Un suspiro, exagerado y cargado de emociones totalmente diferentes entre sí, se escapó de sus labios deshinchando de una vez por todas sus pulmones que en segundos volvieron a quedar llenos de aire y aflicciones. Quizás entonces aquel suspiro intentaba llevarse consigo todos los sentimientos que se contenían y reprimían en su cuerpo delgado y frágil. Se tomó un momento para analizarlo.
Hyukjae no estaba seguro si se sentía cansado, fastidiado o simplemente nervioso. Ésta última opción le pareció, de entre todas ellas, la más acertada.
Pasó entonces su vista por toda la cafetería hasta que sus ojos se detuvieron en la molesta imagen que decía con claridad: Prohibido fumar. Una vez más suspiró y esta vez supo que era meramente por fastidio. Estaba lleno de ansiedad y, muy a su pesar, el cigarrillo era su única herramienta para combatirla; sin embargo en aquella ocasión debió conformarse con estirar y rasguñar las mangas de su sweater; aunque bien pudo levantarse y tomar asiento en alguna de las mesas que se encontraban fuera del local para poder fumar a gusto. Pero se encontraba demasiado cansado, o desanimado quizás, para levantarse y caminar. Se resignó a dejar el cigarrillo para más tarde.
De pronto sonrió de costado al escuchar, muy dentro y al fondo de su cabeza, la voz chillona de su madre. Hyukjae había tenido prohibido el cigarrillo desde siempre y no fue hasta que ella murió, hace ya un año y medio, que decidió entregarse completamente al elegante vicio del tabaco. Pensó luego que quizás su ex terapeuta le hubiese dicho que el fumar no era más que un acto desesperado por escuchar a su madre en alguna parte de su mente. Y quizás así era, a veces la extrañaba demasiado.
Hyukjae había tenido una infancia difícil, donde cada bocanada de aire implicaba un esfuerzo sobrehumano. Había padecido de un asma severa que lo limitó a pasar la mayor parte de su vida encerrado en su habitación y siempre al cuidado de algún adulto.
Había estado encerrado en una especie de burbuja, literalmente una burbuja de oxígeno en sus primeros meses de vida, luego en una un poco más metafórica. Jamás había podido practicar deportes, tampoco jugar y corretear como lo hacían los demás niños de su edad; todo aquello le había dejado una especie de huella.
Hyukjae se había transformado, o quizás siempre lo fue, en un niño demasiado tímido que permanecía siempre aferrado al brazo de su madre. Su ex terapeuta lo había denominado como un grave caso de "complejo de Edipo".
Hoy en día, y a sus veinticuatro años, Hyukjae era un hombre igual de tímido, tosco y reprimido. "Antisocial" era un adjetivo que siempre iba bien con él. Pasaba la mayor parte del tiempo consumido dentro de sus propios pensamientos. Y rara vez hablaba, ya sea porque no le gustaba o porque simplemente no tenía con quien hacerlo; el arte, entonces, se había transformado en su único medio de expresión. Hablaba más con el pincel que con sus propios labios. Usaba más pintura que la voz. Y mezclaba más colores que palabras.
Ahora, sin embargo, no pintaba demasiado. Podía decirse que había entrado en una especie de depresión. Todo había comenzado hace ya un año y medio y con la muerte de su progenitora, claramente. Hyukjae sintió que, incluso con veintitrés años (en aquel tiempo), no estaba lo suficientemente preparado para dejarla ir. Comenzó a tomar demasiado alcohol, y aunque jamás se había denominado como un alcohólico puede que en aquellas épocas lo hubiese sido. Luego sucedió lo de su trabajo, básicamente lo perdió. Había pasado dos años enseñando arte en una escuela secundaria, y le gustaba su trabajo; claro, que todo se fue al diablo cuando llegó ebrio a la escuela. ¿Quién lo habría pensado? El inofensivo profesor Lee, el extraño hombre delgado y de gafas anchas y cuadradas, llegando ebrio al trabajo. Desde entonces no había podido encontrar un empleo fijo.
Suspiró por segunda vez, ahora elevando la mirada hacia un reloj anticuado de pared que marcaba las 15:39 p.m. Nueve minutos tarde. Su mejor amigo, o quizás el único que tenía, lo había citado a las tres y media. Y Kyuhyun rara vez llegaba tarde. Aunque Hyukjae no podía quejarse. Lamentablemente no tenía otra cosa que hacer en el día, no había otro sitio a donde tuviera que ir o alguien más que lo estuviese esperando. Ésta era, de hecho, la primera vez que salía en varias semanas.
Hyukjae despegó la mirada del anticuado reloj para dejarla sobre el menú que tenía en las manos. Miró los precios y se alivió de que el café estuviese tan barato. Él no podía darse el lujo de gastar. Estos últimos tiempos había vivido a base de ahorros suyos y de su fallecida madre, junto a algunos pagos por algunos cuadros mediocres que había logrado vender por internet. Se preguntó entonces si Kyuhyun había escogido este lugar pensando en su presupuesto o si simplemente fue casualidad; luego pensó que, de todas formas, aquel lugar era perfecto, era su estilo justamente. Todo estaba tranquilo, el lugar olía a café y pastelillos, y la cafetería estaba pintada de colores oscuros. Quizás si alguna vez volvía a conseguir trabajo lo visitaría más a menudo.
Pasaron otros nueve o diez minutos más hasta que el ruido de la silla rechinando frente a él lo volviese a la realidad. Kyuhyun, el buen profesor de historia, estaba sentado enfrente.
Kyuhyun y Hyukjae se habían conocido desde la infancia aunque en aquel entonces no se llevaban muy bien. Hyukjae era el niño extraño del vecindario y Kyuhyun el pequeño diablillo líder del grupo de pequeños vándalos en potencia. Sin embargo el tiempo y el destino los había vuelto a cruzar en Seúl y en la escuela secundaria donde ambos trabajaban, bueno, donde Hyukjae alguna vez había trabajado.
Kyuhyun lo miró con sus cálidos ojos color café y finalmente sonrió con una de sus sonrisas brillantes y bonitas. Kyuhyun desbordada éxito en cada detalle de su aspecto. Desde su brillante cabello húmedo, pasando por su sweater negro y totalmente nuevo, y llegando incluso hasta el delicioso aroma de su colonia. Hyukjae, por el contrario, dejaba que la mediocridad reluciera en él y sin ningún problema. Tenía el cabello de un castaño opaco y totalmente despeinado, su sweater lucía un color coral bastante desteñido y estaba lleno de bolitas debido a lo mucho que lo usaba, y finalmente con mucha suerte quizás olía a jabón.
-Tanto tiempo- Pronunció Kyuhyun. No se habían visto hacía casi un mes y aquella frase parecía estar llena de una añoranza o melancolía sincera
-Sí, tanto tiempo.- Su voz había salido exageradamente ronca, notó entonces que ésta era la primera vez que hablaba en días.
-He intentado llamarte pero no contestabas ¿Has vuelto a tus siestas extremistas? –Hyukjae no contestó pero se encogió de hombros. Su amigo suspiró y su mirada brillante se opacó un poco al mismo tiempo que colocaba sus codos en la mesa -¿Cómo estás?- La pregunta era inevitable. Y en otra ocasión sólo hubiese significado una serie de frases prescritas en toda conversación, casi como un protocolo, sin embargo en Kyuhyun parecía una pregunta con un interés real, debía entonces tener una respuesta real también.
¿Y cómo se sentía? Bueno, Hyukjae, se sentía mal pero no quería decirlo, tampoco podía decir que estaba bien porque eso era mentir y de una forma descarada; por lo que simplemente se encogió de hombros por segunda vez y contestó:
-Como puedo- Sí, era una respuesta apropiada.
Kyuhyun torció la boca, luego abrió sus labios y por un momento pareció querer decir algo más, luego lo pensó mejor y simplemente guardó silencio. Y Hyukjae agradecía eso, oír palabras de lástima no le servían, nunca le habían servido (ni siquiera en el sepelio de su madre).
Kyuhyun por su parte se encontraba, ahora, revolviendo cosas en su brillante bolso de cuero. Pasaron segundos hasta que sacó, de entre un montón de libros, una arrugada hoja de periódico y la levantó con aire triunfal.
-Encontré ésto ayer y pensé automáticamente en ti. Sé que va a servirte, vamos lee.
Hyukjae tomó la hoja con interés y un extraño sentimiento, pero invisible en el exterior, de emoción y entusiasmo. Se acomodó los lentes grandes y cuadrados y finalmente comenzó a leer.
Se trataba de una página de clasificados y tuvo que entrecerrar un poco los ojos para poder leer correctamente, incluso tras sus gafas. Lo leyó rápido, mas no quitó su mirada del anuncio por varios segundos en los que simplemente releyó una y otra vez. Sólo se detuvo para pronunciar: -Café- cuando la camarera llegó a su mesa. Y finalmente, totalmente convencido de que lo que sus ojos leían era real, levantó la mirada hacía Kyuhyun.
-Debe estar ocupado. ¿De qué fecha es?
-De esta semana- contestó su amigo sin dejar que su primer comentario le quitase el entusiasmo.
-Es demasiado bueno.
-Efectivamente lo es.
-Debe estar ocupado- volvió a decir Hyukjae bajando la mirada una vez más hacia los clasificados y dejando sus ojos puestos en el pequeño anuncio enmarcado en un redondel rojo hecho con fibrón.
-Buscan un pintor que pueda pintar un retrato de cuerpo completo de un niño. Pagan bien y dan hospedaje y comida. No tendrás que preocuparte por esos gastos por un mes. Mira, allí lo dice- Kyuhyun le arrebató la hoja del periódico de las manos y comenzó a leer- El pintor tendrá un mes para terminar el trabajo. –Luego lo miró- Es perfecto para ti.
Hyukjae frunció el ceño, pensando y bajando la mirada hacia sus manos que se entrelazaban sobre la pequeña mesa cuadrada. Sí, era perfecto, ese era el problema. Era demasiado bueno.
Negó con su cabeza- Debe estar ocupado- dijo por tercera vez.
Kyuhyun suspiró pesadamente- Hyukjae- Su tono de voz se había oído suave, casi como si estuviese hablándole a un niño- Tú no sabes eso y no puedes darlo por hecho. El periódico es de esta semana y sólo han pasado dos días desde que salió. Es imposible que el empleo ya esté ocupado.
Hyukjae volvió a mirar a su amigo. Estiró las mangas de su sweater y las retorció entre sus manos.
-No tiene un número de teléfono.
-No, pero tiene una dirección a la que puedes enviarles una carta preguntando por el empleo, y además dice que debes enviar fotos de tus trabajos anteriores.
Apretó y estiró con más fuerza las mangas, casi destejiendo el hilo.
-No sé si soy lo suficientemente bueno.
-Lo eres.
-No tengo fotos de mis trabajos y no tengo cámara.
-Yo tengo una, podemos ir ahora mismo y arreglar eso.
Tragó saliva y apretó los labios. ¡Diablos! Cuanto deseaba dar una pitada al cigarrillo ahora mismo.
-Inténtalo, no tienes nada que perder.
Oh... Los ojos de Hyukjae viajaron como un rayo a los de su amigo que por un momento pareció culposo por lo que acababa de decir. Para algunos aquello era simplemente una frase sin sentido. Para Hyukjae, sin embargo, representaba su vida en esencia. Y sí, en efecto, no tenía nada que perder y eso era deprimente.
Finalmente tomó aire, soltando de entre sus ceñidos dedos las mangas de su viejo y estropeado sweater, y asintió.
-Está bien, lo intentaré.
****
Vaya, ¿Quién lo hubiese dicho?, pensó.
Hyukjae se encontraba con su mirada puesta en los campos resecos a un lado de la carretera. El viento, de finales de invierno y principios de primavera, le despeinaba con demasiada gracia el cabello mientras el auto de Kyuhyun corría por el desierto camino pavimentado.
Había enviado, efectivamente, una carta respondiendo al clasificado en el diario y tres días después le habían contestado con una cortés respuesta repleta de sutiles halagos hacia los trabajos que había fotografiado y enviado. Además lo habían citado a las cinco de la tarde.
Una cafetería hubiese sido, sin lugar a dudas, lo apropiado y sin embargo él estaba siendo citado a una casona en la parte más alejada y rural del país. Agradecía infinitamente que su mejor amigo tuviera un auto y pudiese llevarlo.
Estaba nervioso y consumido por una terrible inseguridad (una más que se agregaba a las que sentía continuamente). Pintar había sido lo único en lo que se consideraba realmente bueno, era en lo único donde no permitía que nadie más opinara o que cuyas críticas no le afectaran realmente. Sin embargo aquel día no había dejado de cuestionarse si era realmente bueno en lo que hacía, o si realmente iba a conseguir el trabajo. Ni siquiera cuando tuvo su entrevista en la escuela secundaria, donde trabajó, se había sentido tan nervioso e inseguro.
-Lo harás bien- le dijo su amigo como si supiera exactamente lo que Hyukjae estaba pensando. Él no contestó y sólo tomó aire volviendo la mirada hacia la carretera. Lo haría bien, tenía que hacerlo.
Pasó una hora más hasta que el auto se detuvo. Habían visto algunas casas bastante alejadas una de la otra a varios kilómetros atrás, sin embargo ahora era todo campo.
Hyukjae y Kyuhyun observaron sin bajar del auto la inmensidad de campo donde flores silvestres en color amarillo teñían el pastizal. Era una imagen hermosa y totalmente natural. Junto a la carretera y, enmarcando el campo, corría una valla de alambre. Hyukjae no podía ver el comienzo de ella, tampoco el final.
-¿Es aquí?- Preguntó confundido. Kyuhyun lo miró con una expresión similar, luego ambos miraron al unísono aquella verja de madera y el pequeño pero pintoresco cartel que decía: "Casa de muñecos". Ese era el nombre de la finca, lo decía explícitamente en la carta.
Ambos bajaron del auto. El sol quemaba con fuerza sobre sus cabezas. Hyukjae frunció el ceño y se cubrió del sol colocando su antebrazo sobre su frente. Luego miró más allá de la verja y hacia el camino que se extendía tras ella.
Parecía un camino húmedo pese a lo seco que lucían los campos junto a él. Los árboles en fila de los dos extremos del camino provocaban sombra volviéndolo un poco más oscuro y dándole un aspecto fresco al lugar y, por otra parte, casi fantasioso. Más allá, los árboles, seguían extendiéndose formando una especie de muralla de troncos y hojas, pero estaban muy lejos. Hyukjae se preguntó entonces cuánto tendría que caminar hasta llegar a la casona. Lamentablemente el auto no podía entrar por el angosto camino. Y de todas formas la carta especificaba que debía ir solo.
Hyukjae frunció los labios. El perfecto trabajo había comenzado a teñirse con un aire demasiado misterioso y críptico para él que era un chico tan ordinario e insulso. No le gustaban las cosas complicadas o que representasen algún riesgo. Había aprendido a vivir así, sin arriesgarse. Una infancia completa cuidándose de no correr, saltar, agitarse e incluso temiendo de un día lluvioso donde la simple humedad le cerraba los pulmones completamente, volvía a repercutir en su presente.
-¿Crees que deba ir?- Preguntó mirando a su amigo que estaba en la misma posición cubriéndose del sol.
-No lo sé- dijo Kyuhyun- Es un poco extraño, no creí que... bueno, que estuviera tan alejado del resto del mundo, o que hubiese tanto campo y árboles. Pero es un buen trabajo y evidentemente, quien sea que viva aquí, tiene muchísimo dinero.
-La Señora Ruth Margot- murmuró Hyukjae tomando desprevenido al chico a su lado que lo miró totalmente desconcertado- Ese es el nombre de quien sea que vive aquí.
-Oh- dejó salir Kyuhyun volviendo la mirada hacia delante. –Bueno, la Señora Ruth es evidentemente una mujer muy excéntrica.
-Entonces...- murmuró mirando a Kyuhyun una vez más, el otro le devolvió la mirada- ¿Crees que deba ir?
-Ya estamos aquí ¿verdad?- Se encogió de hombros- Inténtalo. Yo te esperare en el auto, tomate tu tiempo, hoy tengo el día libre y puedo esperar.
El castaño frunció los labios por segunda vez en el día. Luego asintió. Era cierto, habían conducido mucho y ya estaban aquí, tenía que intentarlo porque de cualquier manera... no tenía nada que perder.
La sombra de los árboles, indudablemente, provocaba un fresco que contrarrestaba el calor que el sol propinaba a las afueras del camino. La sombra era reconfortante y el olor a humedad también. A Hyukjae le fascinaba ese olor aunque no tenía buenos recuerdos de él en su triste infancia. Los climas húmedos nunca fueron lo apropiado para él y su salud.
Hyukjae caminó quizás veinte minutos o treinta, en los que no dejó de repetirse así mismo que haría esto bien y que al final del día habría de haber conseguido el empleo. Pasó otros diez intentando arreglar su cabello, mirándose el saco color mostaza, alisando la camisa blanca y preguntándose si debió haber lustrado los zapatos negros que ahora lucían opacos. Bueno, el camino era de tierra así que de todas formas sus zapatos se habrían ensuciado.
Así llegó finalmente al final del camino, donde los árboles se abrían hacia un costado formando lo que él había descrito como una muralla de troncos y hojas. Ahora que estaba allí podía afirmarlo. La inmensidad de árboles, filas tras filas, formaban una muralla o un especie de bosque, protegiendo (de alguna forma) la casona que ahora podía ver perfectamente.
La casona era enorme y tenía una apariencia clásica, quizás de principios del siglo XIX, casi con un aire Victoriano. Seguramente Kyuhyun sabría decírselo con más precisión. La casa estaba pintada de un color blanco reluciente, tenía dos pisos y muchísimas ventanas. Parpadeó un momento, luego se sacó las gafas como si (paradójicamente) así pudiese ver un poco mejor. La escena parecía sacada de un sueño, incluso el camino tras él parecía el pasaje del mundo real al de la fantasía. Por un momento se sintió en otra época.
Más nervioso y además entusiasmado que antes, comenzó a caminar hasta donde un pequeño y gracioso camino hecho de piedras color hueso lo guiaba hasta la puerta. Sonrió cuando vio la manija para golpear. La última vez que había visto algo así fue en casa de su abuela y hace muchísimo tiempo. Hyukjae tomó la pieza de hierro y golpeó con ella la puerta enorme de madera. El ruido sordo resonó en el lugar y pareció expandirse por la inmensidad de campo que había a un lado de la casa, luego también lo hizo por entre la muralla de árboles al otro extremo. Apretó sus puños, también los labios y esperó.
Parecerá estúpido, pero contó los segundos. Treinta y cuatro segundos, según su cuenta, pasaron hasta que oyó ruidos tras la puerta. Luego una mujer apareció allí. Una mujer alta, de unos cuarenta años, con la piel blanca y el cabello negro. Su rostro estaba pintado con exageración, sus párpados lucían un verde oscuro y sus labios un rojo sangre; y sin embargo nadie lo habría notado teniendo en cuenta que la mujer aquella vestía un enorme vestido bordó. Un vestido de otra época.
Hyukjae abrió sus labios tratando de recuperarse del shock que aquello le había causado. Parpadeó muy rápido, tomó aire y suspiró. Sí, la Señora Ruth era en efecto una mujer demasiado excéntrica.
-Buenas tardes- Pronunció Hyukjae con la voz titubeante pero logrando con mucho esmero no tartamudear. A veces, cuando los nervios lo consumían, solía hacerlo.
La mujer frente a él curvó sus labios rojos y sonrió- Buenas tardes, ha de ser usted el Señor Lee Hyukjae.
Él asintió- Efectivamente, y usted la Señora Ruth.
-Efectivamente- repitió ella con elegancia- Un placer conocerlo. Pase por favor.
La mujer y su abultado vestido se hicieron a un lado abriéndole el paso a Hyukjae a un pequeño pasillo o vestíbulo. Dudó en caminar, pero lo hizo. Cuando la puerta se cerró tras su espalda todo quedó relativamente oscuro, pero no lo suficiente para que no pudiese ver. Las paredes estaban cubiertas con un papel tapiz rojo oscuro y pequeñas florecillas blancas en él. Vio, entre asombrado y fascinado, las lámparas de gas pegadas a las paredes.
Era un lugar, literalmente, sacado de otra época, y aquello le fascinó tanto que no se permitió en ningún momento sentirse horrorizado por la excentricidad de la Señora Ruth. De hecho si él hubiese elegido vivir en otra época, la Victoriana hubiese sido sin lugar a dudas su elección. Recordó, entonces, que su madre siempre decía que él había nacido demasiado tarde. Él también lo sentía así, la modernidad nunca había sido lo suyo.
-Espero que no se le haya dificultado demasiado el llegar. Habrá notado cuán alejados estamos de la ciudad.- Comentó la mujer pasando delante de él y comenzando a caminar por el angosto vestíbulo.
-He venido en auto así que no he tenido grandes dificultades, pero sin lugar a dudas me sorprendí al llegar.
La mujer se volteó y le dedicó una sonrisa llena de gracia- Puedo imaginarlo. ¿Quiere dejar su abrigo aquí?- la mujer señaló un perchero y Hyukjae asintió para luego hacer deslizar su saco color mostaza por sus hombros. -¿Suele vestir de traje?
Los ojos de Hyukjae volvieron a la mujer mientras dejaba el saco en el perchero.
-Me gusta vestir formal, sin embargo sólo uso trajes a la hora de trabajar. El resto del tiempo uso atuendos igual de sobrios pero no tan formales.
La mujer asintió como si aquello fuese esencial en la conversación, luego se volteó y volvió a caminar. Hyukjae también lo hizo.
-Por aquí, entre por favor- La excéntrica Señora Ruth se detuvo junto a una puerta que luego abrió. Hyukjae pudo ver el interior del lugar. Era un pequeño cuarto cubierto de papel tapiz celeste y flores pequeñas amarillas o color crema, no estaba seguro. Había una mesita de madera blanca y dos sillas. Y finalmente muchísimas estanterías con hermosas muñecas de porcelana. Todas parecían antiguas pero en un perfecto estado. Pequeñas réplicas de niñas de no más de tres años con ojos azules, piel blanca y dorados cabellos. "Casa de muñecos", recordó.
Cuando la puerta se cerró tras él, Hyukjae, se sintió repentinamente intimidado. Ya sea por la Señora Ruth y su porte tan excéntrico, o por la decena de ojos de vidrios que lo observaban por todas partes. Nunca le habían gustado los muñecos, de hecho sólo recordaba haber tenido una especie de payaso con la cabeza de porcelana y el cuerpo de trapo. Y odiaba ese muñeco, siempre le había temido.
-Por favor, tome asiento. ¿Gusta un poco de té?
-Ah, no gracias-Respondió tomando asiento. Respiró profundo y dejó salir el aire con la mayor tranquilidad que pudo haber aparentado. La mujer se sentó frente a él. En medio de la mesa había una tetera y dos tazas de una porcelana muy delicada.
-¿Seguro que no gusta un poco de té? Es de manzanilla.
Hyukjae alzó las cejas. Bueno, tenía los nervios de punta y quizás el té le ayudaría. Finalmente asintió- Por favor- murmuró también.
-Bien, en su carta ha comentado que ha trabajado con anterioridad en una escuela, ¿Estoy en lo correcto?- La mujer lo miró a través de sus tupidas pestañas. Hyukjae asintió- ¿Puedo saber por qué ha dejado de trabajar allí?
Tragó saliva.
No podía decir la verdad, arruinaría el trabajo pero tampoco había pensado alguna mentira al respecto. Se enderezo en la silla al mismo tiempo que tomaba la taza de té.
-Mi madre falleció hace un año y medio- comenzó a contar decidido a no decir la verdad, pero tampoco a mentir descaradamente- Ella y yo éramos muy unidos. Mi padre falleció hace mucho, cuando yo apenas era un niño, entonces siempre y toda la vida habíamos sido sólo nosotros. Supongo que su muerte me ha golpeado como nunca nada lo ha hecho. Me atrevo a decir que entré en una severa depresión, trabajar de pronto me fue imposible. No me sentía bien para ello, sin embargo ahora puedo asegurarle que me he vuelto a poner de pie- Hasta ayer esto hubiese sido un mentira, sin embargo sentía que desde que había cruzado aquel húmedo camino rodeado de árboles había tomado una fuerza que creía extinta. Hyukjae estaba decidido a obtener este trabajo.
La Señora Ruth, por su parte, se limitó a asentir antes de llevar la taza de té con suma delicadez a sus labios.
-Su madre ha sido muy valiente al criarlo sola. Escuchándolo hablar puedo notar no sólo lo educado que es sino también cuanto la apreciaba a ella. Créame que lamento mucho lo de su madre y puedo entender a la perfección su dolor y aquel sentimiento de unión que sentía por ella. Mi hijo y yo también estamos solos, mi marido ha muerto cuando él apenas era un bebé.
-Lamento oír eso- Contestó él con un sentimiento tan real como el que se veía en la Señora Ruth. Ella sonrió.
-Fue hace mucho tiempo, me avergüenza decir que apenas si recuerdo su rostro. –La mujer bajó la mirada un momento mientras sus ojos se teñían de un sentimiento que Hyukjae no logró identificar, quizás era nostalgia.
Pasaron segundos, segundos incómodos, hasta que la mujer volviera a mirarlo y a hablar.
-He visto sus trabajos- dijo con un tono más profesional y serio- He percibido el enorme talento que tiene, Señor Lee, lo felicito. Ahora dígame, ¿ha pintado alguna vez a una persona?
Hyukjae volvió a erguir su espalda- Sí, lo he hecho. Pero me temo que no tengo fotografías de ello.
La mujer asintió- Entiendo, de todas formas confío en su talento. –Hyukjae dejó salir el aire que sin notarlo había estado reteniendo.
La Señora Ruth abrió sus labios pero por segundos no salieron palabras de ellos, luego frunció el ceño y una sonrisa enigmática se dibujó en su boca. A Hyukjae lo inquieto- Es sorprendente que aún no haya preguntado. Dígame ¿no le causa curiosidad?
Hyukjae se quedó en blanco- ¿Disculpe?
-Mi atuendo, por ejemplo- Oh... El castaño parpadeó muy rápido siéndole imposible disimular la repentina incomodidad que sentía. –O el aspecto de la casa.
-No es de mi incumbencia, Señora Ruth.
-Es cierto, pero si decide trabajar aquí entonces lo será- La miró desconcertado y no contestó para dejar seguir hablando a la mujer- Respóndame, ¿Le interesa el trabajo?
-Lo necesito y quiero trabajar- contestó de inmediato.
-Entiendo, sin embargo ¿le interesa? La necesidad y el interés son sentimientos diferentes, Señor Lee.
Hyukjae tragó saliva sintiéndose aún más intimidado, ahora sabiendo que era completamente por la mujer que tenía frente a él.
-El arte es mi pasión en la vida y pintar es lo que mejor sé hacer. Puede que incluso me atreva a decir que he nacido con el talento para ello. He soñado con ganarme la vida pintando, y enseñar arte no era justamente lo que quería hacer de mi futuro pero eso ha sido lo máximo que he conseguido. Entonces, sí su pregunta es sí me interesa el trabajo la respuesta es sí. Me interesa y estoy decidido a dar lo mejor de mí, no sólo para conseguir el empleo, sino para hacerlo bien y como corresponde. Amo pintar, Señora Ruth. Y está es una oportunidad para hacerlo. Incluso si la necesidad por trabajar no me presionara seguiría igual de encantado con la idea de pintar, ya sea un paisaje o un retrato. Me interesa y quiero el trabajo, Señora Ruth Margot.
Terminó de hablar así como también con el último aire que encontró en sus pulmones, no recordaba la última vez que había hablado tanto y de corrido ¡Y sin tartamudear!
La Señora Ruth lo observó pacientemente un momento, luego le sonrío con éxito.
-Excelente respuesta. Sí al final de esta entrevista usted sigue con el mismo entusiasmo, de por hecho que el trabajo es suyo.
Hyukjae apretó los labios intentando reprimir la sonrisa de triunfo que luchaba por escaparse de su boca. Hacia demasiado tiempo que no tenía tantas ganas de sonreír.
-Bien, ahora puede darse el lujo de preguntar.
-No tengo intenciones de preguntar, he venido a trabajar.
La Señora Ruth rio con elegancia.
-Su discreción es agradecida, Señor Lee. Sin embargo, incluso si no quiere preguntar me temo que tendré que explicarle la situación- Hyukjae tomó un poco de su té dejando a la Señora Ruth hablar- Bueno, en principio, como habrá visto en el anuncio y como bien se lo he explicado en la carta, el trabajo consiste en pintar a mi pequeño y tiene el máximo de un mes para terminar el trabajo. Usted puede tardar menos, eso varía de su tiempo de trabajo. Yo le ofrezco hospedaje y con ello comida como es debido, creo que así será mucho más fácil para todos. Usted ha notado cuán difícil es llegar aquí y si tuviese que venir cada día para hacer su trabajo sería, realmente, una gran exigencia para usted- Hyukjae asintió, aquello era cierto. –Y ahora bien- La Señora de pronto se mostró incómoda. Se retorció en su silla y tragó saliva pesadamente- Ésta casa tiene sus reglas, Señor Lee.
-Y las respetaré- contestó de forma automática, casi sin pensarlo.
-Aún no se las he dicho, Señor Lee Hyukjae. Escuche con atención. Tanto mi hijo como yo llevamos una vida sumamente tranquila y pretendo que eso siga siendo así por mucho tiempo más. Ésto que ha visto y que seguramente usted ha tachado como "excentricidades" es para mí un estilo de vida, y para mi hijo...- hizo una pausa en la cual sus ojos se volvieron más intensos- para él es su vida completamente. ¿Entiende lo que digo, Señor Lee?
Hubo silencio. Hyukjae sólo parpadeó varias veces antes de abrir sus labios y tomar muchísimo aire.
-Me temo que no comprendo.
La mujer sonrió con complacencia- Es difícil de entender, pero estoy segura de que al final del día lo comprenderá. Dígame, ¿Nunca ha soñado con vivir en una época distinta?- Hyukjae elevó una ceja al darse cuenta que fue lo primero en lo que pensó al ver la casa.
-Desde luego. Creo que la inconformidad continua es un rasgo de todo ser humano. En mi caso, siempre me he sentido desconforme con mi época. No me gusta la ciudad, ni el ruido, y me temo que en la adolescencia poco he tenido que ver con las... corrientes juveniles y populares.
-Me sucede igual, Señor Lee. –Suspiró pesadamente y dejó la mirada puesta en alguna parte del cuarto celeste- La sociedad de hoy en día se ha vuelto tan vulgar en tantísimos aspectos... Los jóvenes se han convertido en monstruos irrespetuosos, los modales ahora resultan fuera de lugar y anticuados. Lo mismo sucede con los valores, Señor Lee. Ésta no es una sociedad en la que yo me atrevería a criar a mi niño, y gracias a Dios no tengo que hacerlo. –La mujer miró a Hyukjae otra vez- Mi niño jamás será contaminado con la sociedad de allí afuera, él es un ángel, él es perfecto... -sonrío- y quiero que siga siéndolo. Como le he dicho, en esta casa tenemos reglas, y guardar silencio es una de ellas. Si realmente quiere trabajar aquí, usted, tendrá que olvidarse de toda la contaminación que hay en las calles y en su sociedad, en su época.
Hyukjae frunció el ceño.
-Usted no tendrá que empacar absolutamente nada. Es más, si decide aceptar, le pediré que deje todas sus pertenencias y éstas se le serán devueltas en cuanto usted termine su trabajo. –Hyukjae seguía sin entender- El resto de las reglas las entenderá con el tiempo.
Ahora, sí es muy amable, me gustaría que me siguiera. Quiero presentarle a mi hijo, y estoy segura de que para entonces comprenderá mucho mejor la situación.
La mujer se puso de pie y Hyukjae no tuvo más remedio que seguirla. Salieron del pequeño cuarto y la oscuridad del pasillo rojo con flores blancas los volvió a abrazar. Caminaron hasta llegar a una sala enorme con un ventanal por el cual entraba la luz radiante del sol iluminando la sala con un aire mágico. A Hyukjae todo aquello le resultaba mágico de hecho. Subieron las escaleras y se encaminaron a otro pasillo mucho más iluminado.
-¿Tiene usted algún aparatejo de comunicación?- ¿Un celular? Se preguntó para sí mismo.
-No, Señora.
-¿Un reloj de cualquier tipo?- miró sus muñecas y se sorprendió al notar que aquella mañana había olvidado ponerse su reloj de pulsera.
-No, Señora.
-¿Sus zapatos traen cordones?
-No- De hecho eran unos zapatos que compró en una tienda de segunda mano y por ende eran demasiado anticuados.
La mujer se volteó de golpe quedando frente a él. Lo miró de arriba abajo.
-Abróchese todos los botones de la camisa, por favor. –Hyukjae parpadeó rápido pero en segundos reaccionó y abrochó rápidamente los únicos dos botones que tenía desabrochados. La mirada de la Señora Ruth pasó entonces a su rostro. –Las gafas están bien- murmuró y luego lo miró de cuerpo completo una vez más. Hyukjae se sintió tan incómodo que de pronto no sabía cómo pararse o dónde colocar sus manos.
-Voy a tener que pedirle que no hable más de lo necesario y que por favor cuide muchísimo su vocabulario. –La mujer sonrió con gracia-Mi niño es especial- susurró antes de voltearse una vez más y caminar hacia delante hasta, finalmente, detenerse junto a una de las tantas puertas de aquel pasillo. La Señora Ruth golpeó.
-Cariño, voy a entrar- segundos después la puerta estaba abierta.
Hyukjae estaba a un lado de ella pero no se atrevió a mirar el interior sin antes intentar imaginar al niño de la Señora Ruth Margot. Se imaginó a un pequeño de nueve años con ojos azules, un rostro redondo, mejillas sonrojadas y dulces bucles dorados. Un bonito querubin vestido con un adorable trajecito, o quizás como aquellos niños que salían en las publicidades de avena de principios de los noventa.
-Quiero presentarte a alguien- oyó decir a la Señora desde dentro del cuarto.
Hyukjae, entonces, dio un paso hacia la puerta y miró el interior de la habitación. Estaba completamente iluminada por la luz radiante que entraba por las ventanas, el papel tapiz era de un dorado muy suave, había una cama con aire principesco en el medio y cubierta de sábanas blancas, y finalmente un tocador donde un muchacho se encontraba sentado y con la mirada puesta en el espejo pero mirando hacia algún sitio en el reflejo de éste, quizás en la mujer a su lado.
Hyukjae tragó saliva viéndolo.
No era un niño, no era el querubín que había imaginado y tampoco el pequeño sacado de la publicidad de avena.
¡No es un niño! Volvió a decirse a sí mismo. Era un chico de unos dieciocho años, y por sobre todo aquello de una belleza única.
Hyukjae pudo haber jurado que sus pupilas se dilataron por completo cuando el jovencito volteó su rostro lentamente y aquellos ojos color oscuros estuvieron sobre él.
Era un muchacho realmente hermoso y de una belleza excéntrica, diferente. Artificial en algún punto. Tenía la piel de un aspecto suave, blanca y con una palidez tan cremosa que a Hyukjae le recordó, vagamente, al pétalo de una hermosa orquídea. El cabello suave, brillante y castaño caía ligero a un lado de su rostro en sutiles ondas llegando unos centímetros por debajo de su mentón. Y finalmente, tenía unos labios finos pero exquisitamente delineados de un tono rosáceo que terminaba dándole un aspecto dulce y angelical al jovencito.
Aunque no fuese el querubín que Hyukjae había imaginado, debía admitir que era francamente hermoso. Inhumanamente hermoso, reparó para sí mismo. Sus facciones eran perfectas de una forma tan exagerada que por un momento se preguntó si realmente la naturaleza era la única responsable de crear a tal criatura.
Luego el corazón se le aceleró cuando el chico elevó una ceja perfectamente delineada. Había sido un solo movimiento que a él lo había dejado estático.
Hyukjae no estaba seguro si se sentía fascinado por el joven, obnubilado por la belleza, o abatido por la incertidumbre. Pero por un momento se dejó atrapar por aquel último sentimiento y terminó volteando su mirada hacia la Señora Ruth que lo observaba con una sonrisa llena de orgullo.
-Pensé que había dicho un niño- murmuró para que sólo ella lo escuchara, aunque el silencio era tal que no le hubiese sorprendido que el jovencito frente al tocador también hubiese oído. La mujer de pronto borró su sonrisa- Él no es un niño- agregó luego.
-No, Señor Lee, no es un niño- La mujer miró hacia delante y en efecto hacía el jovencito. Estiró su mano hacia él y el chico se puso de pie.
Tenía una contextura esbelta. Era delgado, pero no desgarbadamente delgado como Hyukjae. El jovencito poseía una delgadez grácil y estética. Estaba vestido con unos pantalones color marrón, camisa y tiradores. Aquello no fue una sorpresa, francamente no se imaginaba al chico vestido de jeans y camiseta estampada.
El chico caminó hasta que su mano tocó la de su madre, y sus ojos que eran de un intenso color chocolate volvieron a estar en los de Hyukjae.
De nuevo la fascinación lo invadió y el tenerlo tan cerca sólo hizo que la sensación lo abrumara aún más, podía jurar que oía su corazón latir en sus oídos.
Desvió desesperado su mirada hacia la Señora Margot sorprendiéndose de que ella también lo estuviese viendo.
-Le presento a mi hijo, Señor Lee. Su nombre es Donghae, significa "Mar del este"- Un nombre perfecto, pensó Hyukjae.
Él jamás había visto a alguien que pareciese tanto un espíritu del bosque, de la naturaleza, quizás del mar. El muchacho frente a él, Donghae, tenía una belleza casi espectral.
