinito allá adentro.
Me distraje un poco viendo por las ventanas/ puertas del lugar, y cuando voltee Duque ya no estaba.
Podría jurar que casi me da un ataque.
Comencé a caminar rápidamente por toda la calle. Di vueltas por toda la manzana y no había rastros del perro; Nicolás va a asesinarme.
Vi una colita juguetona a la vuelta de una esquina, a dos cuadras del lugar donde estábamos, y caminé más rápido; llegue a un parque, y Duque llevaba la ventaja, corrí rápidamente hacia él.
Le grité que se detuviera, pero tal parece que quería jugar más. El muy canino comenzó a correr más rápido.
Corrí y corrí, pero no lograba alcanzarlo; parecía una loca. Descase un poco, estaba muy agitada; cuando levante la mirada Duque estaba frente a mí ladeando la cabeza; lo miré con ojos de fuego.
— ¡A ti qué te pasa! ¡Corrí y corrí! ¡Hasta parece que te divertía! — gruñí — ¡No lo puedo creer! ¡Eres un perro, un perro me hizo esto! ¡Ni siquiera tu dueño lo logra! ¡comprendes Duque! ¡Te imaginas que hubiera pasado si no te encuentro! ¡podía haber muerto!— regañe.
—Con un gracias, podría bastar.— Nick me miraba divertido, estiró la mano y me entregó la correa del perro. Duque agacho la mirada y comenzó a hacer sonidos para que lo perdonara.
—Gracias.— respondí con una sonrisa.
—No hay de qué.— noté que tenía su sudadera con la capucha puesta, sus pantalones de deporte y los tenis de deporte.
— ¿Fuiste al gimnasio?— intuí graciosa; él nunca va al gimnasio, el único ejercicio que hace es el del soccer, no entiendo como es que conserva tan bien su condición física. No es que entrenen todos los días.
—Boxeo.
—Guau, jamás me lo habría imaginado. Tú en un gimnasio; esto es más comprensible. Espera, ¿Vas a donde va Ty?
—Ty es el instructor.
Me quede con la boca abierta — ¿O sea que cuando estábamos en los videojuegos tu ya los conocías?
—Sí.
—Interesante.— pase mis dedos por mi barbilla, y él rió, siempre que lo hago él ríe. Debo admitir, se ve bastante sexy con ropa de deporte.
—Bueno, me voy.— se despidió. —¡Suerte con el perro, se ve que es juguetón!— bromeó desde lejos, me guiño un ojo y se alejó trotando.
Maldito sexy.
Mi bolsillo comenzó a vibrar como loco desquiciado. Lo saque y una llamada de mi primo estaba en línea. Deslicé mi dedo por la pantalla y contesté no sin antes asegurar a Duque a mí.
— ¿Dónde estás?
—En el parque que está a tres cuadras de donde tú estás.
— ¿Por qué...? Olvídalo, voy para allá.
Me colgó, guarde mi teléfono y mire a Duque.
—Tu le vas a dar una buena explicación a tu dueño.— dije; él agacho su cabeza en forma inocente, me acuclillé ante él y le comencé a acariciar el entrecejo. —Eres tan adorable, pero... tan travieso, no sé quién es tu verdadero dueño, pero... espero que nunca te separen de nuestro lado. Eres tan lindo ¿quién lo es? ¡Tu lo eres!— levantó la cabeza y ladro en forma de alegría, como quiero a este perro.
Nicolás llegó agitado por haber corrido tres cuadras sin parar. — ¿A ustedes qué les pasa? Casi me da un ataque por no ver que estaban ahí.
— ¿No podíamos salir a caminar un rato?— pregunté de forma inocente, guiñándole un ojo a Duque.
—Está bien— suspiró aliviadamente — ¿Qué quieres hacer ahora prima?
—Ya que estamos aquí... un helado estaría bien.
Asintió, tomo la correa de Duque y nos encaminamos por mi helado.
Había tanta variedad, termine escogiendo un revoltijo de cosas. Entre mis manos tengo un helado de chocolate, vainilla, nuez, y chocochip con extra chocolate y fresas frescas. Nicolás sólo pidió un cono de vainilla.
Nos sentamos en el pasto, él me miró esperando una explicación de lo sucedido hace seis semanas. Yo disfrutaba de mi helado. Su mirada se hizo más constante. Hasta que me cansó.
—Deja que termine mi helado.
—Quiero una explicación ahora; necesito saberlo, ¿qué tan grave fue lo que dije o hice como para que no me dirijan la palabra en seis semanas? ¿saben lo que es eso? ¡ahora mis tardes son aburridas!
— ¿No tienes más amigos, Míster popularidad?
—No como ustedes.
—Está bien.— me resigné.— Resumimos la historia con tus padres.—confesé.
— ¿Enserio?— casi escupe su helado.
—Sí. En realidad, queríamos dejar esto entre nosotros. No es que fuera algo que presumir.
Pasó las manos por su cara, esperando el segundo golpe —Ya. Dilo.
—No sé de dónde sacaste todos esos sentimientos. Fueron demasiados.
—Al grano Marcel.
—Bueno, después de que Ty te diera un puñetazo y casi te tire al suelo, lo miraste como si le quisieras arrancar la cabeza, Charlotte se interpuso, entre los dos; lo que no fue buena idea..., tú tonto, al tratar de quitarla de en medio para volver a golpear a Ty...
— ¿La golpeé a ella, cierto?
—No exactamente. Golpeaste una de sus muletas, ocasionando que callera, y se golpeara en la cabeza.— cerró sus ojos con tal fuerza que pareciera como si quisiera retener las lágrimas — ¿Estás bien?— comenzaba a preocuparme.
No abrió los ojos —Sigue.
—Su herida no fue muy grave, pero le dolió más lo que le dijiste después.
— ¿Qué dije?
—En realidad, casi te alegraste por que se hubiera golpeado, y le dijiste...— pausé, no podía decirlo, no quería repetirlo. —Dijiste...; no puedo, es... le dijiste: eso te pasa por perra, y la retaste, le preguntaste dónde estaban sus sirvientes para que levantaran a la reina del drama, porque no había sido para tanto. Cuando Ty la ayudó a levantarse, te burlaste, y le hablaste como si fuera una cualquiera y la trataste como a una.
— ¿Qué dijo ella?
—Nada. ¿Qué esperabas que dijera?
—No lo sé, que me maltratara, que desahogara, algo... ¿no hizo nada?
—No pudo. Y yo tampoco... sólo porque León me detenía.
—Sé que tu me hubieras arrancado hasta el último cabello de mi cabeza.
—Charlotte pidió un taxi y se fue, no podíamos llevarla en el mismo auto que tu.
Su mirada estaba perdida, era como si estuviera vacío, como... si sólo su cuerpo estuviera aquí, como, si quisiera revivir el momento para poder borrarlo para siempre, como si quisiera pedir perdón desde aquí.
Después de unos largos segundos con la misma mirada hacia la nada, vi como las lágrimas inundaban sus ojos verdes, y comenzaban a deslizarse por su perfecta tez morena. Duque yacía al lado de él recostado sobre el pasto. Jamás había visto llorar a Nicolás, nunca, ni siquiera así, en silencio. No sabía que hacer hasta que levantó la mirada hacía mí.
—Quiero recuperarla.— me dijo secándose las lágrimas que le recorrían la mejilla.
— ¿Y como piensas hacer eso?
—No lo sé. ¿Algún consejo?
—No seas idiota.
Sorbió por la nariz y sonrió —Será lo primero que tome en cuenta, te quiero.— me abrazó y yo lo abracé, sé que es lo que más necesita en estos momentos. Duque nos ladró y lo abrazamos a él también.
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¿Apostamos?
Ficção Adolescente—Esto será sencillo. Y después descubrirás por ti misma primita, que un hombre como yo no cambia, hombres como yo no nos fijamos en ese tipo de chicas. —No estés tan seguro. Charlotte Gómez: el objetivo. Nicolás Western: el apostador. Marcel Col...