Día diez

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-Ay... Me siento mal ¿Sabes? Es difícil pasar por lugares que recorrimos y no sentirme culpable. Puede haberte ayudado, en mis manos estaba ayudarte pero no hice absolutamente nada, creí conocerte, pensaba que te conocía pero en realidad no sabía nada de ti.- después de leer múltiples notas de odio a la humanidad y de amor por él, Harry decidió tranquilizarse un poco e ir a visitar la tumba de Louis.

Era verdad que apenas lo había conocido pero el corto tiempo, aprendió a quererlo, el castaño hizo que le tomara afecto.

No entendía porque otras personas le habían hecho daño, era un ser magnífico, uno increíble.

Sentía un vacío, algo que faltaba en su vida. Deseaba y soñaba tomar la mano de Louis una vez más, poder sentir su calor, poder besar sus labios y que ambos sabores se mezclen.

Ahora sabía lo que sentían las personas enamoradas y es que, en ese corto tiempo, se enamoró de Louis.

De sus chistes, sus bromas, anécdotas. La forma en que sus ojos se cierran formando arrugas en ellos. El zafiro tan especial que poseía, su diminuta estatura y claro, la risas sonoras​ y contagiosas​ que pudo haber conocido.

-Si me hubieras dicho lo que pasaba en tu hogar, en tu vida. Tal vez yo te habría ayudado.- Tocó la lápida.- Quería ser alguien importante en tu vida, quería verte sonreír y que yo fuera el responsable de ese hermoso sonido. -

Sólo nueve días para enamorarse, nueve días para caer en los pies de un desconocido.

Una sonrisa asomó sus labios, recordaba la forma tan peculiar de Louis cuando le pidió el juego. Su forma tan confiada, segura y feliz.

Sonará ridículo, cliché y estúpido pero él se enamoró de Louis. En sólo unos días supo querer al pequeño ojiazul.

Él pudo lo que muchos no, enamorarse de un hermoso ser en tan poco tiempo. Dicen que para caer enamorado debes conocer a la persona, pero Harry eso no le importo, lo único que tuvo como prioridad para saber si amaba a Louis, fue que, amaba su forma de ser. El castaño era tan natural, podría hablar de cualquier tema y mostraba interés. Su forma de hablar, tan simple y cada palabra que decía era un deleite.

-Desearía verte otra vez, y decirte cuando te quiero, cuanto te amo.- murmuró Harry.

-Hazlo.- 

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