Louis. Sábado

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Cuando a la mañana siguiente bajo, Harry Styles está sentado a la mesa del comedor con mis padres. El beanie gris cuelga del respaldo de la silla y está bebiendo zumo de naranja, un plato vacío aguarda delante de él. Tiene el labio partido y un moratón en la mejilla.

—Estás mejor sin las gafas —dice.

—¿Qué haces aquí?

Lo miro, miro a mis padres.

—Desayunando. La comida más importante del día. Pero el verdadero motivo de mi visita es que quería explicar lo de ayer. Les he dicho a tus padres que fue idea mía y que tú no querías saltarte las clases. Que solo estabas intentando que no me metiera en problemas y que hiciste todo lo posible para convencerme de que volviera.

Harry se sirve más fruta y otro pancake.

—Hemos comentado también algunas reglas básicas para ese trabajo que estáis realizando — dice mi padre.

—¿Así que puedo seguir con el trabajo?

—Harry y yo hemos llegado a un acuerdo, ¿verdad?

Mi padre me sirve un pancake y me pasa el plato.

—Sí, señor —confirma Harry, guiñándome un ojo.

Mi padre le clava una mirada.

—Un acuerdo que no hay que tomarse a la ligera.

Harry se pone serio.

—Sí, señor.

Entonces mi madre dice:

—Le hemos asegurado que depositamos toda nuestra confianza en él. Que valoramos mucho que haya conseguido que vuelvas a subir a un coche. Que queremos que te diviertas, dentro de lo razonable. Que andes con cuidado y vayas a clase.

—Entendido. —Estoy aturdido—. Gracias.

Mi padre se vuelve hacia Harry.

—Necesitaremos tu número de teléfono e información sobre cómo ponernos en contacto con tus padres.

— Lo que necesite, señor.

—¿Es tu padre el Styles de los Almacenes Styles?

—Sí, señor.

—¿El antiguo jugador de hockey?

—Ese mismo.

—¿Y tu madre?

—Trabaja en la inmobiliaria Broome y en Bookmarks.

Mi madre sonríe a mi padre, una sonrisa que significa «hora de aflojar». Le dice a Harry:

—¿Y qué planes tienes para la universidad?

Y la conversación se vuelve informal. Cuando le pregunta a Harry si ha pensado qué quiere hacer después de la universidad, con su vida, presto atención, puesto que desconozco la respuesta.

—Eso cambia cada día. Seguro que habrá leído "Por quién doblan las campanas."

Mi madre responde que sí.

—Pues bien, Robert Jordan sabe que va a morir. «Solo existe el ahora», dice. «Si el ahora son dos días, entonces dos días es tu vida y todo lo que suceda estará en proporción.» Nadie sabe cuánto tiempo tiene por delante, tal vez un mes, tal vez cincuenta años. Me gusta vivir como si solo tuviera por delante esos dos días.

Observo a mis padres mientras Harry habla. Lo hace en un tono despreocupado, pero con serenidad, y sé que lo hace por respeto a los muertos, por Lottie, que no dispuso de mucho tiempo.

Mi padre bebe un sorbo de café y se recuesta en el asiento, poniéndose cómodo.

—Los primeros hindúes creían en vivir la vida a tope. En vez de aspirar a la inmortalidad, aspiraban a vivir una vida sana y plena...

Termina su discurso un cuarto de hora más tarde, con el concepto primitivo de la vida después de la muerte, que es que los muertos se reúnen con la madre naturaleza para continuar en la tierra pero con otra forma. Cita un antiguo himno védico:

—«Que vaya al sol tu vista. Al viento tu soplo vital...».

—«O al agua si allí es bien recibido» —remata Harry.

Las cejas de mi padre se levantan de tal modo que casi le llegan al nacimiento del pelo y veo que intenta comprender de qué va este chico.

—Tengo obsesión con el agua —dice Harry.

Mi padre se levanta, coge los pancakes y deposita dos en el plato de Harry. Internamente, suelto un suspiro de alivio. Mi madre pregunta acerca del trabajo «Recorrer Indiana», y durante lo que queda de desayuno Harry y yo hablamos sobre los lugares donde hemos estado hasta el momento y sobre algunos de los lugares a los que pensamos ir. Luego da las gracias a mis padres por el desayuno y dice:

—Boobear, estamos perdiendo el tiempo. Cojamos el cuaderno y pongámonos en marcha.

Broken Soul (L.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora