Sombras

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Blanco. Como la mitad de mis exámenes y la cara de Mikey en este momento. La única pista que habíamos logrado encontrar ahora no es más que un trozo de papel normal y corriente. Y completamente en blanco.

-Te prometo que lo guardé en el bolsillo. –Mikey está sentado en una de las mesas de la biblioteca, limpiando un enorme libro negro y repitiéndome una y otra vez que no sabe lo que ha pasado con la fotografía.

-Te creo. –le digo distraída, quitándole el polvo a una estantería.

-No, no lo haces. –alzo la vista para encontrarme con sus hipnóticos ojos azules.

-Te creo, Mikey. –repito un poco más convencida. –Está claro que van a por Rye y que esa foto era una prueba.

-Ha tenido que ser alguien del internado. –se levanta y devuelve el libro a su sitio. –Estuve en la habitación de Anna anoche, justo antes de bajar a cenar.

-¿Qué hacías con...? -mi cara ahora mismo debe de ser un poema.

-Nos quedamos sin toallas. -explica soltando una carcajada. -No me mires así, Anna es encantadora, pero no suelo fijarme en mujeres que están a punto de jubilarse.

-No estoy aquí para juzgarte. -digo con una media sonrisa, levantando las manos. -¿Crees que ella pudo quitarte la fotografía?

-Tal vez. -juega con su pelo, pensativo. -Pero, ¿por qué ahora? Rye lleva aquí desde los tres años, han tenido tiempo de sobra para... ya sabes.

Me encojo de hombros. Puede que alguien lleve catorce años protegiéndolo o que haya otra razón completamente distinta.

-Échame una mano con esto. –apunto con la bayeta a una de las esculturas de madera que hay en la pared, encima de la chimenea. Es un león rugiendo, el escudo de la escuela. Me subo a sus hombros y me ayuda a ponerme de pie.

-Pesas más de lo que parece. –Bromea tambaleándose un poco. Su flequillo rizado me hace cosquillas en los tobillos cuando alza la cabeza para mirarme.–¿Te queda mucho?

-Solo tengo que... –uno de mis pies se resbala del hombro de Mikey, haciéndome perder el equilibrio. Me agarro a la lengua del león para evitar caer.
Escucho un ruido como el de un mecanismo al accionarse y abro mucho los ojos, mirando a mí alrededor sin comprender nada.

Estoy más cerca del suelo y hay un agujero en la pared donde antes estaba la chimenea. Mikey está en el suelo, frotándose la cabeza con la mano.

-Acabas de encontrar otra entrada. –comenta sonriendo y acercándose a la pared.

-Me parece estupendo. –carraspeo, aún agarrada a la escultura. –Pero, ¿te importaría bajarme?

Mikey me devuelve al suelo justo cuando escuchamos pasos acercándose por el pasillo.

-A la chimenea. –dice entrando en el agujero. Lo sigo al interior y veo como pulsa un pequeño botón que hace que la pared vuelva a cerrarse.

Se me acelera la respiración y busco a Mikey entre la oscuridad. Encuentro su brazo y me aferro a él como si me fuera la vida en ello.

-Dame un segundo. –Mikey enciende su móvil y me coge la mano mientras avanzamos por el túnel.

-Aquí es donde estaban esos niños. –digo al reconocer la habitación en la que yacían los cadáveres. Solo que ahora ya no hay nada. El suelo está completamente vacío y no hay rastro de las letras que vi en la pared.

El sonido de una puerta al cerrarse nos obliga a girarnos, sobresaltados, justo a tiempo para escuchar unos pasos que se acercan cada vez más. Mikey alumbra con su teléfono dejando al descubierto una silueta corpulenta que avanza hacia nosotros cojeando. Lleva algo en la mano.

 Cierro los ojos, hasta que veo lucecitas de colores tras los párpados, y aprieto más fuerte la mano de Mikey. Si de algo estoy segura es de que no quiero tenerlos abiertos cuando ese hombre nos despedace.

Porque eso es lo que va a pasar.

De repente no soy capaz de enfocar la vista y un pitido insoportable me taladra los oídos. Voy a desmayarme. Puede que sea en segundos o dentro de varios minutos, pero cuando mis piernas cedan y mi cuerpo toque el suelo será como si le estuviera dando vía libre a ese tío para cortarme en pedacitos.

-No quiero morir... -sollozo mirando a la mancha negra que tengo al lado y que espero que sea Mikey.

Su voz me llega amortiguada, como cuando estás debajo del agua y lo oyes todo, sin ser capaz de escuchar nada. Creo que me dice que me mueva, y yo lo intento  pero mis piernas se niegan a reaccionar. Estoy aterrorizada y mi cuerpo lo sabe. Mikey termina por cogerme en brazos y echa a correr por uno de los pasillos.

Una silueta borrosa empuñando algo que parece un hacha es lo último que veo antes de que todo se vuelva negro.

No confíes en mí (Fanfic Road Trip)Where stories live. Discover now