Capítulo 4

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— Es mentira, ¿verdad? — pregunté sin ni siquiera pensarlo

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— Es mentira, ¿verdad? — pregunté sin ni siquiera pensarlo. Papá me echó una mirada del demonio que me dejó quieta en el sitio. Apreté la mano de Eric sin importarme el daño que pudiera causarle, total, no lo sentiría igualmente. Papá miró mi mano y asustada la aparté rápidamente de la de él. Tragué saliva y volví a mirar a mamá que estaba con los ojos llorosos. Oh, mierda.— Lo siento por mi pregunta mal formulada y directa. — mi progenitor volvió a mirarme mal. ¿Y cómo esperaba que me lo tomara? A penas tenían tiempo para mí, y mamá de baja no iba a estar diez años de su vida. ¿Lo cuidaría yo? — ¿Cómo pensáis hacerlo?— sinceramente los vi muy egoístas. O sería yo la dramática de la familia.

  — Nos turnaremos, Mía, además también podrías ayudar, ¿no?  — propuso papá.

  — Sí, pero recuerdo que la universidad la empiezo el año que viene.

Mamá miró asustada a su marido como si no hubiese caído en ello. Me encogí de hombros y ella sonrió. —Creí que te alegraba tener un hermano, Mía. Es otra oportunidad para hacerlo bien.— Pensar en ese momento en mi hermano mayor era lo que menos necesitaba si no quería derrumbarme delante de mis padres. Aunque ya era tarde, mis ojos estaban cristalizados. Parpadeé unas cuantas veces seguidas y  conseguí esquivar el llanto que se aproximaba. Me acerqué a mi madre y le abracé. — He pensado en dedicarme a otra cosa que no me ocupe tanto tiempo como la empresa. Sobreviviremos con el sueldo de papá y uno mío reducido, ¿no?  

  — Es lo mejor,  porque entonces el bebé se criará con niñeras. — dije y Eric tosió y captó mi atención. Le miré y recé por no abrir mi bocota y meter la pata diciendo que eso podía haberlo hecho conmigo, y ahora no tendría más recuerdos con mujeres desconocidas y agradables que con mis padres.

 — Mía, contrólate un poco, ¿no? A mí me gusta la idea de tener una mini Mía corriendo por toda la casa. Sería gracioso hacerle cosas sin que sepa que existo. — con mi mirada le dije todo lo que callaba. Tragó saliva y asintió levemente, pillando mi intención. No iba a reírse ni de una niña ni de un niño pequeño. — Pero, además, cuando estábamos todos juntos, éramos una familia muy unida. No tuviste una mala infancia, Mía.—  decía Eric mientras se apoyaba en el sillón que quedaba libre y miraba a mi madre de manera tierna.

 Sí, quizás debería controlarme. Pero que se dieran cuenta de que estaban muy ocupados con su trabajo cuando mi madre se quedaba embarazada, me pareció muy fuerte, porque, ¿y yo qué?  Gracias a Dios que siempre estuvo Eric y que no me crié nunca sola, y el bebé que venía tampoco lo haría. Pero no quería que en su infancia alta o en su adolescencia, pasara lo mismo que yo.

  — No lo quieres, entendido.  —mamá se levantó cansada y se tocó el vientre mientras salía del salón.

  — No es que no lo quiera.  — se paró y se volteó a mirarme. Papá también estaba atento a mí.—   No sé de dónde vais a sacar tanto tiempo para criarlo. Yo también estaré liada con exámenes, la universidad... De verdad que quiero ayudar, y haré lo posible, pero no puedo dejar mi futuro a un lado porque ustedes no tengáis tiempo para cuidarlo.

Mi amigo imaginarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora