XLVI

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Five days.

La noche anterior Percy había estado dando vueltas en la cama, con la intención de conciliar el sueño, cosa que no consiguió. Lo único que logró fue que un fuerte dolor de cabeza le dificultara más la tarea.

Había estado pensando y pensando, sin llegar a ningún lado.

Creía que podía conseguir que el hijo de puta de Bob colaborara de alguna forma, pero al parecer no era tan fácil de conseguir.

"¿Sí? ¿Y cómo es que pudo cancelar mi sentencia?" Fue lo que el de ojos cristalinos le dijo al mayor.

Recordó su sarcástica y divertida sonrisa.

"Créeme. No querrás saberlo. Y aunque te lo dijera, no podría conseguirlo de nuevo. Ya fue difícil la primera"

Maldito hijo de puta era lo único que estaba en su cabeza cuando pensaba en la conversación que tuvo con Roberto el día anterior.

"Y si te soy sincero, nada me agradará más que ver cómo te quedas solo"

"Desgraciadamente tú seguirás estando"

Aquella fue la frase con la que dio por finalizada aquella inútil conversación que mantuvieron.

En ese momento ni se imaginó lo mucho que le daría vueltas esa misma noche.

—Hey, Perc —Los ojos azules del más joven se desviaron hacia dónde provenía la voz—. ¿Estás despierto?

—Ajá. —Dio como respuesta a su amigo, al mismo tiempo se incorporaba de la cama.

Se escucharon los pasos de Samuel acercarse, a lo que Percy respondió levantándose.

—Ayer te vi hablando con Bob —habló, yendo directo al grano—. Me pareció raro, ya que no es muy común que seas tú quien vaya a buscarlo. ¿Pasa algo con él?

Percy suspiró desganado.

—Digamos que intenté pedirle un pequeño favor.

De Luque dibujó una media sonrisa en su rostro. Tal y como él se imaginó.

—Nunca ayudaría con esto —dijo—. Al fin y al cabo a mí realmente me odia.

—Dijo que era algo difícil de conseguir.

Samuel soltó una pequeña carcajada.

—Aquí hay corrupción cuando los corruptos quieren que la haya.

El británico pestañeó con una fingida tranquilidad.

—Lo conseguiré, Samu. Conseguiré que no te sienten en esa silla.

El castaño se sentía conmovido por la esperanza del más joven. Nunca habían sido realmente amigos, pero ahora, desde que Tomás no estaba entre ellos, empezaba a considerarlo.

Sin responder a lo que había dicho el chico de piel pálida, se dirigió de nuevo hacia su cama, donde Guillermo lo miraba como inmerso en sus cosas.

Quiso preguntarle en qué pensaba, pero no se vio con la comodidad para hacerlo. Sólo se quedó mirándolo durante un rato.

Le daba la impresión de que el chico tenía algo que decirle, algo importante. Se podía ver en sus ojos. Pero, en cambio, se mantuvo con la boca cerrada, mientras lo observaba y esquivaba todo el tiempo.

—Necesito entretenimiento —habló el mayor de los dos—. ¿Qué tienes para mí?

[...]

Bob volvió a aparecer por aquel pasillo por el que tanto le gustaba pasearse, y en cuanto estuvo frente a la celda del chico de ojos azules se detuvo, al mismo tiempo que sacaba las llaves de uno de sus bolsillos.

A Percy no le parecía extraño, últimamente ese hombre pasaba demasiado tiempo compartiendo su pequeña habitación.

—De espaldas —Le ordenó el mayor de edad. Aquello sí le había resultado extraño—. No volveré a repetírtelo.

El chico hizo lo que le dijo, mientras le pedía explicaciones de aquello.

—¿Adónde me llevas ahora?

—Ya no tienes porqué estar aquí, guapito —Era evidente que la situación le estaba pareciendo de lo más agradable—. Este pasillo es para los pollitos que esperan su turno en el asador. Tú ya no eres uno de ellos, ¿recuerdas?

Terminó de colocarle las esposas y lo giró para darle la vuelta de cara a él.

—¿Algún problema? —habló divertido.

—No puedes hacer eso —dijo el más joven—. No puedes hacerlo, a menos que alguien vaya a ocupar mi celda.

—Y es lo que va a suceder —pronunciaron sus labios—. Esos dos llevan demasiado tiempo juntitos —dijo, señalando la celda de al lado, donde Samuel y Guillermo lo escuchaban todo con atención—. Era entretenido cuando se llevaban mal. Pero ahora no dejan de darse por culo... Tú me entiendes...

La sonrisa del hombre enfadó aún más a Percy, quien intentó liberarse de las esposas y escaparse de las garras de Bob.

—No lo hagas más difícil.

—¿Difícil? ¿Esto te está pareciendo difícil? ¡Eres un hijo de puta! —gritó eso último mientras el mayor lo atrapó para llevárselo.

—Vámonos —Hizo una fuerte presión sobre los brazos delgados y tiró de él hasta llevárselo de allí. No sin antes dedicarles una mirada y algunas palabras a los que iba a atacar a continuación—. No tardaré mucho, chicos. No seáis impacientes.

[...]

Alejandro, quien estaba observando en silencio todo lo que estaba ocurriendo, decidió hablar.

—Percy seguirá haciendo todo lo que pueda —dijo—. Tenéis que confiar en él.

Samuel sonrió divertido.

Él sabía que nada podía hacer. Le agradecía de todo corazón que siguiera intentándolo, pero no había nada que pudiera solucionar aquello.

—Lo sé —respondió este—. Pero tú vas a decirle que no quiero que mueva un dedo. No quiero que haga nada.

Tanto el más nuevo allí, como Guillermo, se sorprendieron con las palabras del castaño.

¿Qué demonios pasaba por su cabeza? ¿Por qué no quería tener una salida?

—Odio las falsas esperanzas —continuó—. Además, sé que merezco sentarme en esa silla. Está decidido.

—S-Sam... no digas eso. Podría existir una forma de librarnos.

De Luque se giró hacia el más pequeño con cara de pocos amigos.

—He dicho que no, Guillermo —Un pequeño silencio se formó entre ellos, hasta que el de brazos musculosos volvió a romperlo—. Soy el único culpable de mis actos. Respeta mi decisión.

Díaz no dijo nada más.

Entendía perfectamente lo que su compañero quería. Y no es que él pensara diferente. No es que el pensara que merecían salvarse de aquella muerte, pero el simple hecho de pensar en la muerte de Samuel...

Toda posible solución era bienvenida.

Prisioneros [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora