Capítulo XI

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Cada paso que daba me acercaba al salón de matemáticas.

Aunque no lo admitiera me daba miedo verlo ahí, miedo a que se disculpara con cualquier excusa y yo lo aceptara sin más, no quería eso, no quería rebajarme y que él se diera cuánta de cuanto lo quería, que lo perdonaría con tan solo me dijera dos palabras. "Lo siento".

Tome aire y entre por la puerta.
Sonó un pequeño chirrido al abrirla, lo cual provocó que todos me mirarán, incluso él.

Para mí mala suerte, todos ya estaban sentados en sus pupitres, la ventaja era que el profesor todavía no llegaba.

Me encoji al sentir la mirada de todos. Apreté el tirante de mi mochila y seguí caminando hasta llegar a mi lugar, avanzando con la mirada abajo.

Me senté en mi lugar sin decir nada, no me atreví nisiquiera a voltear a verlo, pero sentí su mirada penetrante en mí, no dejaba de verme ni un solo segundo.

Por suerte el profesor no tardó ni dos minutos en cruzar la puerta.
Estaba malumorado, de inmediato empezó a dar la clase.

A la mitad de la clase aproveche que el profesor estaba regañando a uno de los alumnos para entregarle una nota a Esteban.

Tome una hojita para notas de mi estuche de colores y escribí:

"Necesito darte algo, es importante.
Nos vemos después de clases en mi casillero.

Es lo único que pido, y también lo último."

Mire al frente para comprobar que el profesor no nos estuviera viendo y le pase el papelito azul sin siquiera mirarlo.

Pero no resistí cuando él me tocó la mano con la que escribía en mi cuaderno.
Fue un toque sutil, nada en especial.

Me giré extrañada por su acción. Él me miró, con esos ojos negros tan penetrantes, y asintió con un semblante serio.

El resto de la clase se me hizo eterna, estar a su lado era incómodo.
Y tendría que aguantarlo durante el resto del año escolar, el profesor era tan estricto que nunca aceptaría mi petición de cambiarme de lugar, menos sin ninguna escusa creíble. Solo esperaría que un milagro me salvará de esto.

Y después de que entregará el trabajo al profesor tuve un tiempo libre antes de que sonara el timbre marcando el termino de las clases.
Hice una recopilación de todo lo que le diría, no quería quedarme con nada, así que busque todo lo que me sirviera en mi mente.

Sonó la campana, apartándome de mis pensamientos.
Esteban sin hacer contacto conmigo tomo su mochila y salió por la puerta apresurado.

Yo junte mis cosas con calma y puse mi mochila en mi hombro. Antes de que saliera por la puerta sentí que alguien me jalaba del hombro.

Gire en mis talones y me encontré con una cara que me resultó familiar.

La chica del baño tenía una sonrisa en el rostro. A mi punto de vista era mejor que borrara esa expresión del rostro, se veía como una loca haciendo esos gestos, no salí corriendo porque me tenía agarrada del brazo.

-- ¡Holiii! ¿Me recuerdas? Nos conocimos ayer en el baño. Ya sabes cuándo estabas triste.
Fruncí el seño y dije con tono cortante:
-- Hola. Sí, te recuerdo. Pero... Sí me disculpas tengo algo que hacer.
-- ¡Me alegro que me recuerdes! No te preocupes, no te quitaré mucho tiempo. Solo quería preguntarte cómo estás, ayer estabas muy triste y me quedé preocupada.
-- Pues... Estoy bien, no es nada importante.
-- Claro que es algo importante. Pero dime. ¿Que te pasaba? ¿Acaso tu novio te lastimo? Dime.
-- No, de echo no era importante. Y si me disculpas tengo que irme.
-- ¡Oh vamos! Cuéntame, Cielo nunca dice nada. Puedes tenerme confianza, yo no diré ni una sola palabra.
-- Gracias Cielo, pero no necesito decírselo a nadie.
-- No te preocupes, después me lo cuentas Jade.
He visto tu nombre en la lista del profesor, hoy te buscaré en mis contactos, seguro tenemos amigos en común. Te mandaré una solicitud y así podremos hablar.
Bueno, ya me voy. Mamá me recogerá, hoy mi hermano llega de los Ángeles y ya sabes, reunión familiar para darle la bienvenida. ¡Nos vemos amiga!.-- Ella lanzó un beso al aire.

¿Y si te digo que me enamoré de ti?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora