"Acepto"

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—No sé qué hacer.

Llegó y tomó lugar a su lado. El cojín del sillón se hundió bajo su trasero y el peso de su cuerpo; retiró las gafas de sol de sus ojos y apretó los labios con una mueca. Alzó el rostro y vio aquellos rizos crecidos caer casi por los hombros, no tardaba mucho en que Harry se dejara una pequeña coleta para acomodar toda aquella maraña. Volvió a mirar hacia el frente y el pasar de las personas entre risas y carcajadas, los niños jugando alrededor y platos variados yendo de acá para allá con los meseros siendo atentos en todo momento. Volvió a apretar los labios.

So puto. Pensó en aquel instante con astucia.

—Me acabo de dar cuenta. —Le anunció con una pequeña sonrisa, una de las muchas que ya había fingido frente a él.

¿Cuándo se volvieron mentirosos? ¿Cuándo decidieron que decir la verdad era su propia mentira?

—Perdón.

—Ni te disculpes. —Le cortó inmediatamente con palabras a secas que pronto borraron aquella sonrisa de sus labios. —Ambos sabemos que la jodiste toda. —Atajó nuevamente con desdén.

Habían comenzado de nuevo.

—Perdón. —Repitió arrinconado de sus propias palabras.

—Pídele perdón a la zorra con la que te acostaste. —Alzó una ceja y acarició su barbilla rascando el filo de ésta.

—Louis...

—Pobre chica, no sabe que sigues como perro faldero detrás de mí. —Volvió a amedrentar sin laurear sus propias acciones en contra del rizado, quien había comenzado a hundir sus penas con la mirada en el suelo, a punto de taladrarlo con ésta.

—Louis...

—Cállate. —Mandó a terminar antes de que el otro siquiera hablara, pero éste no estaba dispuesto a callarse de nuevo tan rápido.

—Han sido años. —Anunció mirándole fijamente, la pesadumbre vagando en sus pupilas y el color jade hundido en su miseria personal.

—Sophie no te extraña. —Siguió mirando al frente, una pequeña de saltarines rizos color chocolate y ojos del tallo de un jade precioso.

—Lo sé. —Torció los labios mirando hacia la misma niña que su ex pareja hacía. —Supongo que él la está cuidando mejor de lo que yo alguna vez pude hacer. —Suspiró, de pronto su garganta estaba cerrándose y el punzar en su pecho dificultó su respirar de la manera en que pronto parecía no estar respirando oxígeno.

—Mucho mejor. —Sonrió de lado sin dejar de mirar a la niña correteando de una mesa a otra, pronto esos ojos esmeraldas captaron los suyos y la pequeña comenzó a correr hacia él.

— ¡Papi, papi! —Se acercó con una enorme sonrisa que fue contagiada inmediatamente a los labios del castaño.

—Princesa. —Le recibió mientras ella le abrazaba con fuerza.

Harry miró aquella escena, ofuscado; el mareo meneando su cabeza misma y el escocer en sus ojos del recuerdo con aquello que había dejado ir por una simple calentura, por el calor de sus hormonas y por la sencilla manera en que se había dejado llevar por un par de esculturales piernas. La niña era pequeña y hermosa, como una princesa, miró a Louis quien platicaba con ella acerca del evento reciente, del porqué estaban vestidos de manera tan elegante todos y había un pastel gigante en una mesa central que era rodeada por la mesa de los invitados. Miró a la pequeña de nuevo, ese vestido color beige largo con olanes en la parte baja y flores adornando su regordeta cintura. Ella ya no le recordaba. Miró la manera en que Louis le daba un pequeño empujón mientras señalaba la fuente de chocolate, Sophie asintió y fue corriendo hacia allá.

—Es hermosa. —Murmuró con el nudo en la garganta y la piel erizándosele hasta la nuca. Sintió la melancolía volver a él, como aquel día en que decidió intentar suicidarse.

—Demasiado. —Suspiró atento al correteo de la niña, vigilándola desde la distancia.

—Aún te amo. —Susurró a media voz, sus orbes esmeraldas cristalizados en su totalidad y la retina inyectada con sangre.

Louis giró su rostro y le miró fijamente. El mortal silencio sesgando lo restante del corazón del menor.

— ¡Louis! —Se escuchó un llamado a la distancia, ambos miraron y un joven de cabellos castaños peinados hacia atrás sacudía la mano en el aire. — ¡Es hora de partir el pastel! —Anunció con una amplia sonrisa en sus labios. — ¡Voy por Sophie! —Añadió antes de girar sobre sus talones e ir por la niña.

—Me tengo que ir. —Atinó a decir poniéndose en pie, sacudiendo el traje negro que tenía puesto.

—Sí, yo también lo haré. —Imitó a su compañero, intentando secar las lágrimas que amenazaban con brotar de sus ojos en cualquier momento.

—Pero apenas partiremos el pastel. —Lo miró seriamente, un tanto preocupado por el estado en el que se encontraba.

—No te preocupes. —Sonrió y se colocó las gafas de sol inmediatamente en cuanto giró hacia el chico de aquellos ojos azulados. —Hace mucho que no como cosas dulces. —Arrugó la nariz con la misma curva en sus gruesos labios color sandía.

— ¿Seguro?

—Seguro.

Se miraron otro momento, el matiz verdoso de su iris mirando a través del oscuro cristal, Louis abrió los labios un momento y los volvió a cerrar inmediatamente, miró el suelo y después miró nuevamente a su ex novio. Una ventisca hizo correr la cabellera de ambos en distintas direcciones, obligándoles a sostener sus ropas y mirar en dirección contraria del viento que pronto paró y volvió al mismo aire suave que corría en el lugar de la fiesta.

—Me retiro. —Pretendió sonreír. —Y, Louis. —Llamó aún más la atención del par de ojos azules que buscaban insistentes su mirada a través de las oscuras gafas.

— ¿Sí? —Atendió el repentino llamado.

—Sé feliz. —Asintió y dio una media vuelta, saliendo lo más pronto posible del lugar, no daría de nuevo la vuelta, no suplicaría, no se arrastraría de nuevo; y no era por mero orgullo, era por el simple hecho de que nada de lo que hiciera volvería el tiempo atrás o le otorgaría una nueva oportunidad para ser feliz junto al amor de su vida. —Forever and always... —Susurró al viento cuando se encontró casi fuera de la carpa debajo la cual se encontraban todos los invitados disfrutando de la fiesta y gritando celebraciones a la pareja de chicos que sonreía sosteniendo el cuchillo del pastel.

Caminó fuera, pisando el verde césped, el sol brillaba en todo su esplendor por encima de su oscura silueta, el viento nuevamente golpeándole e intentando hacerle retroceder, pero él ya no haría caso, ya no había oportunidad. Hoy el amor de su vida se había casado, había unido su vida a otro hombre que no era él. Hacía dos años que no le veía tan guapo como le vio en este día, hacía dos años que no había vuelto a saber de él. Su corazón estaba destrozado.

No llamaría a su chica, tampoco iría a consolarse a un bar o fumar un cigarro que nunca en su vida había probado. Estaba decidido, el día de hoy había sido el día final a sus decisiones, no tenía más motivos para seguir respirando el mismo aire que un ser tan perfecto como Louis, no tenía derecho a respirar el mismo aire que su pequeña hija adoptiva. Esta noche él se hundiría en las penumbras de su habitación y diría por última vez te amo al ser más hermoso que jamás conoció para después cortar todo lazo de existencia con esta vida que sólo le trajo como un estorboso defecto y sin motivo de bien a venir.

Esta noche él acabaría con su vida y dentro de él había un presentimiento de que al despertar alguien le recibiría y le diría que todo estaba bien y entonces, sólo entonces, su corazón volvería a amar.

Yes, I do [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora