Toma Un Viaje

56 4 0
                                    

Emma había tenido un día lo suficientemente malo como para querer volver a casa cuanto antes. Ella cursaba el último año de preparatoria y se encontraba a punto de llegar a la cúspide del mismo; estaba a pocos días de presentar sus proyectos finales. Por si fuera poco, la cosas en su casa no estaban del todo bien. Sus padres llevaban meses sin hablarse, hasta parecía que estaban compitiendo -A ver quién dura más tiempo sin hablarse el uno al otro- Emma pensaba que esa era la única regla de su contienda.

Ese día, después de recibir uno de sus peores exámenes del semestre, Emma rechazó ir a comer con sus amigas a pesar de que era Viernes; ella habría aceptado la invitación en condiciones normales, pero aquel día sólo quería llegar a su casa, recostarse y meditar por un momento hasta quedarse profundamente dormida.

Eran las 2:30 de la tarde y no estaba dispuesta a esperar al transporte, el cual, salía dos horas y media más tarde. -Necesito llegar a mi casa cuanto antes- Se repetía a ella misma una y otra vez en su cabeza. -No puedo con el cansancio, quiero dormir- No paraba de discutir con su conciencia, y cuando Emma menos lo pensó, ya estaba a mitad de la calle, fuera de su escuela. De manera impulsiva alzó el brazo y cuando menos lo esperaba, un taxi se encontraba frente a ella.

Entró al auto y de inmediato un olor a menta y cigarro invadió su olfato. Los asientos estaban un poco desgastados y el interior del vehículo se encontraba sucio y en mal estado. Una pila de revistas ocupaba el asiento de copiloto y la música de fondo, que provenía de un estéreo un tanto tanto viejo, aturdía los oídos de la estresada mujer. De pronto, el conductor del automóvil interrumpió sus pensamientos y con voz ronca le preguntó su destino. Ella le indicó la dirección de su casa (con todo y sus respectivos atajos) y el viaje comenzó.

Por el espejo retrovisor Emma observó al hombre calvo que conducía el auto. Se veía como alguien serio a simple vista, en ese momento sus miradas se cruzaron y sin saber la razón sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo. La desconfianza comenzó a invadirla, sus piernas temblaban y no dejaba de juguetear con sus manos; aún así ella decidió ignorar al taxista y continuó con su viaje, ya que pensaba que todo era ocasionado por la tensión de la semana.

Enfocó su atención en lo despejado que se encontraba el cielo, un aire fresco inundaba los alrededores de la ciudad. El silencio reinó dentro de la unidad y Emma no dejaba de sentir las miradas por parte de su conductor, las cuales la ponían aún más nerviosa. A pesar de que no había tráfico, el trayecto a casa parecía eterno. -Cuándo vamos a llegar- Se dijo a ella misma, justo cuando notó que el lugar en el que se encontraba en ese momento no se le hacía familiar en lo absoluto. Es como si nunca hubiera estado ahí antes. Poco a poco las casas comenzaron a desaparecer y en su lugar surgieron grandes árboles, el sitio iba volviéndose más solitario y la tranquilidad del ambiente cesó de un instante a otro. A partir de ese momento, Emma supo que algo andaba mal.

-Pare aquí por favor- Dijo la mujer al conductor, a pesar de no tener ni la remota idea de dónde se encontraba. Este último sólo la ignoró y continuó con el trayecto. Su cabeza comenzó a dar vueltas y en su mente se formulaba todas las posibles escapatorias. Le repitió al taxista su deseo de bajar del auto y lo único que consiguió fue una sonrisa siniestra del mismo. El miedo se apoderó por completo de ella. Jaló la manija de su puerta y después de repetir el movimiento varias veces, se dió cuenta de que el seguro para niños interrumpía su propósito. La desesperación se apoderó de ella y un grito desgarrador salió de su garganta. Con todo el coraje y el miedo acumulado exigió una vez más que el taxi se detuviera. -Lo que ordenes preciosa- dijo el hombre con una voz rasposa.

El auto frenó en seco y el conductor giró el torso de su cuerpo para mirar a la mujer asustada en el asiento de atrás. -Ahora me pagarás a mi manera- añadió. Miró a su alrededor para comprobar la soledad del lugar y en seguida se dispuso a abrir la puerta del coche. Emma se dio cuenta de que sus heladas manos temblaban. De forma instantánea dirigió la mirada a la ventana y se dió cuenta de que durante todo el camino había llevado el vidrio abajo. Instintivamente decidió arrojarse a través del mismo. Cayó al piso y se golpeó la cabeza, pero se levantó de inmediato. Sus piernas tomaron firmeza y se dispuso a correr en sentido contrario al hombre. Había avanzado un par de metros cuando de pronto sintió que sujetaban su blusa con fuerza. Por más que intentó oponerse, el hombre logró atraerla hacia él. Con sus brazos rodeó la cintura de Emma y evitando los golpes de defensa, la llevó hacía el pasto que se encontraba en la orilla de la carretera. La tumbó en el piso y se recostó sobre ella, su pesado cuerpo evitaba que la joven pudiera escapar. Los labios del hombre recorrieron la mejilla derecha de Emma y después le susurró en el oído -Esto es lo que tu quieres.-

El conductor levantó el torso y sus manos comenzaron a acariciar el rostro de la joven. Los gritos de Emma acababan con el silencio perfecto del lugar. Volvió a inclinarse sobre ella y le sujetó las manos. La mujer intentó zafarse pero en ese momento las uñas del hombre se clavaron en sus brazos provocando que su piel empezara a sangrar. Con sus grandes manos el taxista recorrió el cuerpo de la joven hasta llegar al doblez de su falda y al mismo tiempo pegó sus labios a los de ella. Emma movió los brazos de forma desesperada a través del pasto hasta que las palmas de sus manos chocaron con una piedra, la tomó fuertemente y sin pensarlo la utilizó para golpear la nuca de aquel hombre. Este quedó inconsciente al instante y Emma se levantó y corrió como nunca antes en su vida; tan rápido que sin anticiparlo, tropezó. Justo cuando su irritada cara iba a tocar el suelo, la joven despertó de un brinco en su cama, con las manos sudadas. -Sólo fue una pesadilla- Se dijo, tratando de recordar cómo había llegado a casa. -Tuvo que haber sido el estrés y el cansancio que sentía el día de ayer.-

Se levantó de su cama y se dirigió al baño, para lavar sus dientes. Una vez ahí y al ver su reflejo en el espejo, notó un inusual tono rojizo en ambos brazos y al levantarlos un poco, vio las marcas de los rasguños cubiertas de sangre seca. 

Toma Un ViajeWhere stories live. Discover now