Aquella noche... fue la peor noche de mi vida. A la mañana siguiente, le llegaron a mis padres un rumor de que la Gestapo iba a detenernos por conspiración al partido. Como consecuencia, tuvimos que exiliarnos a Estados Unidos.
El rostro de Alexander aparecía todos los días en mis recuerdos. Sus preciosos ojos celestes, sus labios, su hermosa sonrisa, su sentido del humor... Caí en una depresión, la cual logré vencer volcándome en los estudios.
La Segunda Guerra Mundial acabó en 1945, y la economía estadounidense se incrementó, lo que permitió numerosos avances en la tecnología, la medicina y la industria mecánica. Acabé el bachiller y entré en la facultad de Medicina. En 1953 a mis 29 años ayudé en la investigación de James Watson, biólogo, y Francis Crick, bioquímico, en desentrañar la estructura en doble hélice de la molécula de ADN (21 de febrero). Este hecho, hizo que la noticia se transmitiera por toda América y Europa. Días después, una persona me contactó a través de la cadena de televisión por la que se transmitió la noticia. Su nombre era: Alexander Prinz. Cuando la secretaría pronunció su nombre no creí lo que escuchaba. Inmediatamente pedí un vuelo a Polonia para la misma tarde.
1 de Marzo del año 1953.
Al llegar al aeropuerto me dirigí al baño y me observé en el espejo. Ya no era aquella inocente y dulce muchacha de 17 años. Me había teñido mi pelo a un color azabache, lo que hacía que mis ojos verdes destacaran, y ya no lo llevaba largo como en los años 40, ahora lo llevaba corto y marcado con ondas. Arreglé inconscientemente mi vestido y mi abrigo, no me hacía a la idea de que él estaba vivo. Pero... ¿Y si no era él, sino otra persona que tan solo quería gastarme una broma? No... era él, tenía que serlo. Me estipulé a mi misma.
Me pregunté si Alexander también había cambiado, en aquel momento debería de tener 31 años... Caminé por el baño indecisa, el dolor de pies debido a los tacones me mataba, pero estaba intentando retrasar el momento de llevarme el chasco al ver que no era él, sino una broma de algún idiota. Me acerqué de nuevo al espejo, apliqué un poco de mi barra de labios rojo y decidida me dirigí a la salida del aeropuerto, lugar donde mi secretaría había planeado el encuentro.
La bella Varsovia que se mostraba ante mis ojos era totalmente distinta a la que recordaba. Los edificios habían sido reconstruidos y ahora por las calles pasaban familias felices con sus hijos que llegaban, o salían de vacaciones, y no judíos a los que les esperaba un cruel destino. Caminé sin saber muy bien hacia donde dirigirme. En aquel momento oí una voz tras de mí.
-Bonito, ¿verdad? -preguntó la voz, que parecía reprimir un sentimiento en su interior.
Mi corazón dio un salto, y mis ojos se abrieron, alerta. Mis piernas empezaron a perder sensibilidad y mi labio inferior empezó a temblar. Aquella voz... soñaba con esa voz todas las malditas noches y ahora la estaba oyendo, y sonaba tan real... Quise acurrucarme en el suelo y ponerme a llorar, este sueño era demasiado real. No quería darme la vuelta y despertar como por arte de magia. En ese momento me cogió del brazo y me dio la vuelta. Me topé con su pecho, llevaba una camisa blanca y una chaqueta negra, bien planchada. Si tan solo pudiera levantar mi rostro y toparme con aquellos ojos azules tan bien conocidos. Pero él lo hizo por mí. Puso sus manos a ambos lados de mi cara y levantó mi rostro para que pudiera mirarlo. Era él, él, él, él... Alexander. Una lágrima silenciosa se escapó de mis ojos y los cerré, incapaz de pronunciar palabra alguna. En ese momento sentí como sus labios, suaves y carnosos, se posaban sobre los míos, como si nunca se hubieran ido, y mis brazos instantáneamente rodearon su cintura con fuerza. Sus labios se movían sobre los míos con suavidad y ternura, como si un movimiento brusco pudiera romperme. Sentía el sabor de mis lágrimas que parecían no parar de caer. Apoyó su frente sobre la mía y una sonrisa asomó por la comisura de sus labios.
-Sigues igual de hermosa, Izabella -susurró mientras me besaba en la frente.
Apoyé mi rostro sobre su pecho, era real. Alexander estaba aquí conmigo.
-Idiota... -susurré.
-¿No se te ocurre ninguna otra palabra más bonita para dedicarme después de no haberme visto por más de diez años? Que decepcionante... pensaba que durante este tiempo habrías escrito un discurso para mí o algo así -remarcó con voz burlona mientras secaba mis lagrimas con el dorso de su mano.
-No... no sabes... -dije entre lágrimas -lo mucho que he sufrido por tu culpa... estúpido. Pensaba que estabas muerto... y aquí estás, como si el tiempo no hubiese pasado... como si fueses inmune ante todo... como si aquella noche no hubiese visto como aquellos soldados te disparaban... como si...
-Shh... -dijo antes de callarme con un beso. -Aquí estoy, aquella noche te dije que estaría bien, y he cumplido mi promesa -recalcó mientras tocaba mi pelo.
Y así fue, aquel 24 de diciembre de 1941, el soldado de la Gestapo tan solo le había disparado en una pierna. Al parecer, decidieron no matarlo porque era joven y fuerte y podía trabajar en el campo de concentración. Al acabar la guerra intentó buscarme, sin embargo, detuvo su búsqueda cuando descubrió que mi familia y yo nos habíamos exiliado a Estados Unidos y no le quedó otra opción que seguir con su vida. Escuché aquello con los labios fruncidos mientras bebíamos un café en una cafetería del aeropuerto. Miré nuestras manos unidas sobre la mesa. Todo ese tiempo pensé que aquella noche había muerto, sin embargo, ahí estaba él, mirándome con aquellos ojos azules tan penetrantes y sonriendo mientras sus hoyuelos adornaban ese hermoso rostro que parecía no haber envejecido. ¿Que sería ahora de mi vida?
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En realidad la novela acababa en el capitulo anterior, pero no estaba del todo satisfecha con el final, al ser este un poco trágico (? por lo que decidí crear un final alternativo que es este, el que habéis leído. ^^ Aún queda un capitulo más y el epílogo, en los cuales estoy trabajando y los subiré entre mañana y pasado. Ya se acerca el final~ ~(*0*~)
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El amor secreto de Izabella
Teen Fiction"Ambientada en la Segunda Guerra Mundial. Nos encontramos en Varsovia, capital de Polonia, año 1940. Izabella Kowalski, una adolescente polaca de 16 años descubrirá el amor en medio de toda la tragedia". Esta es la primera novela que consigo acab...