Like the last love. (ChaeLisa)

Parte única.

Su relación había abarcado casi cinco años. Lisa rondaba cerca de su cumpleaños número ventiuno, y su edad se diferenciaba de Rosé, su novia, por tan sólo un año.

En su desarrollo de adolescencia, ambas experimentaron estragos en su sexualidad, lo cual despertó cierto interés hacia a la otra. Todo sucedió muy rápido, pero no significaba que su amor fuese pequeño. Su relación que por todo un año no estuvo definida realmente, tan solo resumida en roces accidentales, miradas traviesas y besos tímidos, pudo extenderse por cinco largos años en los que Lisa pudo encontrar una felicidad verídica.

Su principal atracción hacía la otra fue el interminable amor hacia el arte. Rosé creía que Lisa era el arte en su máxima expresión cuando bailaba. Se perdía en todas las formas en las que su cuerpo trazaba líneas imaginarias en el aire con su danza, y se cautivaba por el placer que la misma emanaba y, a la vez, transmitía a sus espectadores cuando danzaba. En su lugar, Lisa veía a Rosé como un mismísimo ángel extraído del coro más importante del cielo, porque su voz, definitivamente, había sido otorgada de alguno de ellos. Su canto siempre era la mejor medicina cuando sus días nos eran los más divertidos.

Uniendo ambos talentos, ambas hacían su propio arte, y armaban los mejores shows después del colegio, en el escenario del club de teatro, o bien, en la habitación de Lisa, cuando hacían pijamadas. Posterior a ello, se sumergían en momentos destilantes de besos, abrazos, y cursilerías. Lisa realmente pensó encontrar a su alma gemela.

Sin embargo, nunca pensó que eso que en un comienzo les unió, era lo que, cinco años después, estaba destruyendo su relación.

El tiempo que ambas se entrenaban en su carrera como artista profesional les consumía.

Ambas habían sido reclutadas en distintas agencias. En un principio, fue difícil para ambas partir en dicho ámbito por senderos diferentes, pues el sueño de la pareja siempre había sido triunfar y ser famosas juntas, ellas dos, como Lisa y Rosé. Pero, al parecer, el destino no les fue oportuno, y tal vez, Rosé no era de verdad el alma gemela de Lisa.

Lo discutieron una vez, en donde ambas se notaron muy agotadas, estresadas, pero sobretodo, deprimidas porque lo que había entre ellas claramente no estaba yendo por buen camino. Como 'solución', decidieron mudarse a un apartamento pequeño, solo para las dos, que pagaban con sus trabajos de medio tiempo. Prácticamente, habían dejado la universidad como la opción más última y olvidada. Cada día se dividía en tres partes: trabajo, entrenamiento, y muy tarde en la noche, prestarse atención. Pero aún cuando todo pareció ir mejorando, la situación volvió al mismo punto. Rosé estaba a punto de debutar como solista, su agenda comenzaba a llenarse, las horas de regreso a casa eran más y más tarde y cuando llegaba se encontraba con su novia ya dormida en la habitación.

Lisa no sabía si pensar en un futuro juntas o dar por un hecho de que pronto todo tendría un fin. Buscaba en Rosé algún indicio de respuesta, pero ya ni lograba verle más que el corto tiempo en el que ambas tomaban el desayuno cada mañana, antes de comenzar con sus actividades individuales. Ellas ya no eran uno. Ya no eran ambas. Eran sólo dos personas que compartían habitación.

—No te ves bien, Lisa —observó su compañera, Jennie. Con quien mantenía una cercana amistad desde que comenzó su entrenamiento.

Lisa movía la pequeña cuchara de plata dentro de su taza de café, en aquella cafetería que ambas solían visitar cuando les daban recesos; con su visión fija en su totalidad en esta, y perdida en algo que no tenía solución. Su mirada fue a parar al ceño fruncido de la castaña con rasgos felinos, que le veía y en su rostro se distinguía la preocupación, pues claramente, se encontraba en total desánimo. 

—La amo, Jennie —declaró desganada y resignada. Dándole entender a su compañera que sus ideas por recuperar lo que parecía muerto se habían agotado, y estaba en sus últimos trances.