Capítulo 30:El infierno.

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Último capítulo.

El infierno; un lugar de tortura donde sólo habitaba la maldad. Gritos aterradores, ojos negros y almas pérdidas. El infierno era peor de lo que Alina pensaba, nunca había bajado a ese lugar, ni siquiera tenía curiosidad por saber cómo era. Y ahora, sus ojos sólo veían dolor y desesperación.

Cruzó los degradados pasillos del infierno con el corazón en la mano. Porque se sentía muy asustada y una parte de ella estaba triste. Triste por aquellas almas torturadas que seguirían así por toda la eternidad.

—Ya casi llegamos.

La voz de Cass salió ronca al tener un nudo en la garganta al ver todas esas almas que pedían ayuda. A cualquier lado que voltearan a ver se encontraban con un alma encerrada entre rejas, se escondían de los ojos negros y oían gritos espantosos provenir de algún lugar desconocido.

—Llevamos más de una hora caminando. —se quejó— ¿Estas seguro de hacia dónde vamos?

—Estoy bastante seguro. Tanto que me atrevo a decir que aquella puerta del fondo nos llevará a la jaula.

Alina miró hacia una puerta de color rojo, por la cual salia humo por las orillas, era como si hubiese una fogata o algo parecido. La muchacha tragó saliva muy nerviosa, claro que le asustaba ver a Lucifer, era un ser muy poderoso que podía hacer de ella -o de sus compañeros ángeles- lo que sea. Y no se le dificultaría.

—¿Ambos tienen sus espadas? —les preguntó Alina con nerviosismo.

Metatron elevó la espada plateada que era la única arma de un ángel, con una espada de esas podían asesinar a un ser celestial y si eso pasaba, no había forma de regresar. Morían para siempre. Al menos que Dios quisiese lo contrario.

—Por supuesto. —Cas la volteó a ver.— Todo estará bien. No vamos por Lucifer. Vamos por Jonathan Morgenstern.

—Lo sé. ¿Crees que la espada funcione contra Jonathan? —preguntó intranquila. El arma funcionaba contra ángeles, pero Alina no sabía si también aplicaba contra seres demoníacos.

—Funciona. —aseguró Castiel antes de tomar el picaporte de la puerta.— Vamos...

Giró lentamente el picaporte y abrió la puerta. Lo primero que vieron fueron unos escalones de piedra rocosa, el ambiente era caliente y había fuego alrededor.

Alina fue la primera en descender por las escaleras, luego Castiel y al final Metatron. Los tres sostenían la espada con mucha fuerza, esperando encontrarse con algún demonio que le cuidara las espaldas al príncipe del infierno, pero en el camino no hubo ni un demonio y eso fue porque abajo se encontraba algo peor que un par de ojos negros.

Una jaula enorme, rodeada de fuego y cadenas con un candado que no tenía cerradura.

Y entonces un hombre salió de la oscuridad. Tenía los ojos rojos y desprendía un aire de malicia.

Lucifer.

—No me avisaron que tendría visitas. —el hombre de ojos rojos habló.— Me parece que buscan algo, ¿no? Perdón, a alguien.

—¿Dónde está Jonathan Morgenstern? —la voz de Alina salió débil.

La muchacha miró a su alrededor, buscando al joven demonio que quería terminar con la vida humana, pero no lo encontró. ¿Por qué no estaba ahí? No había explicación para eso, al menos que Crowley los hubiese traicionado o que Jonathan hubiese estado en otro lado por pura casualidad.

—No tarda en llegar. Siempre es muy puntal en sus citas. —sonrió con malicia y se recargó, cruzándose de brazos.

—No está. —gruñó Metatron.— Tenemos que buscarlo en otro lado o salir de aquí.

Bravery [Alec Lightwood].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora