Louis. A 147-146 días de la libertad

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La mañana siguiente. Mi casa. Salgo por la puerta y me encuentro a Harry tumbado en el césped, los ojos cerrados. La bicicleta descansa a su lado, entre la acera y el césped.

Doy un puntapié a la suela de su zapato.

-¿Te has pasado toda la noche aquí?

Abre los ojos.

-¿Así que sabes que vine? Es difícil adivinarlo cuando uno se ve ignorado aun haciendo, si se me permite el comentario, un frío polar. -Se incorpora, se carga la mochila a la espalda y levanta la bicicleta-. ¿Más pesadillas?

-No.

Mientras saco a Leroy del garaje, Harry recorre la acera arriba y abajo con su bici.

-¿Así que adónde vamos?

-Al instituto.

-Me refiero a mañana, cuando vayamos de excursión. A menos que tengas planes más importantes.

Lo dice como si supiera que no los tengo. Pienso en Austin y el autocine. No le he dicho todavía ni que sí ni que no.

-No sé si estaré libre mañana.

Nos ponemos en marcha, Harry acelerando, dando media vuelta, acelerando de nuevo, luego otra media vuelta.

El recorrido es tranquilo hasta que dice:

-Estaba pensando que, como tu pareja de trabajo y chico que te salvó la vida, debería saber qué pasó la noche del accidente.

Leroy se tambalea y Harry estira el brazo para que la bicicleta y yo mantengamos el equilibrio. Me recorre de nuevo la corriente eléctrica, como el otro día, y recupero la estabilidad. Rodamos un minuto con la mano de Harry sujetando mi sillín por detrás. Mantengo los ojos bien abiertos por si aparecen Liam o Brad, porque sé qué pensarían.

-¿Qué sucedió? -Aborrezco que saque a relucir el accidente así sin más, como si no pasara nada por hablar del tema-. Te contaré cómo me hice la cicatriz si tú me cuentas lo de esa noche.

-¿Por qué quieres saberlo?

-Porque me gustas. No en plan romántico, ni «anda, liémonos», sino como compañero de geografía de Estados Unidos. Y porque te iría bien hablar sobre ello.

-Tú primero.

-Estaba actuando en Chicago con unos tipos que conocí en un bar. Me dijeron: «Hola, tío, nuestro guitarrista se ha largado y parece que sabes moverte en el escenario». De modo que subí, sin tener ni idea de lo que yo hacía, de lo que ellos hacían, pero nos enrollamos. Yo era más bueno que Hendrix... Lo sabían, y el antiguo guitarrista de la banda también lo sabía. De modo que el hijo de puta fue directo a por mí y me abrió un tajo con su púa de guitarra.

-¿De verdad fue eso?

Ya se ve el instituto. Hay chicos que salen de los coches y esperan por los jardines antes de entrar.

- Es posible que hubiera también un chico de por medio. -Por su expresión no sé si me está tomando el pelo o no, pero estoy casi seguro de que es así-. Tu turno.

-Solo después de que me cuentes qué sucedió de verdad.

Pedaleo con fuerza y acelero en dirección al aparcamiento de bicicletas. Cuando me detengo, Harry está justo detrás, partiéndose de la risa. Oigo el teléfono que no para de sonar en el bolsillo. Lo saco y veo que hay cinco mensajes de Brad, todos iguales: «¿¿¿Harry el Friki??? ¿Qué te pasa?». Miro a mi alrededor pero no la veo por ninguna parte.

-Hasta mañana -me dice.

-La verdad es que tengo planes.

Mira el teléfono y luego me mira a mí, lanzándome una mirada difícil de interpretar.

Broken Soul (L.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora