CAPÍTULO 67
Miguel me siguió por el pasillo que daba al patio. Fruncí el ceño ante el desorden que imperaba por doquier. Había basura y restos de materiales que habían quedado de la reciente construcción de la cúpula de los vitrales. Tendría que hablar seriamente con Mercuccio sobre el asunto. No podía permitir que parte de la casa de Nora se viera como un basural. Sacudí la cabeza, tratando de sacarme de la mente esos pensamientos tan mundanos. Debía concentrarme en lo importante. Me encontraba ante uno de los momentos más importantes de mi vida, y por partida doble. No podía distraerme.
Entramos al segundo pasillo que daba a la entrada de la cúpula. Miguel siempre detrás de mí. Puse la mano en el picaporte. Por un momento dudé. ¿En verdad podía enviarlo así como así? ¿Obligarlo a enfrentarse con lo desconocido sin consultarle, como un esclavo que solo debe obedecer sin saber el por qué? ¿Acaso no tenía derecho a saberlo? Le lancé una mirada fugaz. Miguel permanecía tranquilo, esperando, en silencio. Respiré hondo y giré la perilla.
Abrí la puerta lentamente y me introduje en la sala de la cúpula. Una sensación extraña pero conocida a la vez me invadió. El punto temporal del portal estaba muy cerca, tanto, que la energía del Círculo parecía filtrarse de alguna manera a través de la luz que jugueteaba en los vitrales. Sentí que algo volvía a mí como envuelto en una niebla. Algo estaba restaurándose en mi mente. Era una sensación que ya había tenido, hacía mucho tiempo. Era el regreso, aunque débil y transitorio, de mi habilidad.
—¿Qué es este lugar?— preguntó Miguel. Aunque la pregunta había sido hecha en voz baja, me hizo saltar internamente y volver a la realidad.
—Es un portal— expliqué.
—¿Un portal?— repitió él, sin comprender.
—Un portal que conecta con el Círculo.
—¿Qué círculo?
—El Círculo. El lugar adonde vas a ir.
—Strabons, lo que está diciendo no tiene sentido.
—El Círculo es el lugar adonde perteneces. En el Círculo está tu destino. ¿No es tu destino lo que buscas?
—Sí, pero...
—Tu destino está con ella.
—¿Ella? ¿Quién?
El nombre Dana escaló como un tornado por mi garganta, listo para abrirse paso por mis labios y escapar en un grito. Apreté los dientes tan fuerte que me pareció que se iban a quebrar, pero logré mantenerme en silencio.
Mi habilidad, aunque leve, percibió sin problemas la agitación que comenzó a turbar la mente de Miguel. La agitación se incrementó, formando una idea clara y definida: escapar.
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LA PROFECÍA DEL REGRESO - Libro II de la SAGA DE LUG
FantasiaPerdí el sentido en aquel maldito hoyo sin fin. No sé cuánto tiempo habré estado cayendo, lo cierto es que pensé que había muerto. Pero la caída en aquel pozo, que yo había creído era el final, fue en realidad un nuevo principio... LA PROFECÍA DEL R...