;-amour

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Pocas cosas hay en el mundo tan bellas como París, Taehyung piensa.

Él es un admirador ferviente de aquella ciudad, sus luces cegantes, su arquitectura, los miles de teatros y museos. Desde el Louvre hasta Versalles, y desde la flamante Torre Eiffel hasta el sensual Lido, Taehyung es realmente cautivado día a día y sorprendido con su majestuosidad y detalles.

Aún recuerda cuando era más joven y terminó en París por error, llegó a detestar aquella ciudad por la frialdad de sus habitantes y sus laberínticas calles llenas de tiendas de alta costura y brillantes faroles. Su experiencia fue mala y quizá eso le impulsó a volver un año después, ya informado y con ciertas frases claves en francés agregadas a su vocabulario.

Fue en ese entonces cuando logró redescubrir la ciudad y enamorarse perdidamente de cada uno de sus atractivos.

Fue en ese entonces, también, cuando conoció a Jeon Jungkook.

Y fue en ese entonces cuando se enamoró de él.

Pocas cosas hay en el mundo tan bellas como París, Taehyung piensa. Y Jungkook era una de ellas.

De alguna forma, Jungkook logró cautivar a Taehyung como solo la ciudad de la luz pudo hacerlo en su momento. Taehyung solía quedarse mirándolo por minutos enteros porque Jungkook es precioso, cada parte de él, cada centímetro y desde su rostro hasta sus pies, desde su cabello desarreglado hasta sus delicadas manos.

Taehyung ama recorrer la ciudad que lo tiene embelesado, quizá tanto como amaba recorrer el cuerpo de Jungkook. De todos modos, podían hacer ambas cosas juntos y esa era una de las razones por las cuales su relación fue fácil al principio.

Ambos se sentían especialmente atraídos por París. Cuando su relación era fácil, no había niebla en el cielo y la luz los unía, recorrían las transitadas calles de la capital francesa tomados de la mano. Allí nadie los veía, eran una pareja más del montón y podían mostrar cuanto se amaban. Era una ventaja porque en Seúl no podían hacer esas cosas, eran marginados y despreciados.

Y luego estaba París, su segundo amor, allí podían ser ellos mismos, podían amar y amarse y todo estaba permitido. Cada segundo era más bello que el anterior y cada lugar parecía tener un tinte mágico, un aura de misticismo imposible de alcanzar en algún lugar ajeno a ese. No había temor, todos eran como ellos y buscaban la liberación de las cadenas que significaban los prejuicios y las malas intenciones. No era un problema ni una desventaja. París era el hogar de los incomprendidos y de los que todavía no habían encontrado su camino fijo. París era comodidad y calidez. Era imposible no caer rendido ante todo lo que aquella ciudad tenía para ofrecer a gente como ellos.

Por eso todo comenzó allí, entre pequeñas luces cada hora en punto y crepes dulces. Parecía sencillo y, por un segundo, ambos pensaron que realmente podría funcionar. Es que todo en París es más fácil, incluso los defectos se suavizan y lo bueno sale a relucir, se funde con el paisaje y Taehyung solamente podía pensar en por qué Jungkook no está en el Louvre todavía si es la mayor obra de arte que ha visto en toda su vida.

A veces salían en excursiones. Era increíble como encontraban cosas para hacer a pesar de todo el tiempo que ya han pasado allí. No es como que la ciudad hubiese perdido su encanto en algún momento, incluso si repetían destinos, era perfecto.

Hubieron momentos en los que todo parecía a su favor, como aquél paseo en barco por el río Sena, donde Jungkook se confesó entre el frío, las luces de las calles y la música romántica proveniente de la parte cubierta de la embarcación. Y donde Taehyung le dijo que sí, que sí quería recorrer y perderse con él, que podían estar juntos y que todo iba a estar bien. Y París vio como dos jóvenes, creyéndose enamorados, juraron que se desearían por siempre, tanto como su deseo de permanecer en ese lugar.

parís ; taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora