Louis. A 145 días de la liberación

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Pasa por completo de la rotonda, cruza directamente por el césped y se incorpora de nuevo a la carretera nacional, aunque en dirección contraria. En un momento dado, tomamos una salida que desemboca en una carretera rural tranquila. La seguimos durante aproximadamente un kilometro y medio. Harry ha puesto música y está cantando. Sigue el ritmo tamborileando sobre el volante y llegamos a un pueblecito que solo tiene un par de manzanas. Harry se inclina sobre el salpicadero y ralentiza el coche.

—¿Ves algún letrero?

—Allí hay uno que dice IGLESIA.

—Bien. Genial. —Gira, y una manzana más allá aparca junto a la acera—. Ya estamos.

Sale del coche y da la vuelta, se acerca a mi puerta, la abre y me ofrece la mano. Nos dirigimos al edificio de una antigua fábrica que parece abandonada. Veo alguna cosa en la pared, recorriéndola en toda su longitud. Él sigue caminando y de repente se para al llegar al final.

«Antes de morir...»

Se lee en lo que parece una pizarra gigante. Y debajo de las descomunales letras hay columnas y columnas, líneas y líneas, en las que se lee: «Antes de morir quiero...». Los espacios en blanco se han completado con escritos en tizas de distintos colores, con caligrafías distintas, emborronados y desdibujados por la nieve y la lluvia.

Caminamos y vamos leyendo: «Antes de morir quiero tener hijos. Vivir en Londres. Tener una jirafa como mascota. Lanzarme en paracaídas. Dividir entre cero. Tocar el piano. Hablar francés. Escribir un libro. Viajar a otro planeta. Ser mejor padre que el mío. Sentirme bien conmigo mismo. Ir a Nueva York. Conocer la igualdad. Vivir».

Harry me da un golpecito en el brazo y me entrega una tiza de color azul.

—No queda espacio —le digo.

—Pues lo buscaremos.

Escribe «Antes de morir quiero» y traza una línea. Vuelve a escribirlo. Lo escribe una docena de veces más.

—Cuando hayamos completado estas, podemos ir a la fachada del edificio y por el otro lado. Es una buena manera de averiguar por qué estamos aquí.

Y sé que cuando dice «aquí», no se refiere a esta acera.

Empieza a escribir: «Tocar la guitarra como Jimmy Page. Componer una canción que cambie el mundo. Encontrar el Gran Manifiesto. Valer para algo. Ser la persona que quiero ser y que con eso sea suficiente. Saber qué es tener un mejor amigo. Importar».

Me quedo mucho rato quieto, solo leyendo, y al final escribo: «Dejar de tener miedo. Dejar de pensar tanto. Llenar los espacios que he dejado atrás. Volver a conducir. Escribir. Respirar».

Harry está detrás de mí. Lo tengo tan cerca que oigo cómo respira. Se inclina hacia delante y añade: «Antes de morir quiero saber qué es un día perfecto». Retrocede un poco, para leerlo, y se acerca de nuevo a la pared: «Y conocer a los Boy Parade». 

Antes de que me dé tiempo a decir alguna cosa, ríe, lo borra y lo sustituye por: «Y besar a Louis Tomlinson».

Espero que también lo borre, pero deja caer la tiza y se sacude las manos, antes de limpiárselas en los jeans. Me dedica una sonrisa torcida y me mira fijamente la boca. Espero que tome la iniciativa. Me digo: «Que lo intente». Y luego pienso: «Espero que lo haga». Y solo de pensarlo noto una corriente eléctrica por todo mi cuerpo. Me pregunto si besar a Harry sería distinto a besar a Austin. He besado a muy pocos chicos en mi vida y eran, básicamente, todos iguales.

Veo que niega con la cabeza.

—Aquí no. No ahora. —Y empieza a caminar de vuelta al coche. Lo sigo, y una vez estamos instalados, con el motor y la música en marcha, dice—: Antes de que empieces a pensar según qué cosas, eso no significa que me gustes.

—¿Por qué tienes la necesidad de volver a decirlo?

—Porque veo cómo me miras.

—Dios mío, eres increíble.

Se ríe.

Nos ponemos en marcha y mi cabeza funciona a mil por hora. Que haya deseado que me besara durante —¿cuánto tiempo habrá sido?— un segundo, no significa que me guste Harry. Lo que sucede es que hace tiempo que no beso a otro chico que no sea Austin.

Escribo en el cuaderno: «Antes de morir quiero...», pero no sigo, porque lo único que veo es la frase de FHarry flotando sobre la hoja: «Y besar a Louis Tomlinson».

Antes de que Harry me deje en casa, va directo al Quarry, en el centro de Bartlett, donde ni siquiera nos piden el carnet para entrar. Cosa que hacemos directamente, el local está abarrotado y el ambiente cargado de humo, y la banda que actúa toca a todo volumen. Todo el mundo lo conoce, pero en vez de sumarse a la banda del escenario, me coge de la mano y bailamos. Parece que estemos bailando en un concierto de rock, aunque al instante siguiente me encuentro bailando un tango.

Le hablo a gritos:

—Tú tampoco me gustas.

Pero se limita a volver a reír.

Broken Soul (L.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora