Recuerdo perfectamente la primera vez que lo vi. Aquel primer momento en que nuestros caminos se cruzaron. Ese instante se grabó en mi mente con una indeleble claridad. Tan nítido como el cristal más fino atravesado por brillantes rayos de sol.
Tenía diez años cuando mi hermano Ian lo trajo a casa para cenar. Se sentó enfrente de mí en la mesa familiar. Seguramente le parecí una idiota que lo miraba sin pestañear, pero no pareció importarle que tuviera los ojos clavados en él. Menos mal, porque ni siquiera entonces pude dejar de mirarlo. Neil me resultó guapísimo desde aquella primera vez que lo miré con mis ojos de niña. Era simple y sencillamente guapo.
Que tuviera siete años más que yo carecía de importancia, tampoco me molestó que no mostrara el menor interés por la cría desgarbada con aparato en los dientes que yo era entonces, sin duda no era nada guapa. Me guiñó un ojo cuando me pilló estudiándolo fijamente por encima de los deliciosos bollos de mamá. Recuerdo que aquel gesto hizo que notara algo extraño en mi interior, como si se comprimiera y ablandara a la vez. Me sentí tímida y cohibida, pero supe que acababa de conocer al chico con el que me casaría algún día
Sí, es cierto, fue así de simple. Me enamoré de Neil McManus cuando era niña. Estoy segura de lo que sentí, tan segura como que aquellos sentimientos no eran correspondidos. Lo vi ir de novia en novia durante los años siguientes, pero no recuerdo si me dijo algo aquella primera vez que nos vimos. Sé que miró a mi madre de manera educada y que le agradeció la deliciosa cena. Aquello me impresionó sobremanera. Incluso a los diez años noté la profunda gratitud que sentía en su interior hacia mi madre por haberle aceptado en nuestra casa. Me di cuenta de que Neil no estaba acostumbrado a disfrutar de acogedoras cenas familiares; apreciaba algo que yo daba por sentado todos los días. No era más que un amigo de mi hermano que había salido de sabía Dios dónde, cuyos problemas no conocíamos, pero lo cierto es que fue mucho más que eso desde el principio. Por lo menos para mí
Neil volvió a cenar con nosotros muy a menudo apartir de aquel día. A veces, me parecía que tenía un nuevo hermano que acababade venir a vivir con nosotros. Otras, reaparecía tras haberse ausentado durantealgunas semanas, con una expresión vacía en sus ojos oscuros. Todo indicaba quesu vida familiar era una mierda. No tenía madre, solo un padre que no sepreocupaba por él. El mío tampoco estaba demasiado en casa, pero no era porqueno nos quisiera, sino porque su trabajo le obligaba a viajar mucho. Porsupuesto, yo le echaba mucho de menos, así que me figuro que era naturalconectar con una figura
masculina mayor que yo que siempre me trataba con amabilidad y no actuaba como si tuviera la peste. Neil me llamó cherry girl desde el principio. Por el color de mi pelo. Tengo que reconocer que tenía razón. Mi cabello era más o menos del mismo color que una de esas cerezas casi negras a las que la luz arranca brillos rojizos, las que los ingleses llaman cherry. Él me dijo en una ocasión que tenía un pelo muy bonito, y esas palabras fueron suficientes para que mi autoestima floreciera. Acepté su halago y lo atesoré en mi interior. También me acuerdo de la primera vez que me tocó el pelo. Mis recuerdos son tan nítidos como el día en que ocurrió, y no podría olvidarlo aunque quisiera... porque esa fue también la primera vez que me rescató...
El campo de cricket se extendía desde el límite del bosquecillo hasta una considerable distancia. Cuando tenía once años, durante una veraniega tarde de domingo, me senté en la valla para ver jugar al equipo local del cricket. Neil e Ian también estaban por allí. Les había visto pasear por los alrededores, hablando con otras chicas y con sus amigos. Yo me sentía feliz de poder ver el partido desde mi posición sobre la cerca, lejos de la gente. Supongo que disfrutar de un día cálido, sin el agobio de una multitud y disponiendo de una buena perspectiva, se había convertido en un bien escaso. De pronto se acercó a mí un grupo ruidoso y desagradable y, siendo yo tan pequeña, fui absorbida por él.
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Cherry Girl
RomanceElaina Morrison ha amado a Neil McNus toda su vida. No recuerda un momento cuando no le amase. A pesar de su desgarradora tragedia y años de separación, su amor sostiene la verdad... hasta que la vida pasa a través de su corazón, destrozando su sueñ...