Te envidio a tí, envidio tus ojos, los tuyos y los ajenos. Envidio a quienes te miran, quienes te anhelan a tí y no a mí. Envidio tus alas, tu capacidad de volar. Envidio tu cielo, envidio tu infierno.
Leviatan.
Era el día número doce. Donghae escapaba cada noche a su cama y ambos deliraban entre besos, gemidos y promesas falsas sobre pertenencias extrañas donde Donghae era el amo, Hyukjae un esclavo. Por la mañana apenas hablaban, compartían la mesa, a veces ni siquiera se miraban. Era una hora después cuando ambos corrían al bosque, se encontraban en cualquier árbol y se besaban. Luego volvían a la casa y entre cómplices miradas, Hyukjae era dueño de Donghae y lo pintaba. Lo miraba a su antojo, lo tocaba. Daba órdenes que el castaño acataba sin rechistar, entre sonrisas y susurros. Aquel día era uno como cualquier otro. El bosque los abrazaba en brisas frescas y húmedas mientras los árboles los ocultaban en matorrales verdes y florales. Donghae descansaba sobre el regazo de Hyukjae, éste llevaba horas peinandole el cabello, acariciandole el rostro y parte del cuerpo.
-Hableme de usted - Dijo entonces Donghae - ¿Tiene esposa, tiene hijos?
-No - Respondió Hyukjae - Nunca me casé, nunca tuve hijos; lo único que tengo es un amigo.
-¿Y cómo es?
Hyukjae tomó mucho aire y suspiró.
-Es apuesto - Susurró.
-¿Apuesto? ¿Más que usted? -Los ojos de Donghae brillaron como el fuego, lo observó con muchísimo interés.
-Así es. Es muy apuesto y exitoso, es profesor de historia, también investigador.
-¡Como usted! - Dijo Donghae - Usted también es profesor, de arte, ¿no es así?
Hyukjae una vez más suspiró.
- Así es - Mintió - Pero basta de mí, háblame de tí.
El castaño entonces se levantó, se sentó en el césped y suspiró.
-¿Qué puedo decir de mí? Dentro de muy poco cumpliré veinte y creo que, desde que ha llegado usted, mi vida ha tomado rumbo; es decir, vivo aquí encerrado, Señor Lee. Dígame, ¿qué espera que le cuente de mí?
Hyukjae lo observó un instante sintiendo lástima de él. Veinte años de no hacer nada, de no ver el mundo, de vivir encerrado en esa bola de cristal. Que irónico, le recordaba a él, a su espantosa niñez. Por primera vez, no despreció su vida adulta; por muy mala que haya sido, valía la pena los errores que había cometido, había aprendido: había vivido.
-No lo sé... -¿Qué podía decirle un chico cuya frontera era el bosque y el atardecer? - Sé que odias hablar de él, pero quizás puedas hablarme de tu hermano, ¿Qué le sucedió?.
Donghae jadeo, pero no lo insultó, no se levantó, tampoco se marchó. Sólo se quedó en silencio un momento viendo en dirección al camino que los llevaba hasta el mausoleo.
-Tenía veinte años cuando murió. De hecho, murió el día de su cumpleaños. Mi madre dice que aquel pintor lo corrompió, ¿recuerda que le conté de él? -Hyukjae asintió - Bueno, él vino un mes antes de su cumpleaños, lo pintó. Pasaban tiempo juntos, como usted y yo - Sentenció Donghae y lo miró - Y una semana antes del fatídico día, el pintor se marchó. Con ideas absurdas en la cabeza, mi hermano, el día de su cumpleaños, lo siguió. Se fue de la casa y la plaga lo mató.
-¿La plaga? - se horrorizó Hyukjae.
-La plaga, sí. Imagínese usted, Señor Lee, que haría la peste con alguien como yo. Ni un resfriado he pescado jamás; pues mi hermano era igual.
Hyukjae dejó que la idea reposara en su cabeza. No tenía sentido, no existía peste tal. Si el hermano de Donghae había muerto, tendría que haberlo asesinado algo más.
-¿Y tú viste el cadáver, Donghae?
El castaño lo miró, luego asintió.
-Así es, usted también lo puede ver.
Hyukjae parpadeó confundido, frunció el ceño y retrocedió en el funcionar de sus ideas.
-¿A qué te refieres, Donghae?
-Bueno, cuando mi madre lo encontró, mi hermano estaba desfigurado. Eso dijo ella. No fue hace mucho, fue hace algo así de dos años, yo tenía diecisiete y medio, era bastante adulto, bastante entero. Pero mi pobre madre estaba horrorizada, no quería que mi difunto hermano fuese visto por nadie. Ella siempre había dicho que él era perfecto, su auténtico muñeco. Así que pasó horas en su atelier y convirtió a aquel cuerpo, en un real muñeco. Bañó su piel con porcelana y cera, lucía perfecto. Él está ahora en el mausoleo, ¿quiere verlo?
Hyukjae estaba horrorizado. ¡Un muerto hecho muñeco! ¡Imposible! no podía ser cierto. El pintor pestañeó rápidamente y asintió. Donghae entonces lo guió hasta el antiguo mausoleo. La puerta rechinó cuando se abrió y el aroma a muerte los invadió. Olía a humedad, a incienso, plantas y flores podridas. La única luz que entró fue la luz del sol, e iluminó el piso empedrado, las paredes y finalmente un ataúd de cristal. Dentro había un muchacho, hermoso, precioso, perfecto. Era un muñeco de porcelana y cabello auténtico. Que monstruoso, pensó, pero que hermoso, por Dios.
-¿Y bien, Señor Lee? ¿Sacié su curiosidad?
-Así es - contestó Hyukjae. Tenía la voz queda, los movimientos lentos y torpes. Se volteó de un tumbo y entonces lo vió, un segundo ataúd.
-Ese será para mi madre, está vacío, señor. - Se adelantó Donghae - O quién sabe, quizás usted también me corrompa, siga sus pasos y muera a causa de la peste... -Donghae era irónico, desde luego, pero a Hyukjae lo embargó un sentimiento de tristeza y desolación. ¿Y si Donghae realmente seguía sus pasos? ¿Y sí salía, y si algo le sucedía? Pero vamos, por Dios, no existía tal plaga ni peste, sólo un asco de sociedad. Lo que sea que hubiese matado a aquel muchacho había sido una mera casualidad. Quizás un auto, quizás un vándalo aprovechándose de un pobre muchacho. Hyukjae se convenció de que no existía tal peligro, ni castigos de Dios.
Salió del mausoleo y respiró. Quería alejarse de la muerte. Caminó con Donghae por el bosque, se detuvieron junto a un pequeño río y se sentaron en el césped.
-Está callado, señor Lee. Aquello sobre corromperme y huir era una broma.
-Lo sé - Contestó Hyukjae.
-¿En qué piensa entonces? Cuénteme.
-Pienso en la muerte, Donghae.
El castaño lo miró un instante luego algo más captó su atención. Un pequeño conejo blanco se asomó entre un arbusto y Donghae se levantó.
-No hay mucho que pensar sobre la muerte - Contestó el castaño mientras agazapado se preparaba para atrapar al conejo entre sus manos - Morir es sencillo y hermoso, lo arduo y horrible es vivir. ¿Hay algo más hermoso que descansar? - preguntó y sin esperar respuesta ajena contestó: - Imaginese hacerlo por toda la eternidad - y acto seguido se lanzó sobre el pequeño roedor. - ¿le gusta?- preguntó.
-Es hermoso, Donghae - Contestó Hyukjae.
Donghae volvió a su lado, con el indefenso conejo en sus brazos.
-¿Sabe usted? Además de descansar la muerte es hermosa por algo más. Existe un instante, un pequeño momento en el que la vida se va, donde el alma escapa y ya no estamos más. Es un segundo, un segundo hermoso de apreciar. Cuando dejamos de ser imperfectos y nos convertimos en muñecos.
ESTÁS LEYENDO
Castaño de porcelana
FanfictionHyukjae es un pintor fracaso, deprimido y desempleado que acepta acudir a una entrevista de trabajo en una casona en medio de la nada. Cuando llegue allí descubrirá que nada es lo que parece y, más importante aún, conocerá al demonio de piel blanca...