Primavera, 23 marzo 2017.
Hoy hace un día precioso. La primavera ha llegado y con ella los días luminosos y algo calurosos. Este día es uno de ellos.
Por primera vez, no se me pegan las sábanas y me levanto a una hora decente para ir a pasear. Desayuno un café con leche y una tostada con mantequilla, nada muy pesado debido a lo temprano que es, para salir rápidamente por la puerta. Mi pelo está recogido en una cola de caballo para no tener mucho calor y por hacerme algo distinto. Camino a un paso tranquilo por el parque, hasta llegar a un paseo que tiene vistas al mar. Me dedico a observar las gaviotas planear a lo lejos mientras el sol poco a poco se va levantando sobre el horizonte, dándole la bienvenida a un nuevo día.
A veces creo que las cosas más simples son las que más felicidad nos traen a los seres humanos.
Me siento en un banco que deja unas perfectas vistas a la playa. Está vacía salvo por la presencia de un señor que juega a la pelota con su perro.
Cierro los ojos y disfruto del sonido encandilante de las olas. A estas horas de la mañana no hay tráfico aparente y el silencio de la calle es tan relajante que me dan ganas de volver a dormir. Sin embargo, cuando noto un impacto contra mi mejilla, los abro y me rozo con la palma de mi mano la adolorida zona.
Dos niños con cara de preocupación se acercan al banco en el que estoy sentada y recogen la pelota del suelo. Se disculpan conmigo y salen corriendo antes de que pueda decir nada. Frunzo mi ceño pero lo dejo pasar, al fin y al cabo se han disculpado y son solo niños.
Mi vista se vuelve a posar sobre el señor y su fiel amigo canino. El perro mueve la colita de un lado a otro indicando que está feliz, mientras que con su vista sigue la pelota que su dueño zarandea enfrente suya.
Los perros no tienen tantos problemas como las personas... Sin embargo tampoco son capaces de sentir todo lo que sentimos nosotros.
Toda recompensa tiene su sacrificio, supongo.
—¡Haneul! —oigo mi nombre y me giro en dirección a la voz que lo grita. Dae se aproxima a mí sonriente—. ¡Qué raro encontrarte a estas horas por aquí, con lo mucho que te gusta dormir! —ríe.
Sonrío en respuesta y dirijo de nuevo mi vista al océano.
—Qué puedo decir, hoy me ha podido este maravilloso día de primavera. —digo contenta, mientras noto como Dae se sienta a mi lado en el blanquecino banco.
—Lo sé, está precioso. —responde, sacando su cámara de fotos para hacerle una al paisaje que presenciamos ambas anonadadas.
Y encontes Yoongi y su hobby de la fotografía me vienen a la mente.
Yoongi... ¿Habrá madrugado?
Y automáticamente me doy un golpecito mental por pensar tal estupidez. Yoongi seguirá en cama hasta la hora de comer, cuando su estómago ya no aguante más y necesite ser alimentado. O eso o hasta que alguien lo despierte...
—Dae, creo que voy a dejarte. Tengo algo que hacer. —sonrío con picardía interiormente mientras me levanto del banco y le doy un abrazo a mi amiga a modo de despedida.
—Oh, está bien. ¡Nos vemos luego! —sonríe y se vuelve a despedir con la mano.
Imito su gesto igual de sonriente y me encamino al apartamento de Yoongi. El día está precioso como para que ese anciano se quede durmiendo la mitad de él y no lo aprovechemos.
— . —
En pocos minutos llego y nadie me contesta cuando llamo al timbre. Menos mal que llevo conmigo la copia de sus llaves y puedo entrar por mi cuenta.
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Prodigies. ➳Min Yoongi.
Fanfiction❝A veces, las cosas llegan en el momento más inesperado de todos. Otras veces, son las cosas que llegan las más inesperadas de todas.❞ ;no copias ni adaptaciones; ©_miinmin