Monstruo(s)

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Elevó su mano hasta llegar al pecho de Kaneki Ken quien no quería ceder, ella a decir verdad tampoco lo quería, pero de esa manera sería mejor.

Él se detuvo y la miro con la misma serenidad con la que ella vería a un cuerpo humano tendido en el suelo y eso le provoco un leve escalofrío.

 —Kaneki, no. — La advertencia se había escuchado fuerte y clara.

Más eso a él parecía no importarle, o eso era lo que demostraba con su renuente accionar. Instantáneamente se fundió en el cuello femenino, besando, mordiendo, tratando de calmar sus agonías internas.

— Kaneki, no quiero que sea de esta manera. — El tono que había implementado era uno bastante severo.

Su voz parecía ser reforzada por el nudo que se formaba en su garganta, y es que no lo quería. No de esa forma. ¿Por qué él tuvo que haber cambiado tanto?, aquella pregunta resonaba en su mente, a la vez que su piel le ardía –así era, de hecho bastante- las consecuentes caricias ascendían por su pecho buscando –tal vez- algo que no podía encontrar en él, como un corazón palpitante, que en el cuerpo de ella se veía tan puro e inocente.

— Detente por favor. —

Y aunque suplicara él estaba sumido en su mundo, el que solo él le podía ofrecer.

 — ¡Kaneki! —

Escuchar su nombre ser pronunciado por los labios de ella, le aseguraban de que aún se mantenía con vida, los latidos de su corazón –los de ella- eran tan melódicos, mientras que los suyos se componían de sangrientas incongruencias. Y fue entonces cuando la miró a los ojos, quería entregarle lo único que le quedaba, eso que siempre había atesorado, tal vez, amor del bueno.

Pero ella ya no lo miraba, ella solamente cerraba sus ojos para olvidar, olvidar a ese intruso del que desconocía cada acción, del que temía ante su fría mirada. Él tomó su mano derecha y se la llevó hasta el rostro.

 Sé que soy un monstruo. — Su voz estaba se oía algo debilitada. Ella sintió su corazón retorcerse, sus ojos se abrieron ante la confesión. —Yo... ya no puedo ser al que antes conocías—

Las lágrimas –las de él- ahora mojaban su rostro y ella no supo si eso la destruiría, un poco más. Por otro lado, las lágrimas de Kaneki eran tan sinceras, logrando que se mezclaran con las suyas.

— No eres un monstruo... Kaneki. — Los susurros llegaban a sus oídos, calmándolo de a poco, muy lentamente —Tú nunca serías algo como eso, para mí. — Mencionó con sinceridad en sus ojos —   Además, los monstruos no duermen sobre las camas...—   Ella soltó una pequeña risita burlona, tratando de animar un poco a su volátil amado.

La sonrisa dibujada en el rostro femenino logró iluminar cualquier rastro de oscuridad en sus orbes grises. Las manos de ella se amoldaron sobre su rostro, lentamente fue acercando el mismo al suyo y besó aquellos labios que deseaba con tanto fervor.

Tal vez amarse era un pecado, un acontecimiento en contra del destino. Sin embargo allí estaban, consolándose el uno al otro, entregándose lo poco que le quedaba de pureza y amor. Ellos quisieron prometer, estar al lado del otro siempre o, por lo menos, lo que el destino les permitiese vivir, pero callaron.

Las promesas, después de todo, están hechas para romperse.

Let's talk about love : Gotta talk to youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora