-Emma. –Mikey repite mi nombre una y otra vez, sacudiéndome por los hombros con desesperación.
Haciendo un esfuerzo sobrehumano consigo abrir los ojos.
-Me duele la... –callo de golpe al darme cuenta de donde estamos. Es una habitación pequeña, con una mesa vieja en el centro, sobre la que hay un proyector. –¿Qué hacemos aquí? –me levanto y camino hasta la puerta.
-No lo intentes. –dice Mikey mirando al suelo. -Está cerrada.
A pesar de sus palabras agarro el pomo con las dos manos y tiro con todas mis fuerzas. Las bisagras crujen, burlándose de mí, pero la puerta no cede.
-¿Crees que ha sido el hombre del hacha quien nos ha encerrado? –Mikey me mira sin comprender y yo no le culpo. Hasta a mí me suena demencial lo que acabo de decir. –Antes, había un hombre que nos perseguía.
-Emma, fuera no había nadie.
-¿Qué? Claro que sí, yo lo vi. –exclamo dando vueltas por la habitación. –Llevaba un arma en la mano y cojeaba de la pierna derecha... no, izquierda.
-Ahí no había nadie. –repite con voz más firme. –Te lo habrás imaginado.
-Claro que no... -me callo de repente.
El proyector ha empezado a funcionar.
Un video que muestra a varios niños de unos diez años riendo animados se proyecta sobre la sábana blanca que hay en la pared y en la que no había reparado hasta ahora.La misma secuencia de imágenes se repite durante unos cuantos minutos, después cambia a otra totalmente distinta. Los mismos niños que antes jugaban ahora están sentados en el suelo, en la misma habitación dónde hace unos cuantos días estaban sus cadáveres. Ya no sonríen. Sus caras se han deformado en una mueca de pánico, que aumenta cuando una sombra enorme se cierne sobre ellos, empuñando un hacha.
Mikey traga saliva. Tiene los ojos hinchados y enrojecidos y le brillan las mejillas.
Entonces empiezan los gritos. Los niños sollozan, suplicando por sus vidas y pidiéndonos una ayuda que no podemos darles.
Sus voces rotas y desesperadas me nublan la mente, impidiéndome pensar en nada más.
Caigo al suelo de rodillas, llorando y tapándome los oídos con las manos.
Quiero que pare.
Quiero que se callen.
Y tras unos minutos que se me hacen eternos lo hacen. El proyector se apaga y la habitación se queda en silencio. Corro hasta la puerta, dispuesta a derribarla si hace falta.
No es necesario. Está abierta.
Mikey me mira, todavía algo aturdido, pero se acerca y me coge la mano.
Los dos abandonamos la habitación y avanzamos por los oscuros pasillos sin mediar palabra.
Respiro hondo al distinguir la puerta por la que entramos entre la oscuridad.
-La cinta. –dice Mikey de repente,tirando de mí en la dirección por la que hemos venido.
-No pienso volver ahí. –me paro en seco negando con la cabeza. –Olvida la maldita cinta.
-Es una prueba. –me suelta la mano. –No te muevas, vuelvo en un minuto.
Me quedo muy quieta, con la espalda pegada a la pared, observando cómo se lo traga la oscuridad.
Pasa un minuto. Dos. Tres.
Los ojos me arden, pero me trago las lágrimas.
Mikey va a volver. Estoy segura.
Respiro hondo, no va a pasarme nada, solo es un laberinto de túneles oscuros y vacíos.
Aquí dentro no hay nadie más. Vuelvo a coger aire.
Él hombre del hacha no existe. Estaba asustada y mi mente me jugó una mala pasada. Solo tengo que relajarme y...
Escucho unos pasos procedentes de la dirección contraria por la que se ha marchado Mikey y me aprieto más contra la pared.
No te muevas, no hagas ruido y estarás a salvo. Eso es lo que no dejo de repetirme en silencio una y otra vez.
Pero mis intentos de volverme invisible son en vano, la sombra está tan cerca que si estiro el brazo podría tocarla.
Siento un roce metálico sobre la piel del brazo y grito.
Grito hasta que no me queda nada dentro.
Ni aire, ni voz.
Nada.
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No confíes en mí (Fanfic Road Trip)
FanficEmma, una adolescente solitaria se ve envuelta en una trama de asesinatos y desapariciones que tuvieron lugar en su internado hace más de veinte años. ¿Estarías dispuesto a descubrir la verdad aunque eso ponga en peligro a tus amigos o... no tan ami...