Historia entre los Alfa

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JongDae oficialmente acababa de perder la cuenta de cuántas veces había intentado hablar con Xiumin en los últimos días, sin éxito. El guardia de turno, viejo y malhumorado como solo podría serlo un alfa veterano que prefiere estar ahí de pie antes que aguantando a su esposa, custodiaba el edificio donde Minseok tenía su despacho y se había encargado de detener a Chen, frustrando todos los intentos del joven guerrero por hablar con el hijo de Monde, diciéndole que éste estaba ocupadísimo mediando asuntos delicados con el Rey Blanco y ninguno de los dos querían interrupciones. Sin embargo, el guerrero esperó pacientemente y cuando se hizo el relevo de la guardia pudo entrar por fin al despacho de su amigo, claro, luego de intimidar al portero de turno y casi abusando del hecho de que este hombre notablemente más introvertido que el otro viejo malhumorado; no le gustaba en absoluto fingir que era el fortachón de los Alfa solo porque podía moler piedras con la mano, pero en esa ocasión no tuvo otra opción más que hacer uso de su peculiar habilidad para poder pasar. No quería que terminara otro día sin poder ver a Xiumin.

—Te traje un té —le susurró a su amigo, sosteniendo la pesada bandeja con una mano y cerrando la puerta con la otra—. Creo que lo necesitas.

Minseok estiró los brazos en dirección al techo y estiró su cuerpo juntando las manos, en el acto hizo sonar todos los huesos de su columna cuando estos se acomodaron en su sitio. 

—Oh, ¡vaya!, han sonado todos los huesos, voy a envejecer más pronto de lo que pensé —dijo Xiumin tomando la pequeña taza y agradeciendo el detalle que había tenido su amigo.

—Hace mucho que envejeciste, hyung, solo pasa que en tu rostro no se nota—. JongDae se atrevió a estirar la mano para rozar la suave mejilla de su compañero—. Creo que una cosa es la edad mental y otra cosa es la edad aparente... Y de cualquier modo sigues viéndote tierno para mí. 

Por la cara de incredulidad que puso Xiumin al oír eso, con urgencia alguien debía explicarle lo ciego y platónico podía ser el amor a veces.

—Ya tengo arrugas, y al decirme que me veo tierno... Imagino que me ves como un cachorro pug o algo así. 

JongDae soltó una risa enérgica y negó con la cabeza antes de calmarse y retomar la seriedad. 

—Hyung, ¿cómo andan tus visiones? 

—Bien —dijo Xiumin con algo de entusiasmo—. Es decir, pude advertir la última catástrofe, no quiero alegrarme aún, pero algo es algo. Lamentablemente ya no me fío de mi poder. De todas formas, el rey envió un grupo allá. 

Hablaron por un momento breve y JongDae se despidió de su Xiumin al considerar que eso era lo mejor. El hijo del fallecido líder tenía demasiado trabajo extenuante y era casi obvio que eso ni siquiera le permitiría dormir. Minseok tampoco aceptó ayuda por parte de su amigo, Chen no lo culpaba por no confiar en nadie para hacer su trabajo, ya se había equivocado al confiar en sus subordinados una vez y era muy probable que nunca se perdonara hacer las cosas mal una segunda.

Al día siguiente, y siendo aún de madrugada, JongDae se levantó para intentar ver a Minseok otra vez antes de que cambiaran la guardia; sin embargo, mientras caminaba hacia el despacho se dio el lujo de mirar a través del ventanal que bordeaba el enorme pasillo de mármol las estrellas que todavía no se iban, fue entonces cuando se detuvo al ver a Yesung del otro lado. 

Yesung era un antiguo y respetable guerrero de la organización que no tenía un cargo importante solo porque su generación consideró irrelevante su poder para interpretar el idioma de las aves. Nadie le creía cuando relataba las noticias lejanas que éstas le contaban y se rumoreaba que estaba medio chiflado, por lo mismo, no obstante, él se sentía muy orgulloso de ese talento nato para la poesía, la música y, por supuesto, de la habilidad para entender los cantos de las pequeñas mensajeras del cielo que siempre tenían cosas más interesantes que contar, pues ellas, desde arriba, lo veían todo. Chanyeol y los demás chicos siempre le guardarían el debido respeto, aunque tuvieran cargos superiores a él y fueran considerablemente menores en edad, porque Yesung había sido uno de los pocos en la casa Alfa que los ayudó a entrenar y quien además los contuvo cuando más lo necesitaban. Él nunca les dio la espalda ni se mostró envidioso de sus privilegios, y los guerreros siempre lo admirarían por ello. 

ÁNGEL NEGRO [EXO FANFIC AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora