Imaginación saboteada

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La mirada de Oliver estaba perdida en el suelo de aquella vacía y fría sala donde se encontraba, hace ya, hora y media. Ya tendría que estar en casa con su madre y su padre, pero la doctora Evans tenía que darle sus nuevas pastillas. En los últimos días, el joven, había causado algunos problemas en su escuela gracias al síndrome de Asperger que sufría desde muy pequeño.

Los minutos pasaban y él simplemente seguía mirando un punto fijo al punto de casi quedarse dormido, cuando una voz de mujer hizo que abra los ojos rápidamente, su doctora.

—De acuerdo Oli, lamento la tardanza pero aquí están tus pastillas, ¿Sí? —El chico tomó las pastillas y una nota hecha por la mujer .—Acuérdate de tomarlas cada 12 horas, en caso de emergencia puedes saltearte unas horas. Te he dejado todo explicado en la nota —Oliver no hizo otra cosa más que asentir con la cabeza. Cuando la mujer se retiró, Oliver colocó las pastillas en su mochila y se marchó de la clínica donde iba dos veces por semana.

Ya llevaba unos diez minutos caminando hasta su casa, la distancia era bastante notable, pero a él no le importaba, claro que no, él amaba caminar y más cuando había algo de sol en las calles. Cerró los ojos disfrutando de la brisa cuando algo en la calle le llamó la atención, una tienda, era una tienda de juguetes para niños donde se mostraba en la vidriera un montón de cajas de los Legos de Las guerras de las Galaxias. Sin pensarlo, el joven entró al local yendo directamente hasta donde estaban los pequeños juguetes interactivos. Bajó un poco la mirada y notó que estos estaban a un bajo precio ya que eran algo viejos. Tomó una de las cajas y fue directo a donde estaba la caja registradora. Sacó dinero de su arruinada y vieja billetera que le había regalado su padre a la edad de 8 años, y pagó con el dinero que tenía. No aceptó que le envolvieran la caja, simplemente salió del local, con ella en manos.

Ansiaba llegar a su casa y mostrarle a su madre lo que había comprado. A partir de ahora eso iba a hacer en sus ratos libres a parte de trucos de magia, iba a armar ese juego de niños que tanto anhelaba desde hace tiempo.

Sus pasos eran algo apresurados ahora, quería llegar a su casa tan pronto como sea posible.

Apenas entró a su casa recordó que no había nadie en ella, así que subió las escaleras y se encerró en su cuarto para colocar la caja en el suelo, sentándose a su lado para poder abrirla. Todo era perfecto, estaba realmente feliz, pero de repente algo hizo que olvidara todos sus pensamientos, un dolor se centró en su espalda haciéndolo gemir y retorcerse en el suelo. Algo lo estaba lastimando gravemente desde hace algunos días. No le había dicho a nadie y tampoco había prestado atención

Con mucha dificultad se puso de pie y entró al baño de su habitación. Rápidamente saco su remera y se miro en el espejo. No podía creer lo que sus ojos veían, eran alas, blancas y con rastros sangre. Salían de a poco y con mayor dolor. Parecía imposible que crezcan en tan poco tiempo, pero aun más imposible era que tuviera alas.

Salió de su habitación y corrió hasta las escaleras, subiéndolas rápidamente, abriendo con apuro la puerta de madera que separaba la casa de la gran y alta terraza que poseían. Se sentía poderoso, por alguna razón.

Sus alas le pesaban un poco, pero ya estaban grandes, y sin notarlo comenzó a moverlas. Eso parecía una historia barata de algún novelista soñador de los años 30 pero era la realidad, la pura realidad.

Estaba asustado, pero la felicidad y el asombro eran mayores como para hacer algo inteligente como decirle a alguien.

¿Será qué...? Pensó.

Caminó hasta unas escaleras que daban a un pequeño compartimiento donde guardaban algunas cosas. Al subirse allí algo de vértigo lo acobardó pero no le importó mucho. Podía ver parte de la ciudad, y bajos sus pies personas caminando tranquilas cuando tal vez ese podía ser el ultima día de su vida...

Estiró las alas y giro la cabeza para verlas, estaban blancas como las esponjosas nubes pasajeras que estaban sobre él.

Respiro hondo y simplemente se dejo caer en la brisa. No pudo ver nada, sus ojos se encontraban cerrados mientras sonreía al sentir esa inmensa adrenalina...

Se tiro y voló.

Pero esa era solo su imaginación.

Y nunca más respiró.

La multitud de gente se encontraba horrorizada, algunos llamaban a la policía, otros al hospital y otros solo miraban la escena.

Detrás de todos ellos estaba "él", mirando como solía hacer después que algo así pasaba por su culpa. Solo miraba.

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