- Y es cierto, no es un niño... - Dijo la Señora Ruth volviéndolo al presente. La mujer sonrió estirando sus labios rojos- Es un muñeco, y el más hermoso de entre todos los que poseo.
¡Un muñeco!
Hyukjae volvió la mirada una vez más hacia el castaño que seguía observándolo. Un muñeco, sí, Muñeco era un adjetivo que le quedaba muy bien. Hyukjae hubiese agregado muchos más, de hecho tenía cientos de adjetivos que podrían encajar a la perfección con el jovencito de cabellos castaños. Perfecto, hermoso, precioso, bello eran tan sólo unos ejemplos.
-Mucho gusto, Señor Lee- La voz suave pero masculina del chico salió conforme sus finos labios se movieron.
Casi pudo imaginarlos moviéndose sobre los suyos. Finalmente tragó saliva y estiró su mano, intentando ocultar la ansiedad que sentía por tocarlo.
-Lee Hyukjae- murmuró con la voz titubeante. Luego contuvo la respiración cuando su mano acarició aquella otra que se encontraba cálida, casi caliente. Bueno, a Hyukjae le pareció que su tacto quemaba.
- Es un placer- pronunció el muchachito y sus ojos chocolate, de pronto, se nublaron con una picardía que él no supo justificar. Fue una mirada enigmática, intensa y que guardaba un mensaje indescifrable para él. Fue una mirada feroz en algún punto y eso hizo que a Hyukjae le latiera el corazón aún más fuerte.
Donghae era hermoso, y sin embargo aún si no lo fuese, Hyukjae, se hubiese sentido igual de atraído por él tan sólo mirando sus ojos. Tenía una mirada que guardaba secretos y te incitaba a descubrirlos.
-Un placer- repitió Hyukjae sin pensarlo realmente y solo dejándolo salir. Luego frunció el ceño cuando la mano suave de Donghae se separó de la suya. Apretó el puño en el aire, se sintió vacío.
-Imagino que ha de haber tenido un largo camino hasta aquí- dijo Donghae con serenidad y sin apartar su mirada aguda y desapasionada, en algún aspecto.
Donghae lo observaba totalmente ajeno a lo que Hyukjae estaba sintiendo. Fue decepcionante para él saber que evidentemente no tenía el mismo efecto en el muchachito castaño, sin embargo no le sorprendía. Hyukjae no se consideraba guapo, ni mínimamente atractivo. Ni siquiera tenía una personalidad que compensara sus muy pocas agraciadas facciones. Suspiró entonces por dentro, casi de una forma metafórica, y volvió su atención al chico que lo observaba sin pestañear.
-He tenido un largo camino, sí.
-¿Y cómo está el pueblo allí afuera?- preguntó Donghae ladeando su cabeza, dejando que su cabello se moviera y bailara contra su rostro. Él lo observó sin comprender- Me refiero a la epidemia.
La Señora Ruth hizo carraspear su garganta llamando la atención de un desconcertado Hyukjae. La mujer lo miró entrecerrando sus ojos.
- La epidemia que nos tiene, lamentablemente, recluidos en estos lugares tan alejados- dijo ella en un tono que pareció lleno de ansiedad y nervios- La epidemia que ataca al pueblo, Señor Lee.
Hyukjae abrió sus labios comprendiendo, hasta algún punto, las miradas cómplices que la Señora Ruth se esforzaba en darle. Sin embargo no lograba comprender porque las mentiras... Las reglas de la casa, se dijo luego.
-Aún buscan una cura- murmuró sin estar seguro de que aquello fuese lo correcto. La Señora hizo carraspear su garganta una vez más.
-Cariño, ¿no es hora de que practiques con el violín?- Donghae, que hasta entonces no había despegado sus ojos de Hyukjae, miró a su madre. Luego asintió.
-Me temo que sí.
-Entonces te dejaremos para que puedas practicar. Despídete del Señor Lee.
La mirada chocolate y los ojos color café de los dos jóvenes se volvieron a encontrar. Hyukjae se sintió de igual manera, sintió la misma intensidad que la primera vez que lo había visto a los ojos. Donghae tenía un efecto abrumador en él, aunque las inquietudes que ahora mismo lo consumían le impidieron disfrutar con plenitud del enviciante gozo de apreciarlo.
-Ha sido un placer nuevamente, Señor Lee.
-El placer ha sido mío, Donghae- ¡Vaya! Su voz había salido con tanta firmeza que ni él mismo se reconoció en aquel instante, sin embargo todo aquello quedó atrás cuando una vez más tomó y estrechó la mano de Donghae. Esta vez el calor ajeno pareció perseguirlo hasta incluso después de soltarlo, tener que voltearse y ver el rostro del castaño desaparecer tras esa puerta. Donghae no dejó de mirarlo en ningún momento.
Cuando finalmente se vio envuelto en la realidad, que parecía haberse esfumado en la mirada de Donghae, nuevamente miró a la Señora Ruth que le dedicó una mirada severa. Pero Hyukjae no estaba seguro de haber hecho algo mal así que tomó aquello como una advertencia, quizás un autoritario: -Guarde silencio.
Y efectivamente eso hizo.
Guardó silencio y se limitó a seguir a la Señora Ruth por el largo del pasillo, luego bajando las escaleras; pero sin dejar de preguntarse qué había sido todo eso. Lo de las mentiras, la epidemia, también las preguntas de la Señora Margot: ¿Tiene usted algún aparatejo de comunicación?, ¿Un reloj de cualquier tipo?, ¿Sus zapatos traen cordones?
Tenía una idea muy vaga en la cabeza, pero era de aquellas ideas estúpidas e incluso ridículas. Se encontraba en una de esas ocasiones en las que crees tener una idea del mundo pero repentinamente te preguntas: -¿Y si no fuese de esta forma? ¿Y sí en realidad fuese así? ¿Y si pasara tal cosa?
Para cuando él y la Señora Ruth llegaron a la sala, Hyukjae ya se había llenado de preguntas, pero seguían siendo lo suficientemente estúpidas como para formularlas. Así que se decidió a guardar silencio y esperar a que la misma Señora decidiese explicarle. De hecho recordaba que ella había dicho que de todas formas tenía que hacerlo..., explicarle las reglas de la casa.
-Ahora que ha conocido a mi niño ha de tener una idea más clara de la situación- dijo la Señora. Él por su parte no pudo evitar elevar una ceja al pensar que, efectivamente, tenía ideas en la cabeza, más la palabra "clara" no se aproximaba en lo más mínimo a lo que estaba sintiendo.
Hyukjae pasó su peso de un pie al otro. Tomó aire y suspiró.
-Me temo que sigo sin comprender. Entiendo que su hijo no es un niño como me ha dicho, o como lo decía en la carta, sin embargo no tengo inconveniente con ello.
¡No, demonios! no tenía inconvenientes en pasar un mes completo viendo y pintando a ese hombre. Nunca en su vida había visto un espécimen masculino que le atrajera tanto. Y había visto y apreciado a muchos hombres desde que su homosexualidad salió a relucir dentro de él muy tempranamente en la adolescencia. Sabía, incluso, que quizás nunca en su vida tendría el lujo de ver una belleza así y mucho menos de estar tan cerca de ella, y esto último debido a su falta de autoestima, claramente.
Hyukjae mordió su labio inferior ahogando en él la ansiedad que lo consumió en un instante, pero no supo exactamente si se sentía ansioso de saber la verdad tras aquel embrollo, o era ansiedad por volver a ver a Donghae. O tal vez ya ansiaba tocarlo.
-Sin embargo, Señora Ruth- prosiguió- No estoy seguro del porqué he tenido que mentir hace un momento.
La Señora Ruth elevó una ceja.
-Porque así lo ameritaba la situación, Señor Lee. Verá usted, a veces los padres hacemos muchísimos sacrificios por nuestros hijos y tomamos decisiones drásticas pensando únicamente en su bienestar. Yo he tomado algunas en ésta vida y he decidido que mi niño crecerá totalmente ajeno a la contaminación de la sociedad de hoy en día. No le pido que lo entienda o esté de acuerdo conmigo, le pido y exijo que lo respete. Como le he dicho ya, esto, que usted tacha como excentricidades y yo como un estilo de vida, es para mi hijo su realidad. –La mujer sonrió- Mi niño es especial, Señor Lee, ¿Comprende ahora la situación?
Hubo silencio. A Hyukjae de pronto le sudaron las manos, la sangre pareció helarsele y el estómago se le encogió; todo esto mientras sentía como su mundo se bamboleaba. Las ideas que él había titulado como estúpidas, incluso fantasiosas, comenzaban a teñirse de un realismo que lo horrorizó, quizás incluso también sintió miedo. Miedo, horror e indignación de tener que ser parte de algo semejante.
-Usted no puede estar hablando enserio- pronunció con la voz llena de pánico. La mujer delante de él, pese a todo, seguía igual de serena y fría. Quizás ésta no era la primera vez que estaba lidiando con algo así, quizás muchos otros habían venido en busca del empleo y salieron huyendo en este preciso momento. Hyukjae de hecho quería irse en ese instante y olvidarlo todo, sino fuese por la aflicción que sentía en el pecho con sólo pensar en no volver a ver los ojos chocolates de Donghae
Negó con su cabeza- No puede ser lo que estoy pensando- dijo en realidad para sí mismo pero, inmerso en el shock, terminó dejando que su voz tiñera y se apoderara de sus pensamientos.
La Señora Ruth lo miró con una determinación diferente.
-De nuevo le repito que no espero que me entienda ni esté de acuerdo conmigo, sino que me respete a mí y a la decisión que he tomado en cuanto a mi hijo. Él vive tranquilo aquí y de esta forma, y así vivirá por el resto de su vida- Está loca, pensó automáticamente- Lo que usted conoce como la realidad, aquí no es más que una falacia. Y lo que usted allí afuera conoce como fantasía, aquí es la realidad. –La mujer dio un paso hacia él- Mi hijo vive en esta época, Señor Lee, bajo estas reglas y este mundo.
-Un mundo irreal- la interrumpió.
-Es real si mantiene las normas, Señor Lee.
Hyukjae negó con la cabeza sin poder recuperarse de la impresión. Luego abrió sus labios.
-¿Por qué?- murmuró.
-El porqué ya se lo he dicho. Esta sociedad está contaminada por los valores vulgares y malignos de esta época. Soy fiel partidaria de los valores tradicionales, de la religión, del pudor y pureza como virtud. De la elegancia, la educación y el decoro como herramientas en la vida, y fiel amante de la belleza clásica. ¿No ha dicho usted que la inconformidad continua es un rasgo de todo ser humano? Bueno, yo estoy muy de acuerdo con usted.
Hyukjae siguió igual de confundido y la Señora Ruth pareció notarlo. Entrecerró sus ojos y por un momento se replanteó sus palabras. Luego volvió a hablar en un tono un poco más sereno y suave, casi hipnotizante.
-Dígame, Señor Lee, ¿no ha visto usted aquellas pequeñas bolas de cristal? ¿Las ha visto? ¿No ha notado, entonces, las hermosas casas dentro de ellas? Con el hermoso paisaje, los árboles, la nieve cayendo. Son como un pequeño sueño, son hermosas ¿No lo cree? - La Señora hizo una pausa que a Hyukjae le permitió plantearse todo lo que ella estaba diciendo. Él tenía una idea sobre ello pero no estaba seguro de a dónde quería llegar
-Dígame, ¿nunca las ha visto y pensado cuanto le gustaría estar dentro de alguna de ellas? Bueno, mire a su alrededor, está dentro de una, Señor Lee. Dentro de una pequeña fantasía. ¿Tiene usted fantasías? Supongo que sí, todos las tenemos. La inconformidad, como bien lo ha dicho usted, es un rasgo de todo ser humano y fantasear es, entonces, el único medio que tenemos para sobrellevar nuestras frustraciones. Yo he tenido una fantasía y ahora vivo dentro de ella, dentro de mi pequeña bola de cristal. Es ésto, en efecto, una bola de cristal. Nada entra y nada sale, Señor Lee..., téngalo en cuenta, piense en eso esta noche cuando duerma y se sumerja en sus sueños y fantasías. Piense y pregúntese si acaso no le gustaría vivir alguna de ellas. Bueno, quizás aquí pueda hacerlo. ¿No le gustaría vivir sus fantasías una vez en su vida? Bueno, tiene una semana exacta para responder. Piense en ello, Señor Lee.
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Castaño de porcelana
أدب الهواةHyukjae es un pintor fracaso, deprimido y desempleado que acepta acudir a una entrevista de trabajo en una casona en medio de la nada. Cuando llegue allí descubrirá que nada es lo que parece y, más importante aún, conocerá al demonio de piel blanca...