Capítulo 5

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Horag respiraba pausadamente, tan leve que Malcom pensaba que dejaría de hacerlo de un momento a otro.
Llevaba un par de horas sentado en una incómoda silla mirando como la curandera aplicaba sus ungüentos sobre el chico, pero no veía ninguna mejoría.
Horag se había roto un brazo y tenía un gran corte en el costado. Al resbalar por la escalera había tenido la mala suerte de caer encima de un cesto con armas preparadas para su limpieza después de la batalla, y se había clavado una de las dagas.
Esperaba que la vieja supiera lo que estaba haciendo, porque él se estaba mareando con el hedor que desprendía, no habían tenido suerte, y no se había bañado desde hacía mucho.

Laura daba vueltas alrededor de la mesa de la pequeña cabaña con los brazos a la espalda.

-Nada, Tekel, no se me ocurre nada para conocerle, y eso que he pensado en varias posibilidades. Tirarme delante de su caballo, pero si no me ve a tiempo podría matarme, y pensará que estoy loca. Buscar un trabajo en el castillo, pero no se yo si necesitan trabajadores ahora. Entrar con el grupo de meretrices, pero hay que ser realista, no tengo pinta de prostituta, más bien de mendiga. Uffff, no se que hacer.
-Ya veras como se nos ocurre algo - dijo Tekel intentando no reírse.
-Sé que es una locura, pero siento algo por ese guerrero, una conexión, creo que si pudiéramos conocernos.....¿sabes que edad tiene?. Laura frunció el entrecejo, ¿se estaría encaprichado de un muchacho?, eso le preocupaba, ella tenía ya 40, aunque después de ver a alguna de las aldeanas podía decir que muy pero que muy bien conservados, porque la mayoría de mujeres más jóvenes que ella estaban muy envejecidas, algunas sin dientes, otras no veían, la mayoría encorvadas por el trabajo duro y por tener un bebe cada año. Y luego estaba el otro pequeño detalle. Estaba casada. Si, pero como aquel era su sueño, pues eso, era un sueño, no hacia nada malo, no engañaba a Miguel. Solo soñaba.

Llevaba dos días sin moverse, Malcom acercó su mano a la frente del chico. Estaba ardiendo. La vieja curandera canturreaba alrededor de la cama.
- ¿Se curará?. Le preguntó.
-Ahora todo está en manos de otros, aquí en esta vida ya he hecho todo lo que he podido, ya no depende de mí.

Malcom frunció en entrecejo, esa vieja no era de su confianza. La anciana llevaba puesta una capa hecha de retales con grandes bolsillos de los que iba sacando hiervas para hacer sus ungüentos. Y mientras canturreaba miraba fíjamente al niño. Definitivamente no le gustaba nada.
Salió a grandes zancadas del cuarto y llamó a voces a Donald desde el corredor.
- Donald ve a buscar a la mujer del herrero, quiero hablar con ella. Y llévate a esta vieja fuera del castillo, ya no la necesitamos.
Volvió a entrar en la habitación.
Miró fijamente a la cama - pobre chico- suspiró. Se llevaban muy bien. Horag era un chico avispado de unas doce primaveras, a veces le servía y otras se reía de él pero no le tenía miedo, ni se horrorizaba por sus cicatrices. Con los niños del castillo todo era fácil, el problema eran los adultos, por eso se había ganado la fama de hosco y gruñón. El problema era su aspecto, siempre supo que era el menos agraciado de su familia, pero ahora todo lleno de cicatrices incluso en el rostro, era normal que las mujeres se le quedaran mirando con la boca abierta, debía parecer un monstruo. Con los hombres era más fácil, pero siempre le gastaban bromas y a él le costaba entender algunas porque aunque había aprendido su lengua aún le costaba captar algunos matices.

Mairi, la esposa del herrero carraspeo desde la puerta.
Malcom, giró la cabeza, y la vió esperando.
-Pasa mujer, quiero hablar contigo. Dio unos golpecitos en la silla junto a él.
-Sientate a mi lado.
La mujer lo miró con asombro, los criados y los señores no se sentaban juntos a conversar.
-Señor...-balbuceó Mairi mientras se sentaba.
-Nada de señor, tengo que hablar contigo, tenemos un gran problema. Horag. La vieja esa no le ha hecho ningún bien, el chico cada vez esta peor, tenemos que buscar otra solución.
-No se...yo...
-Por favor, se que conoces a alguien que curó a tu hijo cuando se rompió la pierna, y ayudó a tu marido cuando se quemó en la forja.
-Bueno si, pero...es que...no es curandera señor...es..hummm...
-Hablas extraño, que le pasa....¿es una bruja?....porque te aseguro que no me importa, solo quiero que Horag se cure.
-No, señor, no, no es una bruja....es...una extrajera, habla un poco raro, pero solo eso. Vive con Tekel en su casucha a las afueras del pueblo.

Malcom se levantó de la silla de golpe.
-Voy a ir a verla, tiene que hacer algo por el chico. ¿Como se llama?.
-Laura....
- Muy bien, la traeré aunque sea a rastras. Gracias Mairi. Y salió como una tromba de la habitación.

Pidió a gritos su montura, y se dispuso a buscar a la mujer. No solía dejarse ver por el pueblo, no quería ver el asco en las caras de los vecinos al mirarle, pero no le importaba lo que pensara esa Laura. La llevaría al castillo de cualquier modo. Tenía que curar a Horag.

En Mis Sueños (Historia Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora