Louis. Faltan 142 días

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Las dos de la mañana. Miércoles. Mi habitación.

Me despierto cuando oigo el sonido de las piedrecitas contra el cristal de la ventana. Al principio creo que estoy soñando, pero luego vuelvo a oírlo. Me levanto y miró entre las cortinas y veo a Harry en el jardín delantero vestido con pantalón de pijama y una sudadera oscura con capucha.

Abro la ventana y me asomo.

—Vete. —Sigo enfadado con él por haber hecho que me castigaran por primera vez en mi vida.

Y estoy enfadado con Austin porque pensara que volvíamos a salir, aunque ¿qué culpa tiene él? He coqueteado, le di aquel beso en la mejilla, lo besé en el autocine. Estoy enfadado con todo el mundo, pero principalmente conmigo—. Vete —repito.

—No me hagas subir a este árbol, por favor, porque seguramente acabaré cayendo y partiéndome el cuello, y nos queda mucho que hacer antes de que me metan en un hospital.

—No tenemos nada más que hacer. Ya lo hemos hecho todo.

Pero bajo igualmente porque, si no lo hago, ¿quién sabe qué podría pasar? Me peino, me pongo un poco de perfume y me cubro con un albornoz.

Cuando salgo, Harry está sentado en el porche, apoyado en la barandilla.

—Pensaba que no ibas a bajar nunca —dice.

Me siento a su lado y noto la frialdad del peldaño a través del tejido de mi pijama con estampado de monos.

—¿Qué haces aquí?

—¿Estabas despierto?

—No.

—Lo siento. Pero ahora ya lo estás, vamos.

—No pienso ir a ningún lado.

Se levanta y se va hacia el coche. Se da la vuelta y dice, casi gritando:

—Vamos.

—No puedo largarme así cuando me dé la gana.

—¿No sigues enfadado, verdad?

—De hecho, sí. Pero mírame bien. Ni siquiera estoy vestido.

—Vale. Puedes seguir con ese albornoz tan feo. Y ponte unos zapatos y una chaqueta. No pierdas el tiempo cambiándote. Escribe una nota a tus padres para que no se preocupen si se despiertan y descubren que no estás. Te concedo tres minutos antes de venir por ti.

Nos dirigimos al centro de Bartlett. Los edificios se estructuran en torno a lo que llamamos el Boardwalk. Desde que inauguraron el nuevo centro comercial ya no hay motivos para venir hasta aquí, excepto la panadería, donde hacen las mejores magdalenas en muchos kilómetros a la redonda. Los establecimientos son como parásitos, reliquias de hace más de veinte años: unos tristes y viejísimos grandes almacenes, una zapatería que huele a naftalina, una juguetería, una confitería, una heladería.

Harry aparca el Saturn y dice:

—Ya hemos llegado.

Los escaparates están oscuros, naturalmente, y no hay nadie en la calle. Es fácil imaginar que él y yo somos los dos únicos habitantes del mundo.

—Cuando mejor pienso es de noche —dice—, cuando todos duermen. Sin interrupciones. Sin ruido. Me gusta la sensación de estar despierto cuando nadie más lo está.

Me pregunto si duerme en algún momento.

Veo nuestro reflejo en el escaparate de la panadería y parecemos dos niños vagabundos.

—¿Adónde vamos?

—Ya lo verás.

El ambiente es fresco, limpio, silencioso. A lo lejos, veo la torre Purina iluminada, nuestro edificio más alto, y más allá, el campanario del instituto. Cuando llegamos a Bookmarks, Harry saca unas llaves y abre la puerta.

Broken Soul (L.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora