El teatro del Ópera está lleno.
Por esta noche, se ha convertido en el reino del dios del sol. Miles de pequeñas estrellas resplandecen en las paredes y el techo, aportándole un exquisito toque a esta ya fabulosa sala.
Una multitud de espectadores aclaman a los artistas, quienes, entre los aplausos y los elogios, saludan a su público.
Ella está lista para el gran final.
Cuando sus compañeros la animan, les sonríe amablemente. Sabe que lo hará perfecto, que la asistencia se pondrá de pie para ovacionar su actuación.
Pero no le importa.
La sala vuelve al silencio. Detrás del escenario, realiza unos últimos ajustamientos a su cándido tutú y se aprieta un poco más las zapatillas. Como siempre antes de empezar a bailar, se siente relajada y confiada.
Cuando se para en el medio del escenario, sola, parte la música y las luces la enfocan.
La melodía recorre sus venas y la balancea a su dulce ritmo. Debería concentrarse en sus movimientos, pero es incapaz de hacerlo.
Explora con la vista el teatro, lleno de damas con vestidos suntuosos y caballeros refinados. Sus ojos están desesperados por toparse con aquella mirada intensa, color chocolate.
Cada uno de sus miembros se mueve en cadencia con la sinfonía, pero no es ella que los controla.
Mientras su vestido blanco aletea como una gigantesca mariposa reluciente, su mente enloquece para encontrar a aquella sonrisa deslumbrante entre las demás caras.
Ninguna otra sensación es parecida a la desgracia que la aflige al no encontrar lo que busca.
¿Será que el destino desea que sufra aún más por esta felicidad inalcanzable? Después de unir sus caminos, después de enamorarlos, después de consumir sus corazones con el deseo de saborear la vida juntos, ¿los quiere separar tan bruscamente? ¿No tendrán una última oportunidad?
Ella no lo sabe, pero, en el pasillo adyacente a la sala, un jóven galán escucha la música embrujadora del espectáculo.
Trae consigo una pluma, una libreta y una rosa roja, cuyo intenso color simboliza su pasión ardente.
Él sabe que, al cruzar la entrada, encontrará la imagen más seductora que haya visto jamás, la que invade sus sueños más locos desde hace unos días.
Aquella jovencita, con su dulce cara y sus ojos vivaces, se ha robado su corazón.
Armandose de valor, el jóven escritor empuja la puerta.
Ella está volando en la escena, oscilando como una flor bajo la influencia del viento. Cuando está a punto de abandonarse a la tristeza, algun movimiento en el fondo de la sala atrae su atención.
Ha venido. Ahí está. Su poeta.
Un solo segundo es suficiente para que su intercambio de miradas se convierta en una corriente eléctrica que estremece el cuerpo entero de la bailarina.
Se deja invadir por un sentimiento de euforia, y la música se la lleva como el sol se lleva al día.
Entonces, en un momento mágico, los papeles se invierten. Las zapatillas, con sus movimientos agraciados, escriben una historia par inspirar a su poeta, mientras que la pluma danza entre las hojas de la libreta para describir a su amada bailarina.
Para ella solamente existe él. Con cada paso, que ejecuta con una elegancia incomparable, intenta demostrarle que puede convertirse en su única musa, en su fuente inagotable de inspiración.
Él solamente la ve a ella. Quiere ser su admirador más fiel, la razón por la cual se desliza con tanta agilidad por la tarima.
Ella quiere ser su única visión, y él su única esperanza.
No necesitan acercarse para entenderse. Existe algo más que atracción entre ellos. Una química fuerte, un enlace inviolable los mantienen unidos.
Sus corazones laten sincronizados, al igual que sus pensamientos crecen juntos. Están ahí, el uno para la otra, totalmente entregados a su alma gemela.
Su amor, correspondido pero imposible, se ha convertido en su única razón de vivir.
Ella sabe que esta es la última vez que baila para su poeta, y él sabe que es la última ocasión que tiene para escribirle un himno a su bailarina. Sin embargo, no están infelices, no se lo permiten. Estos últimos momentos de adoración recíproca, los quieren vivir plenamente.
Cuando está por terminar la música, ninguno se detiene. Los saltos siguen. Las palabras fluyen.
En estos últimos instantes de felicidad pura, solamente existen ellos, encerrados en su burbuja.
Aunque el pecho de él se estreche y los ojos de ella se llenen de lágrimas, hacen un último esfuerzo cuando las notas finales resuenan en esta hermosa noche de Julio.
Cuando las cortinas están por cerrarse, que la flores vuelan hacia ella y la oscuridad se apodera de él, el Tiempo todopoderoso, invadido por la piedad y la compasión que le provoca este romance utópico, se detiene, permitiendo a estos dos jóvenes de unirse en una última mirada apasionada.
En este corto instante, en el que él se convierte en su sangre y ella en su aire, solamente viven ellos dos.
El poeta y la bailarina.
El autor y la danzarina.
La pluma y las zapatillas.
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La Pluma y las Zapatillas
Short StoryParis, Francia. Años 1800. Una agraciada bailarina, protagonista de un espectáculo emocionante en el Ópera de Paris, y un romántico poeta, con los bolsillos vacíos pero el corazón noble, viven un amor imposible. Este relato cuenta la última noche en...