Etéreo.

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Mis ojos duelen, todo mi cuerpo duele. 

Cuando consigo al fin abrir el ojo derecho me doy cuenta que estoy en un hospital. La habitación está vacía, sólo me acompañaban máquinas y algunas radiografías por ahí. Tenía una mariposa en la mano y otro catéter por la mitad del brazo. Me los arranco con furia, tomo mi ropa y me voy silenciosamente por la parte de atrás del hospital, para que nadie se interponga en mi camino.

El aire frío de la noche hace que duela más mi piel, mis músculos, mis huesos. Un teléfono público se asomaba por la izquierda e intento recordar el nuevo número de teléfono de Karl. Esfuerzo en vano.

No puedo caminar mucho, siento como mis rodillas, costillas y cabeza estuvieran explorando poco a poco. Intento caminar hacia la entrada del hospital pero me caigo antes de poder cruzar la puerta y las enfermeras vienen hacia mí.

Después de unas cuantas horas acostado descansando, dejan entrar a mi padre, este se ve preocupado.

-¿Que ha pasado? Recién me han dejado entrar no supe nada de ti hasta las 1 de la mañana, ¿Sabes lo preocupado que me tenías?

Su angustia se refleja en su cara, y antes dejarme responder me abraza. La verdad eso es lo que menos me esperaba.

-Lo siento...

Apenas pude articular esas palabras, hacer cualquier esfuerzo me dolía.

-Vamos hijo, podemos irnos.

Una enfermera después de unos minutos viene y delicadamente me quita todos los cables, tubos y el respirador.

-Estarás bien, solo necesitas reposo. En unos 3 días podrás caminar normalmente.

Después de vestirme me sacaron del hospital y me subieron al auto, sí, todo con ayuda.

-Faltaré hoy al trabajo para cuidarte, por favor no hagas ningún esfuerzo.

Lo miré con el único ojo que puedo abrir.

-¿Soy adoptado?

-Claro que no, ¿Porqué piensas eso?

-Puede ser por el hecho de que no me parezco en nada a ti.

-Eso es porque te pareces a tu madre.- Karl aprieta el volante dejando sus nudillos blancos, odia decir o escuchar cualquier cosa que tenga que ver con ella.

-¿Eso te desagrada?

Le pregunto y veo la duda en su mirada, sus ojos cafés delatan sentimientos que no he podido descifrar en mis 17 años. Pero antes que pudiera protestar una respuesta, me ayuda a bajar del auto para entrar a la casa.

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Mi cama se siente como gelatina o tal vez es mi estado anímico que no me deja.

La ventana tiene una manta de hielo, la quito con la mano pero por fuera hay otra. La casa está tibia y sería inconsecuente abrir la ventana...

Cuando ya siento que en mi cuerpo hay un auto-reflejo de tiritar hiperquinéticamente, cierro la ventana y me hundo en el colchón que por alguna extraña razón, lo siento más grande que de costumbre haciéndome sentir más pequeño.

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Despierto y aún me duele todo aunque menos que anoche.

La casa está tan tibia que es extraño. Veo la hora en mi despertador y me percato que son las cinco de la tarde.

Me levanto para ir al baño y comer algo, cuando bajo las escaleras veo en el living que la chimenea está encendida y a mi padre en el sofá leyendo.

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⏰ Última actualización: Oct 23, 2017 ⏰

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