CAPÍTULO 36

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Abandono el despacho de Lorenzo con una enorme sonrisa en los labios que soy incapaz de ocultar ni siquiera al pasar frente a sus secretarias que me miran con curiosidad.

No sé si se deba a la todavía elevada temperatura de mi cuerpo o a que ya ha empezado el buen clima, que siento una oleada de calor nada más poner un pie fuera del edificio.

Camino unos pocos metros hasta mi auto deseosa de escapar del calor bochornoso del mediodía.
En cuanto pongo en marcha el coche mi celular comienza a sonar dentro de mi bolso.
Dudo un momento en atender, pero el temor de que se trate de algo realmente importante me hace claudicar y rebuscar entre la cantidad inimaginable de cosas que traigo dentro de él hasta dar con mi teléfono que suena incesante.
Me sorprende que se trate de Mara, mi cuñada no es de hacerme llamadas, mas bien nos comunicamos por waths ap así que atiendo temerosa.

—Mara, ¿Cómo estás? ¿Ha sucedido algo?

—¡Hola, Isa! No, tranquila. Te llamo para felicitarte.

¡Oh, así que se trata de eso! Se ha enterado de mi ascenso.

—Muchas gracias, Mara.

—¡Y que calladito te lo tenías!—exclama.

Sus palabras me confunden.

—¿De qué hablas?

—¡Vamos, Isa! No te hagas...

—Mara de verdad que no sé de lo que estás hablando. Dime de qué se trata.

—Mira, ahora debo colgar. Estoy entrando al banco y debo apagar el celular. Si quieres nos vemos esta tarde, a las cinco en Café Julian y nos ponemos al día.

No me agrada la idea de quedarme con la espina, pero no me queda otra que esperar. No creo que estuviese hablando de mi ascenso cuando dijo que me lo tenía callado.

Las siguientes horas en la revista pasan tan lento que estoy a punto de enloquecer. Intento concentrarme en terminar mi artículo pero me cuesta muchísimo. Mi cabeza vuela entre el caliente encuentro con Lorenzo y las palabras de Mara.

Por fin minutos antes de las cinco de la tarde he terminado mi trabajo. Lo leo una última vez y satisfecha con lo que he conseguido trasmitir a través de cada una de las palabras y fotos que adjunto en el artículo, lo copio en un pendrive y se lo llevo a Patricia.

— Nuevamente debo felicitarte, Isabella. Has hecho un muy buen trabajo. Las fotografías son excelentes.

—Muchas gracias, Patricia.

—¡No me extraña que Castelli te haya elegido para cubrir la inauguración de su hotel!—exclama con orgullo y siento que mi rostro se prende fuego.

¿Debería ponerla al tanto de mi situación con Lorenzo?
No, mejor no. Al menos no hasta hablarlo antes con él.
Sería una indiscreción innecesaria de mi parte. ¡Además ni siquiera sé a dónde nos llevará esta locura!
Definitivamente es demasiado pronto para que alguien sepa lo que está sucediendo entre nosotros.
Vuelvo a agradecerle a Patricia por su voto de confianza en mi trabajo y salgo rumbo al encuentro con mi cuñada.

Cuando llego ella ya está esperándome, sentada en una mesa junto a la ventana.
Sus ojos brillan con entusiasmo en cuanto me ve llegar.
Se pone de pie cuando llego a su lado y me abraza con efusividad.

—Vaya...¿A qué se debe este recibimiento?

—¿Cómo que a qué? ¡Ya no lo disimules más, Isa! ¿Cuando estuvimos en tu casa con Javier, tú y Castelli ya estaban saliendo?

Proceso cada una de las palabras que ha dicho, y cuando recuerdo el vergonzoso encuentro que se dio en mi casa entre Lorenzo y mi madre, comprendo de dónde ha sacado semejante idea mi cuñada.

Deliciosa AdicciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora