CAPÍTULO 1.

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La luz del sol no atravesaba las blancas persianas, causandole una leve molestía en los ojos que le hizo despertar, seguido del hermoso canto de los pájaros. No. Tampoco bajaría para encontrarse un delicioso desayuno en espera de ser comido por él, mucho menos, al igual que no esperaba encontrarse con Karen haciendo el aseo del hogar, limpiando el salón de estar al ritmo de una melodiosa canción. 

Todo lo contrario. Su recámara era tan obscura, que no podría haber diferiencia del día o la noche en ese espacio tan siniestro. ¿Canto de pájaros? Imposible, si acaso chillido de ratas corriendo por ahí. Lo que le hizó despertar fue el hueco en su estómago, pidiendo algo de comer, se revolvió entre las cobijas, abriendo los ojos con pereza, miró hacia arriba, respirando tranquilamente, hasta que, finalmente, decidió que tenía que alimentarse, no era suficiente con las cervezas de la noche anterior. La cabeza amenazaba con explotarle, pero no era la primera vez que amanecía con una cruda, así que lo ignoró por completo. Bajó con pereza todos y cada uno de esos mugrientos escalones, que sabra quién cuanto tiempo llevaban así, con manchas negras adornando lo que suponía ser antes un piso encerado color blanco, que por falta de higiene ahora era amarillento. Se dirigió hasta la cocina, o lo que se supone debía serlo, abrió la nevera: Nada. Abrió la despensa, sorpresa, ABSOLUTAMENTE NADA. Miró hacia la mesa, en ella había un trozo de pizza, cualquier persona en su sano juicio no comería de aquello, pero tenía hambre, no había comido desde hace unos 3 días, y, bueno, era un ser humano. Tomó ese pedazo de pan entre sus manos, acercándolo a sus fosas nasales, no lucía tan malo. Sin dudar dos veces terminó con él de dos bocados. No era suficiente, su estómago suplicaba por más, pero no había. Subió nuevamente a su recámara, entró a la bañera y se duchó, posiblemente lo único limpio ahí era él, pues al menos tenía la descencia de bañarse, se vistió con lo primero que encontró de entre el bulto de ropa al pie de su cama. Se peinó como siempre y salió de casa, sin importarle asegurarla, no era como que hubiera mucho ahí que a cualquier ladrón le interesaba, claro, que sí les gustaba la basura, con gusto podían llevarse cualquier cosa que le fuese útil en esa madriguera gigante. 

La fachada era simple, suponía ser color verde, antes de que los años deterioraran la pintura, posiblemente, antes pudó haber un hermoso jardín, pero ese espacio estaba tan asqueroso como el interior, la reja que le rodeaba estaba oxidada, rechinaba de una manera escandalosa y molesta, pero nadie hacía nada por arreglarla. Llevaba así años, y estaban acostumbrados a ese sonido chillón.

Caminó con tranquilidad por esas calles apestadas de Bradford. Llegó hasta ese viejo bar al que acostumbraba ir, aquel del cual desconocía su nombre, pues lo único que le reconocía era un letrero semi colgado y despintado. No importaba el nombre, importaba que dentro hubiera siempre que beber y con quién hacerlo.

Atrapó la atención de varias miradas curiosas, no era que interesara realmente, pero era un poco difícil pasar desapercibido no siendo un gordo mal afeítado y feo, viejo, apestoso, Liam no era nada de eso, sino todo lo contrario, iba casi a diario, pero su presencia seguía siendo despampanante en toda esa ciudad, en la que varios decían, él no pertenecía.

Se sentó en su lugar habitual, en la esquina de la barra. —Hey, Niall! —Llamó la atención del barista, éra joven, al igual que Liam, pero rubio y ojiazul.

—¡Liam! —Chocó su puño contra el del más alto. —¿Lo de siempre? —Asintió. Inmediatamente fue hacia las bebidas, sirviendo una mezcla de algunas de ellas, con unos cubitos de hielo y listo, de un solo trago el Payne se lo bebió todo. 

—Ahhh... —Sintió un leve ardor deslizarse por su garganta. —Muero de hambre Nialler.

—Mueres por que quieres Lee. —Esa aguda voz solo podía ser de alguien. Se giró: Louis. 

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⏰ Última actualización: Mar 28, 2014 ⏰

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MY SHELTER (Ziam Paylik)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora